Artista: Joe Jackson & Friends
Álbum: Heaven & Hell
Año: 1997
Género: Rock fusión, jazz, clásica contemporánea
Duración: 50:31
Nacionalidad: Inglaterra, EUA
A mediados de los 90, Joe Jackson se cansó de la etiqueta pop que se había ganado —a pulso— como parte de la “segunda invasión británica” a los Estados Unidos de principios de los 80. Había colocado álbumes y sencillos de corte new wave en los puestos más altos de las carteleras estadounidense, europeas, australiana, pero para él, un músico formado en la Academia Real de Música de Londres, fan de la movida progresiva de los 70 (por ejemplo, de Soft Machine), y conocedor de la música académica, el pop ya había dado todo lo que tenía. Jackson necesitaba moverse más allá. Incursionó entonces en la música para cine y comenzó su viaje hacia la fusión del pop y el rock con el jazz y la tradición clásica. En 1997 vería la luz Heaven & Hell (firmado por Joe Jackson & Friends), álbum en el que se plasmaría su búsqueda no sólo en los recovecos de la historia de la música occidental sino también en el ámbito de la literatura y la filosofía. En 1995 se plantea una investigación sobre los siete pecados capitales (ignoramos si en diálogo con Se7en la tremenda película de David Fincher, de ese año) y desde ahí da forma y vida a una obra musical y literaria sorprendente.
Heaven & Hell en vivo (lista de reproducción de todo el concierto acá)
Me pueden gustar Blur y Oasis, pero ya no tengo la sensación de pertenecer al mundo del pop. No me interesa qué está de moda, quién tiene éxito, quién sale en MTV.
Joe Jackson
Desde los primeros compases, Heaven & Hell anuncia el carácter de la nueva propuesta de Jackson, en la que revisa, sin moralismos ni moralejas (más bien con negro sentido del humor), los siete conceptos del mal y el vicio que la tradición cristiana definió como pecados mortales o capitales. Violines, ritmo y armonía complejos, el piano certero del autor, percusiones diversas y la aparición, tema tras tema, de un notable grupo de amigos, señalan la ruta de esta exploración en la que no faltan la sátira y la ironía, la reflexión sobre el acontecer coyuntural, la ambigüedad ante el “objeto de estudio” —que es ambiguo en sí mismo—, la buena poesía y la experimentación musical en el cruce de tradiciones y estilos.
El “Preludio”, instrumental, nos coloca de arranque en la parte “baja” del edificio moral: estamos con el diablo personificado en el dramático violín de una reconocida ejecutante del mundo académico: Nadja Salerno-Sonnenberg, que se extiende sobre una percusión latina, casi como de bolero, y graves golpes de bajo en piano de Jackson, apoyado por el contrabajo. Lo siguiente es una rápida “fuga” dedicada a la gula (Jackson altera el orden tradicional de los siete pecados), “More Is More”, de tesitura totalmente progresiva. La voz del autor alude al diluvio y, humorísticamente, a la actitud ciega del glotón que “cava su tumba con los dientes”.
El segundo pecado es la lujuria. Aquí Jackson recurre a la genial Suzanne Vega, con quien había colaborado desde los 80. Suzie personifica a una prostituta mientras Dawn Upshaw personifica a una virgen; Jackson las describe como los clásicos arquetipos de los dibujos animados, el angelito y el diablito, susurrándonos a cada oído y destaca que quiería evitar para la prostituta el estereotipo de la voz sensual de femme fatale, a lo que la dulzura de la voz de Vega se presta como anillo al dedo. Los textos de Upshaw en esta estupenda casi marcha, están en latín, fueron tomados de un canto a la virgen del siglo XIV. Hay que mencionar que Upshaw es una de las cantantes más sobresalientes del mundo operístico: su versión de la tercera sinfonía de Henryk Górecky es simplemente sobrecogedora (habrá que traerla al blog).
Sigue la avaricia con “Tuzla”. Nuevamente Dawn Upshaw en la voz de este tema lento y misterioso, esta vez acompañada por Joy Askew (además de Jackson), cantante que ya contaba con la experiencia de haber trabajado con Peter Gabriel entre otros. El cierre de coros sobre percusiones es notable, y la aproximación lírica a este pecado —el favorito de nuestros tiempos— es especialmente lúcida: Jackson lo vincula a la violencia en tiempos de la guerra de Bosnia y deja ver al intelectual, autor de varios libros, que entiende que el auténtico motor de la máquina bélica es el ansia de riqueza.
