Tantos días de festejo institucional sólo han servido para ver qué mal se lee a José Emilio Pacheco. Por fortuna, el mismo poeta se ha empeñado en señalar que no es nostálgico ni apocalíptico.
Muchos lectores tenemos una deuda enorme con JEP, ya que de manera constante nos ha dado innumerables lecciones por medio de poemas, cuentos, novelas, traducciones, sus "Inventarios" en la revista Proceso, su columna "Simpatías y diferencias" en la Revista de la Universidad de México (por allá en los 50), sus conferencias en El Colegio Nacional con las cuales invitaba a indagar sobre los modernistas, Reyes, Gutiérrez Nájera y su compromiso con los suplementos culturales (poca gente recuerda hoy que Las batallas en el desierto apareció en una sola entrega en las 10 primeras páginas del suplemento sábado del unomásuno, con viñetas de Vicente Rojo, pocos meses antes de que Editorial Era lo echara al mercado como libro).
Como le ocurre a los maestros, JEP ha sido imitado por alumnos y admiradores de toda talla, pero a más de cincuenta y tres años de su debut en la revista Estaciones, dirigida por Elías Nandino, es evidente que no hay quien se acerque a su sombra. Ajeno al juego de la autopromoción, atento a la vida, a los libros, extrayendo de ellos savia empática con la suya, JEP cumple hoy 70 años.
Como homenaje mínimo quiero citar uno de los poemas favoritos y contar una anécdota:
"O toi que j'eusse aimée"...
Y ahora una digresión Consideremos
esa variante del amor que nunca
puede llamarse amor
Son aislados instantes sin futuro
En la ciudad donde estaré tres días
nos encontramos
Hablamos cien palabras
Pero un brillo en los ojos un silencio
o el roce de las manos que se despiden
prende la luz de la imaginación
Sin motivo ni causa uno supone
que llegó pronto o tarde
y se duele
["no habernos conocido..."]
E involuntariamente
ocupas tu fiel nicho
en un célibe harén de sombras y humo
Intocable
incorruptible al yugo del amor
viva en lo que llamó De Rougemont
la posesión por pérdida.
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Hace muchos ayeres, una gentil coordinadora de actividades culturales sen los CCHs me invitó a dar una serie de conferencias desde mi experiencia de periodista cultural; una de ellas estuvo dedicada a La literatura que no se enseña en las escuelas. A más de 200 chavitos les leí los sonetos satíricos de Salvador Novo, crónicas de Carlos Valdés y Tomás Mojarro, cuentos de Amparo Dávila y Jorge Ibargüengoitia, poemas de Isabel Fraire y JEP.
Al final, en la sesión de preguntas, una núbil adolescente de 16 años levantó la mano y me preguntó si llevaba algún poema que hablara "de cuando alguien te gusta y no te animas a decírselo". Después de acallar a los cábulas que soltaron el consabido "uuuuuuhhh", eché mano de "O toi que j'eusse aimée"...
Al final, se acercó a mí la chica con cuaderno y pluma en mano y un sólo propósito: apuntar el título del libro del que había extraído el poema que algo muy personal le dijo.