A Saúl Jiménez Fortes el tercero le sacó el chaleco entero cuando se disponía a darle un molinete de rodillas. Como el toro de Charro carecía de viaje, se le quedó encima. Nos encontrábamos al final de la faena. Tampoco había tenido un mayor empleo antes. Nobleza sin fondo y sin clase. Jiménez Fortes ya se había apretado mucho por chicuelinas. Y así de ceñido emprendió también la obra muleteril sobre la firme derecha. Los de pecho los borda. Como al toro le costaba cada vez más irse y lo de Saúl es más de ataque y acortar, hubo por ahí momentos de barullo. Pero el valor no se discutió una vez resuelta por manoletinas la labor. Oreja cual valerosa medalla.
El sexto completaba el lote de Loreto Charro, como otra corrida distinta por hechuras de la primera parte, puede que más apoyados en sangre de El Pilar. Apretó también este último en banderillas. Fortes de nuevo arreó fuerte. Encajó un derrote nada más iniciar la faena como quien oye silbar. El toro embestía empellones y luego a medias, como sin ir metido en la muleta. Ritmo ni por asomo. Se montó literalmente. Aunque a veces precipite el momento. Hay madera y valor. Y habiendo, se puede tallar. Falló con la espada a la primera. Pero de la segunda arrancó la oreja. Y la puerta grande.
Javier L. Hernanz (ABC.es)
Jiménez Fortes, que debutaba en Valladolid, volvió a dar la cara. Dejó su tarjeta de presentación en el saludo a la verónica y se pasó el toro a milímetros en el ajustadísimo quite por chicuelinas. Toda la faena de muleta estuvo presidida por la firmeza, el ajuste y la templanza. Basó su actuación en la diestra, por donde el animal se desplazaba algo más, y aunque no hubo gran brillantez artística, el conjunto tuvo gran verdad.
Se metió entre los pitones, que le rozaron los muslos en varias ocasiones. Incluso fue volteado aparatosamente al rematar un molinete de rodillas, afortunadamente sin consecuencias. Tuvo suerte porque el toro le arrancó de cuajo el chaleco. También en la suerte suprema se entregó y cobró un estoconazo. Cortó una oreja a ley.
Igual que la del último, al que pinchó antes de otra estocada arriba. El público valoró el esfuerzo del malagueño. En éste tuvo aún más mérito porque el toro era rebrincado e incierto. No le importó a Fortes, que se puso en el sitio y, a base de tragar, consiguió robarle naturales largos y templados. Magnífica impresión la causada por Fortes.
Mónica Alaejos (Mundotoro.com)
¿Existe o siempre hay que forzar el corazón y la cabeza para conseguirlo? Si nos ponemos a pensar en el valor es cierto que éste se demuestra cuando eres capaz de preveer el peligro y no echarle cuenta cuando se va acercando de manera inevitable pero podemos discutir incluso si existen diferentes tipos de valor. El valor seco, el que te hace cerrar los ojos y echarle coraje aún a sabiendas de que puede pasar algo, el valor inconsciente que nace de la ignorancia, de no saber cuál es el riesgo, el valor técnico cuando el dominio de las teclas es tan grande que el peligro termina agachando las orejas ante su impotencia y el valor de Jiménez Fortes que es un valor natural.
Fortes torea así, como es, con una naturalidad pasmosa. Se pasó al sexto por la barriga consiguiendo unos naturales vertiginosos frente a un toro exigente, más deslucido que malo que salía a su aire de la muleta y del que llegamos a olvidarnos inmersos en el quehacer del malagueño que como Pedro por su casa se jugaba la vida sin despeinarse. Lo suyo es de infarto para los que no tenemos ese don y si le dan a elegir, ese toro habría elegido a Fortes de todo el escalafón.
Su primero fue soso y molesto, se venía mucho por dentro y se puso andarín. Estuvo a punto de llegar el drama porque el peligro se acercó demasiado a Fortes, incluso le arrancó el corbatín en el suelo tratando de amedrentarlo pero no pudo con él. Y no pudo porque Fortes no sabe hacerlo de otra manera porque en su mente la ambición se ha aliado con la raza y porque el valor natural es como la belleza, puede perdurar e incluso aumentar pero nunca se desgasta.