Un “pasacalle”, “A Bud and a Slice” aborda la pereza que el cristianismo condena como pecado mortal cuando ¡se trata de un derecho! (bueno, no abusemos). Tan ambigua es la definición de este “vicio”, que el papa Gregorio Magno (sí, el de los cantos) le adosó la tristeza o melancolía, considerada en sí misma pecado capital cuando eran ocho. El tema de Jackson es satírico tanto en la música (lenta, perezosa, aunque se va acelereando en un divertido vals) como en la lírica. Canta con Jackson Brad Roberts, de los Crash Test Dummies, y cuenta con el fagot de Judy LeCLair. La interpretación que hace Jackson de este pecado es una clara descripción de la indolencia del humano contemporáneo (sorprende su actualidad a más de 20 años), que se da por bien servido mientras no le molesten la serie de TV: “Dicen que Lucifer es libre. ¿Qué vamos a hacer? No me preguntes a mí. Pero no es que no salga nunca de estas paredes. ¡Tengo cultura! Voy al cine. La semana pasada vimos la nueva de Tarantino”.
“Right” es el tema de la ira. La música entra a un beat de hard rock coreado con fuerza que acompaña a un personaje agresivo e intolerante, dispuesto (otra vez, desde el sarcasmo) a romperte la cabeza si no te gusta lo que es o lo hace (cualquiera diría que es un tuitero promedio). Tiene un intermedio percusivo interesantísimo pues se trata de un percusionista callejero, de los que tocan baldes de plástico en las calles de Nueva York, recogido con una grabadora portátil, incluyendo el sonido ambiente de la hora punta.
“The Bridge” es la envidia. Jackson la aborda desde el extremo de la persona envidiada, no del de la envidiosa, y cuenta que es una posición terrible y dolorosa que le ha tocado habitar. La voz es de Jane Siberry, de gran dulzura, que se extiende sobre percusión latina lenta y piano, en la que es quizá la mejor melodía del disco; una hermosa balada.
El cierre es una segunda fuga, “Song of Daedalus”, dedicada al que sería el peor de los pecados en esta visión jacksoniana: la soberbia. Y sin embargo, así como en el preludio quien comanda es el diablo, acá la soberbia queda en la voz de dios: “Llámame Ahora, llámame Estrellas y Luna y Arado, llámame Señor, llámame Caballero, llámame Tierra y Viento y Fuego, llámame Juez, llámame Shah, llámame Rey, llámame Zar, llámame DIOS”. Somos nosotros, los escuchas/lectores, quienes finalmente tenemos que decidir, entre ese diablo seductor y ese dios soberbio, qué del mal y qué del bien nos ponemos como ropaje para andar este “valle de lágrimas” porque es nuestra conciencia quien decide sobre el bien y el mal. El cierre es un regreso de los temas del preludio (bajo y violín), como para remarcar que diablo y dios son sólo los dos polos, el blanco y el negro, de la infinita gama de grises que es la vida.
Jackson dijo alguna vez que este era su trabajo más ambicioso; no faltó el crítico nostálgico del new wave que convirtió ambición en pretensión, pero Jackson sabía lo que hacía. De hecho, antes de lanzar esta producción había dejado su disquera anterior, Virgin, y había firmado con Sony, casa que decidió sacar este disco en su sello de música clásica. Sabemos que era marketing, reposicionamiento de nicho, pero algo de verdad había en la decisión: Heaven & Hell es una pieza que contiene sabiduría académica, profundidad filosófica y una inteligente combinación de estilos para darle nueva vida al crossover (habría de ser llevada a los escenarios como teatro-performance).
