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John Updike - Corre Conejo

Publicado el 30 noviembre 2010 por Polonius
John Updike - Corre Conejo 
Harry “Conejo” Angstrom es el personaje fetiche de John Updike. Lo hace nacer en 1960 con ‘Corre, Conejo’ cuando ambos frisan los treinta. Lo retoma en las dos siguientes décadas, en 1971 con ‘El Regreso de Conejo’ y en 1981 con ‘Conejo es rico’, dando cuenta de su camino a la madurez que jalona el del propio autor. En 1990 Updike mata a Angstrom en ‘Conejo en Paz’, temiendo que la muerte le sorprendiera a él primero privando a su personaje de conclusión. Pero todavía en 2001 aparece ‘Conejo en el Recuerdo’, en dónde se atan los numerosos cabos sueltos que Angstrom deja en vida.
Esta introducción sirve para mostrar que Conejo Amstrong no es únicamente un personaje alrededor del que gravitan una serie de temas, es todo un proyecto literario que se extiende a lo largo de cinco décadas. Amstrong va marcando, como los anillos interiores en la madera de un tronco, el rastro de los vicios de su generación de americanos. El tiempo no le hace crecer, sólo le transforma físicamente y lo degrada. Interiormente se sigue creyendo la estrella del equipo de basket del instituto que tiene derecho a todo.
En ‘Corre, Conejo’ nos encontramos por lo tanto al primer Angstrom de ventiseis años. Trabaja como comercial de electrodomésticos, tiene un hijo de dos años y su mujer Janice está a punto de dar a luz otro. Pero después de echar un partido de baloncesto callejero con unos muchachos su vida se le viene encima. De repente ya no soporta su exiguo apartamento de clase media y la mediocridad de su esposa alcoholizada. Con el dinero del mes en el bolsillo, Angstrom sube a su coche y abandona la ciudad de Brewer camino de las playas del sur.
Conejo le hace honor a su mote viviendo en perpetuo estado de huída. Sin embargo, como vamos viendo, sus huidas nunca tienen método y no le llevan muy lejos. Pronto Conejo está de vuelta en Brewer acogido por su antiguo entrenador, Marty Tothero, un viejecito libidinoso y senil. A través de él conoce a la prostituta Ruth Leonard, y tras pasar una noche juntos Angstrom decide rehacer su vida con ella. Pero aparece en escena el joven pastor Eccles, empeñado en juntar de nuevo a Harry con su mujer y reunir lo que Dios ha unido.
Es la historia de un marido que abandona el hogar con fatales consecuencias, pero no hay ni el menor rastro de melodrama. Esto es porque Conejo no tiene en ningún momento la sensación de estar haciendo nada malo. El autor jamás moraliza o justifica, se limita a describir los impulsos erráticos y caprichosos del personaje. De este modo configura la personalidad inmadura e infinitamente egoísta de Conejo, incapaz ni de ser padre ni de velar por nadie más que él, y deja aflorar sin intervenir en el relato el enorme desprecio que siente por él.
Conejo es un ser despreciable, no cabe duda. Pero Updike no cae en la tentación maniquea de mostrarlo desagradable. Al contrario, tiene en su espontaneidad y en el punto ingenuo que le da la inmadurez un encanto innegable que hace el juicio menos tajante. Conejo consigue, de hecho, hacerse perdonar con sorprendente facilidad. Eccles termina por dejarse seducir e influenciar por su indolencia, y las necesidades de conformismo social ayudan a Conejo a ganarse a su antagonista familia política. Es un cobarde al que unos mecanismos sociales hipócritas aúpan constantemente como rey del mundo.
En realidad pocos personajes pueden darles lecciones morales a Conejo. Descubrimos que Janice, la mujer engañada, resulta ser igual de inmadura y mezquina que su propio marido. Lucy Eccles, la esposa insatisfecha del pastor, menosprecia a Conejo pero juguetea al mismo tiempo con él. Hay una atmósfera de olla a presión en Brewer, como si todo consistiera en un juego de familias felices y urbanizaciones ideales que soterran bajo la imagen convencional un mundo de tensiones, rencores e impulsos primarios.
La tragedia termina llegando, finalmente, de mano del empeño formal por reunir a Janice y Harry por un lado, y por sus propias miserias individuales del otro. Ambos están condenados a vivir perpetuamente frustrados, esclavos de los deseos que son incapaces de sublimar aceptando responsabilidades. La dignidad en esta novela le corresponde finalmente a Ruth, la mujer juguete y refugio de Harry excluida del American Dream que demuestra ser la única lo bastante lúcida como para ver el verdadero rostro de Conejo Angstrom: el del ángel de la muerte.
Declaraba John Updike que escribió ‘Corre, Conejo’ como respuesta polémica a ‘En la Carretera’ de Jack Kerouac. Si Kerouac glorofica la libertad de la huída, Updike se preocupa por las consecuencias. Como expresa Ruth, la conciencia crítica de la novela y el único personaje capaz de hablar con conocimiento de causa del sufrimiento: “Si te atreves a ser tú mismo… otros pagarán el precio por tí”. Recalquemos que la postura de Updike no es la del moralista sino la del forense, que saja con pulso experto el vientre satisfecho de los convencionalismos y muestra con aparente distancia científica los diversos estados de corrupción interna.
Por último, la novela no cumpliría su función con tanta facilidad de no ser por el exuberante despliegue lingüistico de Updike. El realismo literario a través de su prosa disecciona la realidad en frases de un elevado tono poético. Es una ciudad de provincias americana de los sesenta lo que nos describe, pero es a la vez signo e indicio de múltiples significados. Un letrero de neón, el petardeo de un coche, un armario que no cierra o un funeral son escenarios con varios niveles de profundidad, en los que la interacción de los personajes con las cosas revela que no las tienen todas consigo sobre el papel que juegan en el mundo.
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