La renovada página web del Museo del Prado nos permite recrearnos con tantas obras de arte como alberga esta pinacoteca nacional. Hoy traigo al blog una obra que me ha llamado la atención. Se trata de una escena teresiana pintada por Benito Mercadé y Fábregas (La Bisbal, Gerona, 1821 – Barcelona, 1897).
Según nos informa el Museo del Prado, a este artista, el gusto por la pintura le vino de su padre, Cayetano Mercadé y Fruitós, que era menestral de pintura decorativa y dorador y aceptaba encargos para componer exvotos, flores y retratos. Trabajó como ayudante de zapatero en Barcelona y no pudo acudir a la Escuela de La Lonja hasta 1838, alternando su formación con el oficio de pintor ornamentista. También asistió a la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, donde fue discípulo de Carlos Luis de Ribera. En 1858 presentó dos obras a la Exposición Nacional de Bellas Artes, Colón en las puertas del convento de Santa María de la Rábida, pidiendo pan y agua para su hijo, que obtuvo mención honorífica de segunda clase, y El donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la biblioteca del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. Viajó a Francia, y durante su estancia en la capital francesa obtuvo el gran premio en la Exposición de París y primera medalla en la Nacional de Bellas Artes de 1867 con el mismo cuadro: Traslación de san Francisco de Asís. En 1863 se trasladó a Roma pero, al poco tiempo, tuvo que volver a Barcelona por razones de salud. En la Ciudad Condal llevó a cabo numerosos encargos de asunto religioso, escenas de género y retratos. Aquejado de una dolencia en la vista fue abandonando paulatinamente la pintura. No obstante, fue nombrado catedrático numerario de la Escuela de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona, donde tuvo como alumno al paisajista Antonio Ros Güell.
La pintura que nos ocupa no está físicamente en el Museo del Prado, sino que la tiene en depósito el Museo de Zaragoza. En el catálogo del Prado aparece con el sencillo título de Santa Teresa de Jesús. En la explicación que figura en su ficha, describe la escena pictórica en estos términos:
Santa Teresa de Jesús (1515-1582) da cuenta de sus fundaciones reformadoras al padre Jerónimo Gracián (1545-1614), provincial y visitador de la Orden del Carmelo.
Sin embargo, a la vista de la composición y del conocimiento que podemos tener de la santa, algo nos hace pensar que no se trata de Jerónimo Gracián, y que ese dato es incorrecto. ¿En qué momento histórico se hubiera producido una escena así? Además, el supuesto P. Gracián aparece como un anciano, y no como alguien 30 años más joven que Teresa. ¿Dónde se situaría esta escena?
Las respuestas las encontramos rápidamente, en la información que aparece más adelante, donde se nos describe de la trayectoria del óleo:
Participó en el Salón de París de 1869 (no1686) y en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1871 (no309). En el catálogo de esta última se acompañó de un extracto del Libro de la Vida (Capítulo XXXVI) escrito por la propia santa: “…En fin me mandó delante de las monjas diese discuento y húbelo de hacer; como yo tenía quietud en mí y me ayudaba el Señor, di mi discuento de manera, que no halló el provincial, ni las que allí estaban, porque me condenar”.
Con estos datos, no tenemos duda de que el religioso del lienzo no es el P. Jerónimo Gracián sino el P. Ángel Salazar, provincial de Castilla en el momento narrado por Teresa. Salazar había apoyado inicialmente la fundación de S. José de Ávila (V 32, 13), pero, ante el revuelo que el asunto causó en la ciudad, se echó atrás y no admitió apoyar la empresa fundacional (V 32 15). Después de producirse la fundación del primer monasterio teresiano, el 24 de agosto de 1562, Teresa ha de rendir cuentas ante su priora, el provincial y toda la comunidad de la Encarnación, tal como ella misma nos lo narra en V 36, 14. Más tarde, Salazar apoyaría a la Madre Teresa y le permitiría regresar a San José y abandonar la Encarnación.
Se hace necesario rectificar la información que facilita el Museo, sustituyendo el nombre de Gracián por el de Salazar, y cambiando el plural (fundaciones) por el singular, ya que en esa fecha, Teresa no había fundado más que su primer conventito de San José.