Hasta
Menlo Park, cerca de San Francisco, donde pocas veces se informa sobre España, llegaron
en los noticiarios las imágenes de los sindicalistas sevillanos manifestándose
contra la juez Alaya exigiendo “libertad”, y llamándole “fea, hortera” y
miembro del PP.
Dentro
de ese pequeño parque de atracciones que suele ser la cafetería de las empresas
de Silicon Valley, varios trabajadores de una de ellas, entre los que estaban
dos españoles, comentaban que la escena les recordaba a los camioneros de las
mafias sindicales que conocían por el cine de los años 50.
Parecían
aquellos piquetes que protestaban frente a los juzgados bajo el mandato de
Jimmy Hoffa, que comenzó como admirable sindicalista, pero que fue
corrompiéndose hasta que alguien lo hizo desaparecer en 1975, poco antes de que
en España muriera Franco.
Los
quizás dos centenares de manifestantes de Sevilla seguramente empezaron su vida
sindical en aquellos tiempos, en los que se exponían a la persecución de temible
Brigada Político-Social.
Jóvenes
idealistas entonces, luchaban por la libertad y la democracia. Florecían las
CC.OO. y renacía más tímidamente la histórica UGT.
Pero
pasaron 38 años. Fueron premiados en democracia con ayudas, subvenciones y
edificios para compensar las décadas de falta de libertad en el franquismo.
Los
galones ganados en aquellos tiempos heroicos hicieron que muchos se quedaran
para siempre viviendo de los sindicatos, más liberados aún que los liberados.
Mejoraron
su vida, adquirieron caros pisos, incluso chalés, nunca volvieron a trabajar y
se acostumbraron a la vida cómoda que exigía engañar y trampear, si fuera
necesario.
En
televisión, ahora sesentones, mostraban considerables tripas cerveceras, marisqueras,
nada de la Internacional “famélica legión”.
Gordos y decrépitos, estos sindicatos carecen de salud democrática y moral, y mundo adelante, quizás no tanto en España, recuerdan a Jimmy Hoffa.
Hasta podría pensarse que Hoffa, al que se dio por muerto en 1982 sin encontrar su cadáver, estaba entre los manifestantes.
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SALAS Su crónica de hoy, y su inevitable clasico