Cuando Jerry Lee Lewis irrumpió en la escena musical norteamericana en 1957 con "Whole Lotta Shakin' Goin' On" y con "Great Balls Of Fire", parecía que el rock and roll encontraba un serio competidor para Elvis Presley. Aquellos años representaron a la perfeción el espíritu competitivo de una sociedad, la estadounidense, muy acostumbrada a las comparaciones entre, en este caso músicos, que en realidad no tenían nada que ver unos con otros. Desde que Elvis se convirtió en la mayor estrella mundial de la música, se le intentaron colocar competidores y rivales cada vez que un nuevo músico cosechaba cierto éxito, para posteriormente tirar a la basura a ese desgraciado. En el caso de Jerry Lee Lewis sucedió lo inevitable. Por supuesto se le comparó con Elvis, por supuesto se le ensartó en una absurda rivalidad, y por supuesto se puso fin a su corta y brillante carrera al entrar en juego la famosa doble moral americana. Al menos el country ganó un músico único y excepcional.
Probablemente la familia de Lewis tuvo mucho que ver en la arrolladora personalidad que el de Ferriday iba a desarrollar en sus mejores años. La iglesia Pentecostal, predicadores y estrellas del country se asomaron a los ojos de aquel inquieto niño. Una gran variedad de estilos musicales influyeron sin duda en el resultado final de la música de Lewis. En su casa sólo estaban autorizados los celestiales himnos del gospel, pero a escondidas escuchaba los ritmos prohibidos del rhythm and blues y del blues. Lewis también se deleitaba con los ritmos country de Hank Williams y Jimmy Rodgers, aunque con quien más disfrutaba era con Al Jolson, probablemente su mayor influencia.
Dos breves matrimonios adolescentes y un hijo parecían poner de manifiesto la dualidad que siempre acompañó a Lewis cuando se enfrentaban la religión que profesaba y la salvaje vida de estrella del rock and roll y del country. Tal vez este conflicto aumentó una leyenda que se consolidó varias décadas más tarde, pero en su momento casi le entierra dada la rígida moral norteamericana. Aquel muchacho que tocaba el piano como dios iba a interpretar finálmente la música del diablo, y algún incidente mientras trataba de convertirse en predicador, le llevó directamente a la vida de carretera de los que intentaban hacerse un hueco en el difícil mundo del rock and roll.
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