El año pasado marcó una oportunidad para repensar el formato escolar a partir del acompañamiento personalizado, el trabajo colaborativo entre docentes, la contención a estudiantes y familias, la selección de contenidos y el énfasis en la autonomía, afirma Jennifer Berman.
Jennifer Berman es licenciada y profesora en Ciencias de la Educación, y coordinadora pedagógica de primer ciclo de primaria en la escuela Wolfsohn. Al repasar los desafíos de 2020, lo define como un año que “nos llevó a pensar y hacer escuela de otro modo”. Y resume: “Siempre mantuvimos el poder de adaptación frente a la incertidumbre”.
“Uno de los primeros desafíos en 2020 fue armar un cronograma, pensar las actividades para los chicos, los encuentros virtuales y los materiales. Poco a poco armamos una estructura en la que nos fuimos sintiendo cada vez más cómodos, adaptándonos a la respuesta de los chicos y las chicas”, cuenta Jennifer a Agenda Educativa el marco del ciclo “En primera persona”, una serie de entrevistas en las que docentes y directivos comparten sus aprendizajes durante la pandemia.
Una estrategia fundamental fue el acompañamiento individualizado, con el apoyo del equipo de psicopedagogas: “Hicimos mucho foco en lo que estaba viviendo cada uno de los chicos y chicas, lo que pasaba en las casas. Eso colaboró con que pudiéramos seguir haciendo escuela”.
Acompañar, escuchar y contener fueron pilares para poder sostener los aprendizajes: “Se jugaban muchas cosas, especialmente en primer grado, con la ilusión de aprender a leer y escribir. Fue un desafío enorme, de mucho acompañamiento y contención a los estudiantes y a las familias. Fueron horas y horas de llamados telefónicos”.
Propuestas en constante revisión
Desde la escuela buscaron un equilibrio entre las actividades sincrónicas y asincrónicas: “Teníamos los encuentros virtuales y las actividades de aprendizaje. Al principio las llamamos ‘actividades autónomas’, pero nos dimos cuenta de que, al menos en el primer ciclo, no era la palabra adecuada, porque los chicos necesitaban sí o sí el soporte de la familia para encontrar un lugar, para abrir el archivo, etc. Entonces decidimos llamarlas ‘actividades de aprendizaje’“, explica Jennifer, y destaca también el trabajo por proyectos interdisciplinarios.
Otra estrategia tuvo que ver con dividir a los estudiantes en grupos: “Había espacios de grupo entero, de medio grupo, de grupos reducidos y de trabajo individual. Por ejemplo, en Prácticas del Lenguaje en primer grado funcionó mucho dividir a los grupos en tres”. Cada una de esas instancias tuvo su nombre. El espacio “Trabajando juntos” consistió en encuentros individuales, o de a dos o tres estudiantes: “Entendimos que algunos chicos ya no podían sostener las actividades de aprendizaje, porque las familias no podían acompañarlos”, señala Jennifer.
También implementaron espacios de recreo virtual: “Dentro de las tutorías armamos el espacio virtual de ‘ronda‘, con el apoyo del equipo de orientación escolar, donde podíamos trabajar lo que nos pasaba, las emociones, poner en palabras lo que estábamos viviendo, que los chicos y chicas pudieran expresarse y contenerse. Entendimos que ellos necesitaban ese espacio social, de juego, de conversación, donde pasaran otras cosas”.
La selección de contenidos fue otra estrategia fundamental: “Tomamos decisiones en cuanto a los contenidos, priorizando en función de las habilidades y competencias que queríamos desarrollar. La currícula es importante, pero empezamos a jugar con los proyectos interdisciplinarios para poner foco en ciertos temas y posponer otros para el año siguiente”.
Innovar, repensar, aprender
Además, fue importante introducir novedades en la rutina: “En el devenir del año hubo semanas en las que tuvimos que cortar y traer aire nuevo, una propuesta distinta. Por ejemplo, organizamos la semana de la gamificación, la semana literaria, la semana del arte, la semana de escape room“.
A la hora de analizar los aprendizajes, Jennifer menciona en primer lugar “haber descubierto que hay otro modo de ser, hacer y pensar la escuela, relacionado con la tecnología atravesada por la currícula y la intención pedagógica”. También destaca la importancia de “tener en cuenta las individualidades y poder acompañar cada una de las trayectorias“.
“Nos dimos cuenta de que somos docentes creadores de contenido. A la vez, en la escuela hacemos foco en el aprendizaje colaborativo, y no lo podríamos haber logrado sin el trabajo colaborativo entre los equipos docentes, de coordinación y de dirección”, reflexiona.
Finalmente, el énfasis en la autonomía fue otro hallazgo clave del trabajo a distancia: “Hace años que venimos hablando de esto. Pero en la escuela presencial muchas veces no se permitía tanto el desarrollo de la autonomía. Esto es algo que tenemos que pensar: ¿cuáles son las experiencias que realmente favorecen el desarrollo de ciertas habilidades sociales, emocionales, académicas? Hay espacios donde descubrimos que el niño o niña puede trabajar de manera autónoma, sin la necesidad constante del docente explicador”.
Fuente
https://agendaeducativa.org/jennifer-berman-descubrimos-otro-modo-de-ser-hacer-y-pensar-la-escuela/