Cuánto tiempo sin verte por aquí, Negre -me dice Joaquín, con su aire socarrón.
- Ya sabes: no es por cortesía, que tú te aprovechas de mi debilidad -le contesto, haciendo como que estoy tranquila. Su enfermera coloca pulcramente en una tela azul los variopintos instrumentos que dentro de unos minutos estarán revoloteando por las comisuras de mi boca: hay que retocar de nuevo un empaste.No sé si pensar que Joaquín sabe que he vuelto y estoy de nuevo en la Red, y por eso también lo dice, mientras me informa que su hijo, antiguo alumno mío, ya está en la Universidad.
- Veamos..., a ver qué recuerde... Claro, 37.
37. Yo sólo sé que medio empaste de aquí abajo, a la izquierda, rozando la muela del juicio esta, que mira que yo no soy fruto evolutivo y tengo por aquí rondando mis cuatro últimas muelas prehistóricas, pues ese, ese, se perdió en algún momento entre un bocado y otro y hay que retocarlo o rehacerlo o vete tú a saber qué. Joaquín lo llama "37", porque tiene esa familiaridad con mis dientes, colmillos, premolares y demás, que los conoce ya de hace tantos años -sí, cuando no le conocía a Él, y sí a otro, mira- que bien me dice a veces que soy casi una de sus obras maestras.
- Bueno, bueno, bueno... -sé que está sonriendo, aunque se tape con un protector bucal azul. Es un dentista que come chicles sin azúcar mientras trabaja y tararea las canciones de la radio que hace de hilo musical-. Al matadero, Negre, como tú dices...
Para la ocasión he traído mi funda de gafas; prefiero vivir la realidad de mi próxima media hora -diez minutos de anestesia, veinte de trajín- diluida entre sombras difusas y contornos desenfocados. Joaquín se ríe.
- Agárrate a la funda de las gafas, Negre, que allá vamos -sonríe, ajustando los cabezales de su instrumental, y vuelan diminutos fragmentos de material: zis, zas, risssss, ññññic, aspirar, descansar, mirar, comenzar de nuevo, estirar, colocar algodón, mirar por el espejuelo, rissssss, rematar. Joaquín se afana con precisión en mi borroso horizonte: la enfermera estira, recoge, acerca, ilumina la zona, él afina, corta, recompone, presiona.
- Muerde, Negre, a ver si ya está esto -me pide, y suspiro de satisfacción relajando mis nudillos blancos por la presión en la cremallera de la funda al escuchar su veredicto, las palabras casi flotando en el aire: No comas en un rato, ya sabes.