Revista Coaching
Jesucristo ha resucitado pero nosotros seguimos teniendo nuestros problemas, nuestros dolores, nuestros misterios. Y los que nos rodean también. Y el mundo está inmerso en el dolor y la muerte. Pero Jesucristo ha resucitado y entonces todo cobra un nuevo sentido. Sabemos que la muerte no es más que una puerta que se abre. Sabemos que el dolor pasará y que Jesucristo sufrió dolor y angustia para que nos sintiéramos comprendidos y acompañados. Aunque Jesucristo ha resucitado nosotros seguimos en este mundo con nuestras penas, pero son penas que no nos quitan la paz y la alegría de saber que todo tiene un sentido. Todos estamos en manos de Dios y que el caos que produce el hombre no puede alterarnos en lo más íntimo de nuestro ser. Lo mismo ocurre con el dolor de los que nos rodean y a los que a veces no podemos ayudar. Confiamos en que Dios les quiere más que nosotros y les protege y les acompaña en su dolor. Somos seres espirituales que habitan en un cuerpo y Jesús ya se ha liberado de su cuerpo pero nosotros no, aunque si vivimos inmersos en Dios no notaremos tanto los conflictos de nuestro cuerpo y nuestra alma. Pero aunque así sea sabemos que Dios también sufrió angustia y luego resucitó. Nosotros también resucitaremos, y ahora también podemos hacerlo, viendo la mano de Dios cuidando de nosotros en todo momento. Es posible que solo lo veamos con los ojos de la fe, pero pidamos a Dios que nos haga sentirlo también, pidamos la alegría de la resurrección.