Revista Sociedad
Hoy celebramos la solemnidad de Cristo Rey del Universo. En la actualidad, es difícil hablar de esta fiesta y de su significado para quienes somos sus testigos. En una sociedad pagana, donde todo lo religioso molesta, la figura de Jesús, muerto en supremo holocausto por nuestros pecados, puede incomodar y es dejada de lado privándola de todo sentido trascendente. La realeza y la monarquía nada significan para las nuevas generaciones que solo conocen repúblicas y los reyes, donde existen, se han convertido en elementos del paisaje carentes de participación en las inquietudes y anhelos de los pueblos. No necesitamos destacar la situación de caos y anarquía en la que vive el mundo actual. Todos lo estamos viendo y, de alguna manera, por acción u omisión, somos responsables. Ya no se escucha el Magisterio de la Iglesia. El mismo Cristo ha quedado reducido a un elemento propio de la comunidad primitiva. Los obispos han perdido el prestigio que tuvieron en la Iglesia. El poder civil está al servicio de unos políticos cegados por el ansia de poder y sus propios prejuicios e intereses. La justicia ya no existe. La autodeterminación personal es rechazada y el derecho a tener principios y poder defenderlos no es reconocido. En esta sociedad corrupta, donde los justos son escarnecidos, cómo puedo ser testigo de Cristo, Rey de la Iglesia y del mundo entero. En Col 1 y Fil 2 podemos encontrar la respuesta. La sociedad civil y la Iglesia seguirán sus caminos, pero Cristo seguirá siendo el Rey del Universo que, al final de los tiempos, vendrá a juzgar a vivos y muertos. Jesucristo, en las Escrituras, nos recuerda que "mi reino no es de este mundo" y en otro momento nos dice: "El reino de Dios está ya en medio de vosotros". Dios está presente dentro de cada uno de los fieles a Cristo y su mensaje. Los cristianos caminamos como ovejas en medio de lobos. Los peligros y las persecuciones son, para muchos, una realidad en su vida cotidiana. En las catacumbas, lugares de enterramiento y refugio, es donde está la auténtica Iglesia. Elevemos al Señor nuestras oraciones.