Si Jackson permaneció en la memoria colectiva como artista pop de la era new wave es porque sobre esta memoria pesa demasiado la industria: ella decide qué comemos, qué nos gusta, de qué disponemos, y a quien se le ocurre salir de esa estrecha jaula, ella lo olvida. Pero este notable creador siguió adelante, desinteresado respecto a la industria y los éxitos, y concentrado, más bien, en sus propios intereses y necesidades expresivas. Anómalo entre los anómalos, escribió por ejemplo un panfleto a favor del tabaco cuando la ideología antitabaco comenzó a acosar a los amantes de este sabroso vicio; hizo activismo en contra de las prohibiciones del tabaco y hasta dejó Nueva York (se fue a Berlín), entre otras razones (bromea), porque en la Gran Manzana ya no lo dejaban fumar. Aún en intensa actividad, Joe Jackson ha entregado verderas joyas de la música contemporánea, a medio camino entre lo popular y lo académico y recuperando mucho del jazz que le gusta (desde Gershwin hasta el swing). De hecho se identifica con el compositor de la “Rapsodia en azul”, uno de los pioneros, junto con Bartok, del homenaje sinfónico a las tradiciones populares en el siglo XX.
(Un agradecimiento especial al Chacho Tort por haber puesto esta joya en mis oídos cuando estaba recién salidita del horno).
Dicen por ahí:
Joe Jackson speaks about 'Heaven and Hell'
An astonishing listening experience, Joe Jackson's 'Heaven and Hell' shatters the boundary between 'popular' and 'classical' music to bring us a unique composition. A series of trenchant interpretations of the Seven Deadly Sins, it draws together classical stars - soprano Dawn Upshaw, violinist Nadja Salerno-Sonnenberg - and artists better known in the 'pop' world - Suzanne Vega, Joy Askew, Jane Siberry, and the Crash Test Dummies' Brad Roberts - and vibrantly showcases Jackson's composing, keyboard, and vocal skills.
Peter Gelb, president of Sony Classical, terms the record "a tour-de-force of composition and performance." And for the composer himself, the album's "timeless theme" provided a springboard for the kind of project he does best - one which incorporates elements of several traditions, but transcends genre or fashion. While Jackson's vocals shine in parts of 'Heaven and Hell,' the singer says, "I can't be limited as a composer by the limitations of my own voice." Similarly, Jackson can no longer be defined as a 'singer-songwriter,' but only as a composer, and one who defies categorisation. "My musical background is very eclectic, and it just doesn't feel natural or honest to me to work within one specific genre," says Joe. "Besides, I think the question of 'what style is it?' is the least important one. What's important is whether something has passion and originality, whether it stimulates and moves people, whether it's ALIVE."
For Sony Classical, too, 'Heaven and Hell' embodies a pioneering approach. Peter Gelb comments, "In working with artists like Joe, who transcend genre, we're trying to redefine the role of a classical label. We want to return to the idea of classical music as an emotional experience for the listener. Using musicians, from whatever background, whom he felt would best interpret his ideas, Joe has come up with exactly the kind of record that, while it's brilliantly inventive, will also stoke that emotional chord." Joe's perspective on the new signing is simply that "I went where the most enthusiasm was. And so-called 'classical' labels seem to be more open-minded than pop labels right now."
Recorded at Avatar Studios in New York City in the winter of '96-'97, 'Heaven and Hell' grew out of two years of intensive research into the literature and iconography of Sin. "I wanted a theme to hold an album together. The Deadly Sins was one of several I had in mind, but it kept growing on me! At first I thought, 'it's been done before' - but actually that's one of the things that makes it interesting - it's a universal theme that everyone interprets differently." Joe says that the resulting song-cycle is very much about paradoxes and contrasts: Good and Evil, Beauty and Ugliness, Pain and Pleasure. "I was intrigued by the idea that all of these Sins are inside all of us, but they have dark and light sides - they're gateways to either heaven or hell. Also, I found a lot of humour in this theme - a lot of the record is satirical and funny, at least to me, anyway!" The actual sequence of the Sins also inspired Jackson. "Traditionally, they're in a specific order, from the least bad to the worst, and the order suggested a musical structure to me. For instance, Sloth is right in the middle, and it's a sort of zone of negativity, so it's the 'slow movement', if you like. But then you have Anger, and there's an explosion of energy which gets you out of that zone."
'Heaven and Hell' begins with a dramatic 'Prelude,' with Nadja Salerno-Sonnenberg's blistering violin performance representing the Devil - both charming and menacing. 'Fugue 1/More Is More' (Gluttony) draws on imagery from Dante's Inferno and Noah and the Flood, and detonates in a flurry of notes: a four-part Fugue representing furious Excess.
