Esto de las siglas puede originar confusiones. Ocurre, por ejemplo, con las de JMJ. Si las uso yo, cosas de la casualidad y la paradoja, bien podrían significar, con todo el derecho, Juan Manuel Jurado. Para algunos, JMJ significa, todos los fines de semana y fiestas de guardar, Joder Menuda Juerga (son gentes irreverentes cuyas letanías se diluyen entre risas, músicas repetitivas y vapores etílicos). O, en fin, quizá el más tradicional e inconsciente JMJ sea el de ¡Jesús, María y José!, exclamado por nuestras abuelas cuando las actitudes de los nietos y nietas les escandalizaban.
Hoy, el JMJ más extendido es el de la Jornada Mundial de la Juventud. Pero, para algunos -muchos de ellos JMJ (Jóvenes Muy Jodidos)-, quizá escamados por la suerte de privilegios concedidos en el uso del dinero público, del espacio público, del transporte público, de las instalaciones públicas... estas siglas se traducen en Juntana con Mucha Jeta. Porque el evento patrocinado por El Corte Ingles (sin duda por una cuestión de fe, no por la desgravación del 80 % de los fondos aportados, lo que viene a significar que su publicidad les sale casi gratis y termina pagándola Hacienda que, dicen, somos todos),y por el Banco de Santander, y por Movistar, y por Coca-Cola, y por Mahou (sin alcohol, claro), y por Endesa, y por Botín, y por Caja Madrid, y por la SGAE (aquí los derechos son divinos), y por Ford, y por la COPE y por... hasta 127 empresas he contado en la web oficial (http://madrid11.com/es/patrocinadores) entre socios, patrocinadores, amigos, media partners o empresas 2011, es decir, las "que aportan 2011 € al mes en efectivo o en especie a la organización de la JMJ", el evento, decía, quiere alardear de que no utilizar fondos públicos. Pero eso es, al menos, una verdad (o una mentira) a medias que debería ser expurgada en los confesionarios portátiles del Retiro. Porque si la Comunidad de Madrid cede el uso gratuito de colegios públicos, no parece de recibo que la Iglesia cobre a sus clientes por el uso de esas mismas instalaciones. Porque si acaban de subir el billete del Metro un 50 % para todo hijo de vecino, no parece equitativo, y sí muy discriminatorio, que a las huestes papales les cueste el 80 % menos el abono de transporte para moverse por Madrid (¿y los jóvenes no católicos, y los parados, católicos o no?). Porque la enorme facilidad que se da a los organizadores de la JMJ (a la Jerarquía Eclesiástica, vamos) para montar y desmontar sus múltiples actos contrasta con las, también enormes, dificultades que, por ejemplo, va a tener la manifestación anti-Papa que, con el mismo derecho, desea expresar su opinión por las mismas calles por las que paseará Benedicto.
Yo no discuto la fe (o sí, pero ahora no). Allá cada cual. Pero la capacidad de congregación demostrada por los católicos para juntarse entre ellos y saber atraer los dineros de grandes empresas y particulares, bien podría ser utilizado en otros fines (Somalia se me aparece en la imaginación como un espectro). Que lo pasen bien, que recen mucho, que alaben a Dios, que rueguen por nuestras almas pecadoras, que manden un mensaje al altísimo o hagan un exorcismo para que las Bolsas y las Agencias de calificación se humanicen y expulsen al maligno (vive entre ellos). Y que cuando Ratzinger y sus muchachos y muchachas regresen plenos y henchidos de gozo a sus respectivas casas tras reflexionar colectivamente sobre el futuro de esta humanidad cada vez menos creyente (¿por qué será?), que no olviden que el día a día, desgraciadamente, contrasta con esta exhibición de despilfarro en un mundo muy necesitado de acciones firmes para que la justicia social, la de los hombres, tome las riendas del asunto. Amén.