Revista Religión

Jesús cura a la mujer que padecía de flujo de sangre (Lucas 8, 42-48)

Por Cristina Rubio @crisrubse

Jesús cura a la mujer que padecía de flujo de sangre (Lucas 8, 42-48)

Paolo Veronese
Y mientras Jesús iba, le apretaba la multitud. Y una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo lo que tenía y que por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante cesó su flujo de sangre.
Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y preguntas: ¿Quién es el que me ha tocado?
Y Jesús dijo: Alguien me ha tocado, porque yo he percibido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había pasado inadvertida, vino temblando y, postrándose delante de él, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado y como al instante había sido sanada.
Y él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz.


Jesús cura a la mujer que padecía de flujo de sangre (Lucas 8, 42-48)


La mujer sanada no sólo sufría por su enfermedad sino que también sufría por ser rechazada socialmente. 

En aquella época, una mujer con flujo de sangre era considerada impura tanto física como espiritualmente. Por eso las mujeres tenían que permanecer apartadas del pueblo durante los días que durase su menstruación, porque todo lo que tocasen se hacía impuro hasta el anochecer. 

Por tanto esta mujer era considerada impura y todo lo que tocase lo convertía en impuro. Sin embargo la mujer se atrevió a romper la barrera de pureza- impureza, venciendo sus temores por lo que podría pasar al tocar con su impureza a un ser puro. Y lo que ocurrió es que el tocado, Jesús, curó a la mujer transmitiéndole él su pureza a ella.  
En la actualidad, el ser humano continúa rodeado de prejuicios y las sociedades excluyen a muchas personas por diversos motivos. Es importante tener la audacia y osadía de esta mujer para acercarnos a quien siempre está dispuesto a tratarnos con amor. 
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