Revista Diario

Jeannie

Por Evaletzy @evaletzy
Son las 09:12 a. m. de un jueves. Suena el timbre. Abres la puerta. Un hombre vestido de albañil te dice que hay una pérdida de agua en el edificio y que cree que el caño que se ha roto está en tu baño. Lo dejas pasar. Te pregunta si tienes guardados azulejos iguales a los que en la pared se encuentran porque tiene que romper uno para poder ver. «No tengo», le dices. «Lo siento señorita, hay que romper igual», te avisa. «A ver qué me pone luego para tapar el estropicio, pero bueno, si hay que romper hay que romper», piensas. Le das permiso. ¡Pum! Quita un azulejo. No encuentra lo que busca. El hombre supone que la pérdida está más arriba. ¡Pum! Quita otro. Tampoco está ahí. Te dice que debe estar en el medio. ¡Pum! Quita el tercero y, mientras azulejos cercanos a las recientes bajas tiemblan de miedo, el buen hombre encuentra la pérdida.
Son las 10:27 a. m. Suena el timbre. Un hombre vestido de plomero/fontanero te da los buenos días y entra. El baño a esta altura tiene muchos más escombros de los que te gustaría. Tú querrías ser un genio y vivir en una botella, seguro que allí no habría el desparramo de trozos de azulejos que ves frente a ti. Y si lo hubiera, con solo pestañear dejarías tu botella dulce botella impecable. ¡Qué no darías por ser como Jeannie!, esa preciosa rubia de ojos muy delineados con el poder de hacer realidad los deseos de su amo astronauta, y lo que es mejor aun, los suyos propios solo con pestañear. Además podrías llevar sus pantalones bombacho de gasa rosa, un top fucsia y su típico sombrerito con velo sin que nadie te mire mal, y... «Hay que cortar el caño con la radial, así que hay que romper un par de azulejos más porque la radial no entra», te dice el plomero a los gritos. Asientes con un movimiento no muy convencido de tu cabeza. Entonces, el albañil procede a ello. ¡Pum! ¡Pum!
Son las 11:43 a. m. Los dos seres del sexo masculino que en tu baño se encuentran, por algún motivo que desconoces, empiezan a discutir. Elevan cada vez más el tono de voz. Y un poco más aun. Se insultan. Y tú deseas pestañear como Jeannie y hacerte humo. Te trasladarías al Caribe, a un hotel cinco estrellas, donde estarías en ese preciso momento con un daikiri de durazno/melocotón en mano. Bocas del Toro es el sitio al que irías, esas selváticas islas de agua cristalina y arena nacarada. Hasta estás dispuesta a resignar el daiquiri y el resort por estar en alguna cabaña enclenque en el medio de Bastimentos, la isla que más te gusta de todas. Y comerías langostas y enormes caracoles negros, y beberías el agua de los cocos, y deleitarías a tu paladar con su blanca carne como postre, y... ¡Pum! El golpe te saca de tu hermosa Bastimentos en el momento en el que nadabas con grandes peces color rubí. El martillazo acaba de matar a otro de tus azulejos.
Son las 12:27 p. m. Tocan el timbre. Otro hombre. Es el jefe de los dos que están en tu baño. «Coja toda el agua que pueda, porque la vamos a dejar sin durante un tiempo», te dice. «¿Cuánto es "un tiempo"? ¿Será una hora, tres, un día?», cavilas. Si fueras Jeannie no solo no te preocuparía saber cuánto es "un tiempo" sino que pestañearías y tendrías litros y litros de agua al alcance de tu mano; además estarías en una mansión con cinco baños con los azulejos bien colocados, todos con jacuzzi (los baños, no los azulejos), y no tendrías que limpiar el inodoro ni fregar suelos, tampoco lavarías platos ni pasarías aspiradoras, pestañearías y la comida se haría sola, y... «Señorita, señorita, coja agua que la vamos a cortar ya mismo, ¿no me escuchó?».
Son las 13:58 p. m. Empleados y jefe siguen en tu baño, algo se les complicó, no sabes bien qué. ¡Pum! Y otro azulejo que irá a parar al cementerio de azulejos, «¿o preferirá ser cremado?», te preguntas, pero sabes que es demasiado tarde, deberías haberlo interrogado cuando estaba vivo en la pared y te podía responder.
Son las 15:00 p. m. «Terminó nuestro horario de trabajo señorita, volvemos mañana», te dicen albañil, plomero y jefe al unísono. «¿Y mañana qué?», inquieres asustada. «No lo sabemos señorita, este caño suyo es una porquería, se nos resiste, no es nuestra culpa, ¿vio? Y esperemos que mañana vaya todo bien, porque el fin de semana no trabajamos, ¿vio?».
Si pudieras pestañear como Jeannie...

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