Mientras Jesús enseñaba en la sinagoga vio a la mujer encorvada que estaba enferma desde hacía dieciocho años “y no podía enderezarse de ninguna manera” (Lc. 13: 11). A pesar de ser el día de reposo, la mujer acudió a la sinagoga a escuchar a Jesús por lo que tenía mucha fe. Por eso posteriormente Jesús se refiere a ella como “hija de Abraham”, para anunciar que es una mujer de mucha fe. Puesto que Abraham es el “padre de todos los creyentes”.[1]Es interesante resaltar el hecho de que la mujer tenía muy pocas posibilidades de que Jesús la viese ya que dentro de las sinagogas al fondo “había unas barreras y un enrejado que separaban el lugar destinado a las mujeres”[2]Sin embargo Jesús advirtió su presencia, la llamó, puso sus manos sobre ella y al instante quedó sanada.Imaginemos la alegría de la mujer después de tantísimos años mirando siempre hacia el suelo, y de pronto poder caminar erguida y levantar su mirada hacia arriba. Así es como Jesús quería ver a las mujeres: erguidas y no encorvadas. Pero rápidamente el jefe de la sinagoga en vez de alegrarse por la pobre mujer, se enojó y recriminó la curación de Jesús por ser el día de reposo: “Seis días hay en los cuales se debe trabajar; en éstos, pues, venid y sed sanados, y no en el día de reposo” (Lc. 13: 14). “¡Hipócritas!” (Lc. 13:15) contestó Jesús al jefe de la sinagoga y a cuantos pensaban como él. Y de forma brillante les preguntó: ¿No desata cada uno de vosotros su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber en el día de reposo? Pero a esta hija de Abraham, a quien Satanás había atado durante dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de reposo? (Lc. 13:15-16).Con estas preguntas Jesús vuelve una vez más a dejar sin palabras a sus enemigos. Les llama hipócritas porque presumen de cumplir la ley pero en realidad la utilizan según su conveniencia. ¿Para dar de beber a sus animales si pueden trabajar pero para curar a una persona no? ¿Qué mejor forma de rendir culto a Dios que curando a una persona enferma? Jesús además aclaró que Dios no es quien enfermaba a las personas tal y como se pensaba en aquella época, sino Satanás, y, Él, Jesús era el Enviado de Dios para liberarlas de todo mal.
Fuentes:Biblia- Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. SCHULTZ, S.J. (1960): Habla el Antiguo Testamento; p. 68. New York: Editorial Portavoz. JEREMÍAS, J. (1980) Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del mundo del nuevo testamento; p.385. Madrid: Ediciones Cristiandad. ANGELINI, G. (1996): El Hijo. Una bendición, una tarea; p.86. Colombia: Editorial San Pablo.[1] ANGELINI, G. (1996): El Hijo. Una bendición, una tarea. p.86 Colombia: Editorial San Pablo. [2] JEREMÍAS, J. (1980) Jerusalén en tiempos de Jesús. Estudio económico y social del mundo del nuevo testamento. p.385