El pasado domingo, aprovechando que estaba pasando el puente en Barcelona, me acerqué a Badalona para disfrutar del concierto de Pájaro Sunrise, uno de los grupos que más ganas tenía de ver en directo. La actuación de Yuri Méndez y compañía era parte del programa GPS, que está llevando a un buen número de artistas interesantísimos por todos los rincones de la geografía española, y el lugar escogido, el Club Estraperlo, una sala grande situada en un polígono a las afueras, rodeada por discotecas llenas de jovenzuelos. Aunque no me enteré hasta unas horas antes, los Pájaro Sunrise serían teloneados por Joan Colomo, un músico al que, perdónenme, jamás había escuchado y al que desconocía por completo.
En la sala, para qué engañarnos, estábamos poca gente, algo que se hacía más visible por las dimensiones de la misma. Joan (miembro de Unfinished Sympathy, La Célula Durmiente y Zeidun) estuvo dando tiempo a impuntuales y rezagados hasta que, una hora después de lo previsto, se subió al escenario acompañado únicamente por su guitarra llena de remiendos de cinta aislante. Y empezó el show, con un Joan que consiguió que todos los que allí nos habíamos reunido lloráramos de risa con sus constantes interrupciones, gestos y bromas. Con una voz exageradamente infantil y aguda, el catalán fue presentándonos su último álbum convirtiendo cada canción en un juego en el que todos éramos cómplices. A pesar de que las carcajadas del público y del propio artista apenas dejaban que las canciones fluyeran, se podía atisbar un enorme ingenio detrás de las letras de temas como El abismo de uno mismo, Un comino, Todo es tan jodidamente relativo o L´ocell, algo que después, con más calma, he podido comprobar en casa al descubrir su fantástico y altamente recomendable Contra todo pronóstico.
Con el eco de la risa aún resonando por toda la sala, llegó el turno de Pájaro Sunrise, el momento que tanto estábamos esperando. Aunque arrancó solo, después de un par de temas de calentamiento a Yuri se le unieron sus habituales acompañantes en el escenario; batería, violín, bajo y Esther con la guitarra, el xilófono y a los coros. La banda había sufrido una baja inesperada de última hora y se habían quedado sin acordeonista, así que se vieron obligados a cambiar su repertorio habitual y a improvisar un poco, algo que, por cierto, no se les dio nada mal. Durante algo menos de una hora, el leonés y sus compinches consiguieron que me quedara absolutamente pegado a sus canciones, disfrutando de cada frase que salía de la bonita voz de Yuri y del buen hacer de unos músicos que, salta a la vista, saben lo que hacen y, lo que es más importante aún, cómo hacerlo bien. Si tuviera que quedarme con un tema, no sé si sería la suavidad de Eleven Days, el buen rollo de Kinda Fantastic, la vuelta de estómago que supuso escuchar la deliciosa versión que hicieron de Jesus Etc de Wilco o la cara más rockera de The things you cherish most, uno de mis temas favoritos y que el domingo me supo a gloria. Fue un concierto corto, pero mentiría si dijera que no mereció la pena acercarme hasta allí. Eso sí, me quedé con muchas ganas de más y no veo el momento de repetir. Si tanto me gustaron el domingo, imagino lo que pueden llegar a hacer con la banda al completo y en un ambiente, cómo decirlo, más acogedor. Aún así, como digo, fue una noche redonda, vive dios.