Revista Cultura y Ocio

John Adams en La Coruña

Publicado el 12 julio 2009 por Paula
John Adams en La Coruña
El 13 de noviembre de 1779 John Adams partió del puerto de Boston en la fragata francesa Sensible con destino a Francia. Lo hacía en calidad de ministro plenipotenciario de los Estados Unidos en Europa y con la delicada misión de negociar un tratado de paz y otro de comercio con Inglaterra, así como la independencia de las colonias norteamericanas. En su viaje, lo acompañaban sus hijos, John Quincy, de doce años, y Charlie, de nueve, en una experiencia pensada como parte de su formación.
El 5 de diciembre se abrió una vía de agua en la fragata cuando ésta se hallaba a "unas cien leguas de A Coruña o de Ferrol". Dos días más tarde, avistaron la costa gallega y pusieron rumbo a Ferrol donde debían reparar la nave antes de continuar su viaje. Aquí Adams pudo mantener contacto tanto con militares españoles como franceses, pues había barcos de guerra franceses en la ciudad. Las impresiones de John Adams las conocemos gracias a las cartas que le envió a su esposa Abigail así como a sus Papeles y su Diario, en los cuales registró sus actividades diarias así como aquellas novedades que más llamaron su atención. Adams y su comitiva pararon en Ferrol entre el 8 y el 15 de diciembre, hospedándose en la fonda de Pepota Betoneca, en la calle de la Magdalena. De esta estancia resaltó el chocolate a la española "que responde a la fama que tiene en el mundo entero", su asistencia a una representación de ópera italiana, que calificó como "un entretenimiento aburrido", ya que no entendía la lengua italiana, o las diferencias entre los oficiales españoles y los franceses: "la gravedad y el silencio distingue a los españoles; la alegría, vivacidad y locuacidad a los franceses".

De Ferrol señaló lo siguiente: "Ayer anduve por la ciudad; pero no hay nada que ver, salvo las iglesias, los arsenales, los diques secos, las fortificaciones de la plaza y los barcos de guerra en el puerto". No obstante a la iglesia de San Julián la califica de "magnífica", señalando que la piedra de los edificios "es tan buena como la de South Common de Baintree", su localidad natal. Asimismo le llama la atención el emplazamiento de la plaza, bien defendida a nivel naval pero muy vulnerable ante un ataque terrestre, por estar rodeada de montañas. También habla de las autoridades de la ciudad y de su administración, así como de los contactos militares que establece con los franceses fondeados en la ciudad y con las autoridades españolas.

La avería del Sensible resultó ser más grave de lo pensado en un primer momento, lo cual obligó a Adams y su comitiva a continuar el viaje hasta Francia por tierra. Ello les obligaba a continuar el viaje en mulas aunque el futuro presidente se comprometió a buscar un carruaje para los miembros más jóvenes de la expedición. Para éstos compró también un diccionario de español y una gramática, de manera que John Quincy y Charlie Adams se entretuvieran aprendiendo la lengua del país, por lo visto con bastante éxito.
El 15 de diciembre emprendieron viaje a La Coruña; salieron a las cinco de la mañana: cruzaron la bahía de Ferrol en barco y luego tomaron unas caballerías. Comieron en Ponte do Porco y llegaron a Coruña a las siete de la tarde, donde un oficial español, que hablaba inglés, mantuvo abierta la puerta de la ciudad para ellos y los condujo a la fonda donde tenían pensado hospedarse. Sobre su hospedaje en La Coruña comentó: "lleva el pomposo título, en francés, de Hotel du Grand Amiral, regentado por gentes que hablan francés". Tras tratar con las autoridades de la ciudad, que le brindaron una sincera acogida, una de las visitas que realizó mientras se preparaba su viaje hasta el País Vasco, fue a la Torre de Hércules, que él denominó como Torre del Hierro y de la que da una descripción: "es un monumento muy antiguo. Estaba destinado a Faro, porque desde él se domina un gran panorama del mar. Se ven todos los barcos que vienen del este y del oeste. Antes tenía una magnífica escalinata, que subía en espiral desde el suelo hasta la altura máxima, y se dice que una vez un general subió a caballo hasta lo más alto, o quizás lo hizo en coche. Pero las escaleras han desaparecido y las piedras sirivieron para pavimentar La Coruña. El mortero que une a las piedras, es tan duro como las mismas piedras, y parece que hay en su composición una gran cantidad de piedra".
Como había hecho con Ferrol, Adams describe la organización administrativa de la ciudad, resaltando la presencia del Capitán General, que entonces era Pedro Martín Cermeño, y de la Audiencia, uno de los lugares que, como abogado, más interés despertó en el futuro presidente y de la cual dijo: "Tiene tres salas, una de lo civil, otra de lo criminal y otra mixta. Los jueces más jóvenes son de lo criminal". El cónsul francés le presentó al Presidente de la Audiencia, a los otros magistrados y al Fiscal general.
Datos curiosos y que dan buena cuenta del sentir anticlerical de los ilustrados son los que se desprenden del comentario a su visita al convento de los franciscanos: "visité con el cónsul francés francés un convento de franciscanos. Anduvimos por la iglesia, los claustros y las celdas. El cónsul me dijo que éstas son las celdas de los celos, el odio, la envidia, la venganza, la intriga, la malicia, etc. Hay más intriga en un capítulo de monjes por la elección de un prior de la que se empleó para producir la revolución entera de la América del Norte. Un fraile no tiene relaciones ni afectos que suavicen sus pasiones, sino que es dejado completamente a sus ambiciones. Las frases inscritas en la entrada de las celdas en verso latino era ingeniosas y con buenas moralejas".
Adams también se preocupó por la grastronomía, que fue de su gusto, por el comercio de la ciudad -citando la llegada del barco correo de la Habana, pero sin darle mayor importancia- o el método de recaudar impuestos. No había carruajes en la ciudad, de manera que el representante de las colonias americanas en La Coruña, Michael Lagoenere, contrató todo el transporte de la comitiva de Adams a Ramón Sanz, en la ciudad de Santiago. Finalmente, el 26 de diciembre dejaron la ciudad por la nueva carretera que unía la ciudad con Madrid.

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