Partiendo del principio, hay que recordar que, en Venezuela la Iglesia Católica ha permanecido vinculada al Estado desde la época colonial, por ser la religión de la mayoría de los venezolanos. Es importante destacar que, hace más de 2.000 años surge la Iglesia Católica, con las predicaciones de Jesús de Nazaret, posteriormente, los apóstoles y discípulos se encargan de anunciar el Evangelio a gran parte del mundo antiguo; dicho anuncio trajo como consecuencia la persecución de los cristianos, que en oportunidades dieron su vida por causa del Evangelio, porque eran vistos como una amenaza al régimen político de la época.
Pero volviendo a nuestra nación, la primera Constitución de 1811, consagró un Capítulo I titulado “De la Religión” el cual estaba constituido por 2 artículos que establecían textualmente:
Artículo 1.- La Religión, Católica, Apostólica, Romana, es también la del Estado y la única y exclusiva de los habitantes de Venezuela. Su protección, conservación, pureza e inviolabilidad 129 será uno de los primeros deberes de la Representación nacional, que no permitirá jamás en todo el territorio de la Confederación, ningún otro culto público, ni privado, ni doctrina contraria a la de Jesucristo.
Artículo 2.- Las relaciones que en consecuencia del nuevo orden político deben entablarse entre Venezuela y la Silla Apostólica, serán también peculiares a la de Confederación, como igualmente las que deban promoverse con los actuales Prelados Diocesanos, mientras no se logre acceso directo a la autoridad Pontificia.
Con respecto a la Constitución de 1819, establecía en su título IV, sección III “Artículo 7.- Los Obispos de Venezuela son miembros honorarios del Senado.” Pero nada habla de la religión del Estado ni siquiera de la libertad de culto.
No obstante, el transcurrir de siglo XIX para la Iglesia Católica en Venezuela, estuvo caracterizada por relaciones tensas entre el Estado e Iglesia, los Obispos fueron exiliados en diversas ocasiones, los sacerdotes y religiosos extranjeros expulsados, los seminarios cerrados. Los gobiernos expropiaron a la Iglesia de sus bienes, culminando con las medidas del General Antonio Guzmán Blanco.
Sin embargo, viviendo un momento tan espinoso como el actual, las adversidades motivaron la iniciativa de Monseñor Juan Bautista Castro, Capellán de Santa Capilla, de consagrar a Venezuela al “Santísimo Sacramento del Altar”, y a propósito del acogimiento por parte de la feligresía con la fundación de la “Adoración Perpetua en la Iglesia de Las Mercedes” en Caracas, en 1882.
En efecto, el 2 de Julio de 1899, Venezuela en una solemne misa de Acción de Gracias se consagra al Santísimo Sacramento del Altar. Se cumplen ya, 119 años de aquella memorable fecha. Desde finales del siglo XIX se incrementó con fuerza el culto y adoración a la Eucaristía, que culminó con la consagración de la República al Santísimo Sacramento, y en 1907 con el I Congreso Eucarístico Nacional.
Entre tanto, fue hasta el siglo XX, cuando florecen algunas órdenes y congregaciones religiosas y se reabren los seminarios. La Iglesia, se hace presente a través de su acción y compromiso de servicio en los campos educativos y de la salud. “Esto le hizo tomar de nuevo relevancia social e incidir en la formación de hombres y mujeres que figurarán en diversos campos de la vida del país”. (Concilio Plenario de Venezuela, 2005).
Con el advenimiento del Concilio Vaticano II celebrado entre 1962 y 1965 se le dio a la iglesia una renovación pastoral, que la llevó a interpretar los nuevos tiempos, en sus documentos se recogen las pautas y directrices a seguir en campos temporales importantes en donde se desenvuelve el hombre, como es el caso de la política. Como se ha señalado anteriormente en esos mismos años la Iglesia Venezolana estaba celebrando el convenio que regularía sus relaciones con el Estado venezolano. Y ello condujo a cambios importantes.
En la actualidad, en el llevadero siglo XXI, y bajo la atípica y dolorosa coyuntura política que enfrenta la nación, la Conferencia Episcopal de Venezuela, ha venido marcando la ruta para edificar la fe en la ciudadanía, afianzando la doctrina de la Iglesia Católica, para quienes la democracia encuentra sus fundamentos en los principios del cristianismo.
