Tras morir de cáncer a los 56 años el mundo entero recuerda estos días la gesta tecnológica de Steve Jobs como si fuera un individuo único, pero el día en el que fallezcan Bill Gates y tantos otros genios estadounidenses de la sociedad postindustrial se dirá lo mismo de estos iconos del verdadero progresismo.
Lo que deberíamos estudiar y copiar de estos personajes es el magma, la sociedad que los generó y con la que cambiaron el mundo.
Jobs inventó un sistema operativo y unos cuadros-iconos para manejar fácilmente la información de los ordenadores. Eso fue el primer Mac, un computador elitista, como todos los aparatos de la marca.
Bill Gates, que creó el MS-DOS, copió los iconos de Jobs, y alumbró el sistema Windows, las ventanas de acceso rápido a toda la información.
Hoy, Microsoft es un programa utilitario, democratizador, pero no un Rolls Royce, que es la obra de Job.
Las herramientas informáticas en los 1970 y 1980 las tenía el mundo entero. Pero se desarrollaron en el ambiente estadounidense que estimula el talento, y la imaginación libre, incluso con poco dinero.
Lo común es que la vida de estos visionarios empezara en universidades sumamente competitivas, a las que no entra cualquiera, aunque a mitad de carrera se abandonen para explotar el propio ingenio, como hicieron Jobs, cuyo apellido significa Trabajos, y Gates, que significa Puertas.
Lo común es que ya en los colegios se premie a los más esforzados e imaginativos, a quienes tengan grandes metas. Ese es el verdadero progresismo.
Lo reaccionario es la bovina igualdad por abajo, como impone el crecientemente retrógrado socialismo español.
El igualitarismo es la mediocridad frente a lo valioso del esfuerzo, la imaginación y la brillantez.
El icono progresista que es Jobs es lo contrario de ese todos iguales que destruye desde niño a tanto Jobs español.
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SALAS