'Angel' grapples with Lust. "The point of view is of a young guy who's horny and confused," says Joe. "It's like he has a little cartoon angel on one shoulder and a devil on the other, both tempting him". The archetypal voices of the Virgin and the Whore are enacted by Suzanne Vega, with sly and sometimes bizarre innuendo ('Hey Rufus, how's the rain on the rhubarb?') - and Dawn Upshaw, whose part is based on a lovely 14th century Latin hymn to the Virgin Mary.
"I had a hard time with Avarice," says Jackson of the next piece, 'Tuzla.' "I've never really been motivated by greed or money." Reading about profiteering in war-torn Bosnia, however, and realising that war is at least a matter of greed as it is of violence, inspired Joe to write "not so much a song as a little play, with different voices commenting on the action from different viewpoints." These include voices of Conscience, Forgetfulness, Cynicism and Greed, as well as the voices of average citizens who've been "reduced to commodities ('a bar of soap, a can of oil' etc.) - they're no longer human, they ARE what they have to sell or trade."
The wry 'Passacaglia/A Bud and a Slice' ('They say Lucifer's free / What shall we do? / Don't ask me') features Brad Roberts as the voice of Sloth ("I wanted 'lugubrious,'" says Joe, "and he's Mr. Lugubrious!") Then comes the aural assault of 'Right,' featuring two stellar rock drummers, Kenny Aronoff and Dan Hickey. "That was a great session," says Jackson, "they were like gladiators in the studio, trying to outdo each other". A third drummer, a street musician by the name of Jared Crawford, was added, playing plastic buckets right in the middle of Times Square, captured on a portable tape machine at the height of the rush hour. Jackson acknowledges that 'Right' is the closest the album gets to out-and-out rock'n'roll. "Rock'n'roll has a limited emotional range, but it's really good at Anger."
'The Bridge' examines Envy from the viewpoint not of the Envier, but the Envied. "Being envied is horrible," explains Jackson, "because there's nothing you can do about it. The other person (as the lyric says) 'broke the bridge on their side'." The soaring melody is sung by Jane Siberry.
'Heaven and Hell' concludes with the astonishing 'Fugue 2/Song of Daedalus,' a piece both beautiful and terrifying. "The whole thing is a building process," Jackson says, "from serene self-confidence to monstrous egomania, with the narrator finally declaring himself to be God. Meanwhile the strings behind him get more and more twisted and dissonant."
Offering no facile resolution, however, 'Heaven and Hell' ends at a crossroads, with a reprise of Nadja Salerno-Sonnenberg's demonic violin. "The ending is ambivalent; two chords alternating endlessly without resolving into one key or another," Jackson says. "If you see the whole work as a central character's journey, then at the end he's either damned or he's realised he's gone too far, and he has to pull back. It's your choice."
No such ambiguity lingers about the aesthetic success of 'Heaven and Hell.' Joining and surpassing the very best of Jackson's work, it establishes him more than ever as one of music's true visionaries.
The Joe Jackson Archive
Lista de Temas:
1. Prelude
2. Fugue 1 / More Is More (Gluttony)
3. Angel (Lust)
4. Tuzla (Avarice)
5. Passacaglia / A Bud and a Slice (Sloth)
6. Right (Anger)
7. The Bridge (Envy)
8. Fugue 2 / Song of Daedalus (Pride)
Alineación:
- Joe Jackson / piano, bongós (1), voz (2-5, 8)
- Nadja Salerno-Sonnenberg / violín (1, 2, 8)
- Dawn Upshaw / voz (3, 4)
- Suzanne Vega / voz (3)
- Sue Hadjopoulos / congas y bongós (3, 7)
- Joy Askew / voz (4)
- Brad Roberts / voz (5)
- Judith LeClair / fagot (5)
- Dan Hickey / batería (6 izquierda)
- Kenny Aronoff / batería (6 derecha)
- Jared Crawford / baldes de plástico en Times Square (6)
- Jane Siberry / voz (7)
- William Sloat / contrabajo
Con:
- Mary Rowell, Laura Seaton, Sandra Park, Joyce Hammann, Todd Reynolds, Mark Feldman, Naomi Katz, Cenovia Cummins, James Tsao / violines
- Juliet Haffner, Allison Cornell, David Blinn, Katherine Beeson, Mary Rowell / violas
- Erik Friedlander, Stephanie Cummins, Richard Locker / cellos