Revista Opinión

Jesús y los fariseos (ortopraxis y heteropraxis)

Por Beatriz
Jesús fariseos (ortopraxis heteropraxis)
autor: blog Agua Viva
En la Iglesia vemos frecuentemente a los defensores de la ortopraxis (recta práctica) y fustigadores de la heteropraxis.  Pero algunos entienden 'ortopraxis' a su manera.
Para el teólogo progresista, ortopraxis es caridad sin ortodoxia:
 “Teólogos como J. Moltmann, J.B. Metz, G. Gutíérrez, J. L. Segundo y D. Sólle han criticado las preocupaciones demasiado centradas en el individuo de la teología trascendental neo-ortodoxa protestante o romano-católica (…) estos pensadores tendían a aceptar un principio que, desde el punto de vista filosófico, había sido asociado a la obra de Karl Marx, a saber: que es más importante transformar el mundo que interpretarlo” http://www.mercaba.org/DicTF/TF_ortopraxis.htm
Se equivocan esos teólogos porque Jesús avala la ortodoxia de los fariseos: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos” (Mat. 23, 2). Avala su autoridad doctrinal ante el pueblo: “Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo”, pero seguidamente le dice al pueblo que no imiten sus obras “porque dicen y no hacen”. Es decir, la ortodoxia que enseñan con la boca no la ponen en práctica.
La primera y principal ortopraxis (recto obrar) que debemos guardar es LA CARIDAD.
Lo dijo San Pablo en su primera carta a los Corintios:
“Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el Amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca. Si yo tuviera el don de profecías, conociendo las cosas secretas con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta fe como para trasladar los montes, pero me faltara el Amor, nada soy.”
Pero no es ‘caridad sin ortodoxia’ como dicen los teólogos progresistas. Es bíblicamente demostrable que Jesús alabó la ortodoxia de los fariseos.
Entonces ¿dónde está el problema?
Que la principal heteropraxis de la que nos debemos cuidar es la ausencia de caridad.
Los fariseos eran ortodoxos, lo que Jesús fustigó en ellos no fue su ortodoxia, que alabó, sino su falta de caridad. Por ejemplo, cuando los discípulos de Jesús el día de reposo (Domingo para nosotros), porque tenían hambre, empezaron a comer espigas de trigo. Arrancaban las espigas y las restregaban con las manos. (Marcos 2, 23-28). Los fariseos al verlos le reclamaron a Jesús que en día de reposo sus discípulos no podían realizar ningún trabajo y al frotar las espigas ¡estaban realizando un trabajo!, es decir, ¡no estaban guardando el precepto!. [1]
Lo que más risa me da es la respuesta de Jesús que con las Escrituras les responde: “¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y los suyos? ¿Cómo entró en la casa de Dios, bajo el pontífice Abiatar, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer sino a los sacerdotes, y los dio asimismo a los suyos?”.
Jesús les respondió con un abuso mucho más grave (para la conciencia del fariseo) ¡la profanación de los panes de la proposición! que eran considerados cosa santa ofrecida a Dios y sólo podían comerlos los sacerdotes en el lugar santo:
"La más importante de las ofrendas de pan era la de los  lehem happanin, "panes de la paz" o de presentación (en cuanto eran presentados o estaban destinados a permanecer en la presencia de Yavé).  La Vulgata = "panes propositionis", de donde proviene la expresión impropia "panes de proposición".  Son también llamados "panes sagrados", "pan perpetuo" (I Sam 21, 5 s.; Núm. 4, 7) y posteriormente "panes dispuestos en serie y sobrepuestos" (I Par. 9, 32; 23, 29; Neh. 10, 34).  Los doce panes ( = las doce tribus de Israel) hechos de flor de harina (siete litros aproximadamente cada uno = dos décimas de efa: Lev. 24, 5) por los caatitas (Núm. 9, 31) eran colocados en dos filas (tal vez los unos sobre los otros; 1 Par. 9, 32) sobre la mesa de acacia (primeramente en el tabernáculo o tienda) o de cedro (en el templo) cubierta de oro, de un metro de longitud por medio metro de latitud, aproximadamente (Ex. 25, 23-30); la reproducción en el arco de Constantino), puesta en el Santo frente al candelabro de oro, y precisamente a la izquierda (al norte) del altar de los perfumes. Renovándose todos los sábados, y los panes retirados pertenecían a Arón y a sus hijos (y, por tanto, a los sacerdotes), que habían de comerlos en el lugar santo, por ser cosa santa ofrecida antes a Yavé." (Diccionario Bíblico, F. Spadafora, p. 442)

Es como si Jesús les dijera a los fariseos: “Ajá! Con que te escandalizas por eso…pues toma! Escandalízate ahora por esta excepción de la norma, por caridad, y que es Tradición.”
Claro que lo que Jesús mencionó es una EXCEPCION A LA REGLA, y esto es lo que no quieren entender los teólogos progresistas, una excepción de la norma POR CARIDAD de ninguna manera se constituye en norma, continúa siendo una excepción, y las normas y leyes se deben respetar (Jesús no vino a cambiar nada de las leyes o normas Mt. 5, 17) [2]; como también por caridad hay que evitar escandalizar a los de conciencia débil; si un cura que va a sacar en procesión al Corpus Christi tiene una fuerte faringitis y se pone una bufanda para protegerse del frío, esto es una excepción a la norma, lo miramos con caridad, pero también ese cura debe, por caridad, evitar escandalizar a los hermanos (principio apostólico que se lee en el pasaje de las carnes inmoladas), y por eso evitar en lo posible usar esa bufanda, es preferible que no la use.
Como tan acertadamente señalara Miguel Iglesias en su artículo: Unidad, Libertad y Caridad.
"San Agustín expresó de manera sintética y genial los principios aptos para resolver el problema de la unidad y la pluralidad en las comunidades cristianas: "Unidad en lo necesario, libertad en lo opinable, caridad en todo"."

En todo caridad.
[1 y 2] Jesús no vino a cambiar o anular algo de la Ley, como algunos teólogos progresistas enseñan, vino a perfeccionar la Ley poniendo de relieve el espíritu de caridad, que en ella estaba en germen:
"La Ley mosaica, que además de Ley moral era litúrgica, social y penal, tenía un aspecto muy jurídico, agravado aún más por los escribas, que habían hecho de ella la norma férrea, pero extrema, de su vida individual y colectiva.  Jesús la eleva a su perfección poniendo de relieve el espíritu de caridad, que en ella estaba en germen.  Conforme a esto dirá después San Pablo que toda la Ley se resume en este precepto: "Amarás al prójimo como a ti mismo" (Gal. 5, 14)  (Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga, O.P.)

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