John Ruskin.Sésamo y lirios.Edición y traducción de Javier Alcoriza.Cátedra Letras Universales. Madrid, 2015
Ningún libro vale algo si no vale mucho, ni es servible hasta que ha sido leído, y releído, y amado, y amado de nuevo; y marcado, de modo que podáis referiros a pasajes que necesitáis en él como un soldado puede coger el arma que necesita en un arsenal, o un ama de casa traer la especia que necesita de su despensa, escribe John Ruskin en Sésamo y lirios, un volumen que publica Cátedra Letras Universales con edición y traducción de Javier Alcoriza.
Como un crítico trágico e innovador a partes iguales definió Bloom a Ruskin, que murió con el siglo XIX y había nacido en Londres en 1819, el mismo año que la Reina Victoria. Analista de todas las artes, formado en la sensibilidad romántica, fue el mejor crítico inglés de su época. Pero fue más que eso: su delicada sensibilidad y el amplio horizonte de sus conocimientos lo convierten en una figura única en la tradición cultural europea y en un antecedente de algunas tendencias de la crítica contemporánea en el ámbito de la lengua inglesa.
Su mirada a la naturaleza y al arte influyó decisivamente sobre Proust, el más conocido de sus lectores, que tradujo Sésamo y lirios al francés y escribió para prologar esa traducción un ensayo espléndido, Sobre la lectura.
Es el más difundido de los libros de Ruskin, que integró bajo ese título tres conferencias impartidas entre 1864 y 1868. Además del Sésamo –“Los tesoros de los reyes”– y los Lirios –“Los jardines de las reinas”–, la tercera conferencia –“El misterio de la vida y sus artes”–, para algunos el más perfecto de sus ensayos, resumía según el propio Ruskin todo lo que sabía y sus últimos seis párrafos contienen la mejor expresión de lo que hasta ahora he sido capaz de poner en palabras.
Un conjunto que tiene como eje una serie de propuestas sobre cómo y qué leer, con Dante, Milton, Homero y Shakespeare como exponentes del canon clásico, como pauta de lectura que busca lo eterno, en la revelación que está por encima del paso del tiempo porque leer no es fácil y el misterio de la vida, cada vez más impenetrable.
Sésamo y lirios propone una teoría del libro a partir de dos temas fundamentales que resumía así Ruskin en el Prefacio de 1882: la majestad de la influencia de los buenos libros, y de las buenas mujeres, si sabemos cómo leerlos y cómo honrarlas.
Estas conferencias fijan un arte de lectura en torno a dos preguntas, qué leer- siendo la vida muy corta, y pocas sus horas tranquilas, no deberíamos desperdiciar ninguna de ellas en leer libros sin valor- y cómo leer -debéis adoptar el hábito de mirar intensamente las palabras y aseguraros de su significado, sílaba a sílaba, o mejor, letra a letra.
Pero esas dos cuestiones surgen de una pregunta más profunda y más radical: por qué leer, que Ruskin contesta así:
Leemos porque somos hombres, no insectos; somos espíritus vivos, no nubes pasajeras./.../ Hagamos el trabajo de los hombres mientras tengamos su forma y, tal como arrebatamos nuestra estrecha porción de tiempo a la eternidad, arrebatemos también nuestra estrecha herencia de pasión a la inmortalidad, aun cuando nuestras vidas sean como humo, que aparece un momento y al punto se disipa.
Es la primera vez que se recogen en una edición en español los prefacios y las conferencias de Ruskin en un volumen que incorpora los delicados dibujos de un crítico plural que además de ejercer esa influencia decisiva en Proust constituye uno de los momentos más altos de la prosa inglesa del siglo XIX.
Santos Domínguez