En Venezuela últimamente, han ocurrido tres manifestaciones de “Jesús de la Divina Misericordia”. Específicamente el año 2017, cuando estaba iniciando la Misa Solemne por la devoción a Jesús de la Misericordia en Maracaibo, Estado Zulia, una imagen formada en el cielo impactó a los presentes, quienes comenzaron a señalarla y aseguraron que se trataba de una señal de Dios.
Las otras dos manifestaciones ocurrieron este año 2018, una, en la Iglesia de Tovar, ‘Nuestra Señora de Regla’, en el Estado Mérida, el Domingo de Pascua, entre cantos y alabanzas en la Misa Solemne, la imagen de la Divina Misericordia se iluminó. Es un óleo y no lleva colocado ningún reflector, y cuya publicación testimonial del vídeo que le fue enviado, fue compartida por el Periodista venezolano, Isnardo Bravo, en sus cuentas de Instagram y Twitter.
La otra manifestación fue en un hogar en San Diego, en el Estado Carabobo, una venezolana devota de Jesús de la Divina Misericordia, cuando estaba en la sala de su casa orando por Venezuela, y en el momento que tomó la Santa Biblia, se le apareció la imagen completa, ella quedó impactada, no sabía qué decir y le pidió por nuestra nación, así como también, permiso para tomarle una foto.
La historia de Jesús nos dice que la muerte en realidad no es el fin…Sino tal como Jesús rompió el poder de la sepultura, así el poder la muerte sobre nosotros será quebrantada al creer en él. Como se revela en las Sagradas Escrituras, Él dijo (a Marta), “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26).
Pero, además, la fuerza viva de las revelaciones de Jesús a Santa María Faustina, una sencilla monja, sin estudios, pero valerosa, y abandonada en Dios, el Señor le confió una gran misión, como fue el “Mensaje de la Misericordia dirigido a todo el mundo”, en sus reiteradas “apariciones” y cuyas vivencias quedaron plasmadas en un “Diario” que la religiosa escribió por orden de su Director Espiritual, el Presbítero Miguel Popocko, y cuyo contenido cobra relevancia, a propósito de los tiempos convulsionados que, no solamente vivimos en Venezuela, sino en el mundo entero:
“Hija mía, sé diligente en apuntar cada frase que te digo sobre Mi Misericordia porque están destinadas para un gran número de almas que sacaran provecho de ellas” (Diario, 1142).
“Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma; Jesús, en Ti Confío (Diario, 47). Quiero que esta imagen (…) sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia” (Diario, 49).
“Esta imagen ha de recordar las exigencias de Mi Misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (Diario, 742).
“Prometo que el alma que venera esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderá como Mi Gloria” (Diario, 48).
“Te envío a toda la humanidad con Mi Misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón Misericordioso. (Diario, 1588). Tú eres la secretaria de Mi Misericordia; te he escogido para este cargo, en ésta y en la vida futura (Diario, 1605) (…) para que des a conocer a las almas la gran misericordia que tengo con ellas, y que las invites a confiar en el abismo de Mi Misericordia” (Diario, 1567).
“Quédate tranquila hija mía, precisamente a través de tal miseria quiero mostrar el poder de Mi Misericordia” (Diario, 133).
“Hija mía considera estas palabras: y sumido en la angustia, oraba más tiempo” (Diario, 157).
“No te extrañes si a veces sospechan de ti injustamente. Yo por amor a ti, fui el primero en beber este cáliz de sufrimientos injustos” (Diario, 289).
“La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi Misericordia” (Diario, 299).
“Antes que venga como Justo JUEZ, abro de par en par las puertas de mi Misericordia quien no quiera pasar por la puerta de la misericordia, pasará por la de mi justicia” (Diario, 1146).
Nunca olvidemos que la fe es espiritual, y no física. Es una confiada certeza que viene del Espíritu de Dios en la mente de un ser humano convertido.
¡Que Jesús de la Divina Misericordia traiga la paz, la reconciliación y el amor a cada hogar de Venezuela!