Revista Cine
No, no, no nos moverán
Este año se conmemora el centenario del nacimiento del director de la primera película de James Dean, Rebelde sin causa (1955), que no es otro que Nicholas Ray, que murió en 1979 a la edad de 77 años. Por este motivo, en la edición de este año del Festival Internacional de Cine de Venecia (31 de agosto-10 de septiembre) se le hace una merecida retrospectiva. Ayer mismo se presentó en el Festival, como estreno mundial, su última película, We can't go home again, un film rodado a principios de los 70 con sus alumnos de la universidad donde impartía, en el que utilizó todo tipo de formatos, y que ahora se ha podido completar y restaurar gracias al trabajo de su viuda Susan Ray, que también es la responsable del documental Don't expect too much, que indaga en este último trabajo de su difunto marido con bastante material de archivo.
Pero ahí no se queda la cosa, en un próximo proyecto Al Pacino encarnará al director en una película dirigida por Philip Kauffman. Por eso quizás esto sea suficiente para hablar de una de las películas más recordadas y alabadas del director norteamericano: Johnny Guitar (1954), un western clásico en el que hay una historia de amor, y el típico salón con peleas, disparos y chupitos de whisky, pero en el que también los diálogos son brillantes, llenos de ironía, la tensión de la trama va en aumento, los personajes están muy bien construidos y encontramos a una Joan Crawford que traspasa la pantalla.
El film comienza con la presencia de un jinete (Sterling Hayden) que cabalga con una guitarra a la espalda. Durante su viaje por unas montañas es testigo del asalto a una diligencia. Poco después llega a un territorio desolado en el que se encuentra un salón vacío de clientes llamado Vienna's, que lleva el nombre de la encargada del local (Joan Crawford), y en el que a parte de beber también se puede jugar a las cartas o a la ruleta. Allí pretende quedarse por un tiempo para tocar la guitarra, de ahí que se haga llamar Johnny Guitar. Cuando ella aparece en escena sabremos que ambos parecen conocerse del pasado y que la intención de ella de haber puesto un negocio como ese, fuera del pueblo, es debido a que dentro de un tiempo pasará por allí el ferrocarril que aún se está construyendo y eso hará que nazca otro pueblo en aquel lugar. Pero poco después llegará el sheriff con un grupo de hombres, en el que se encuentra McIvers (Ward Bond), junto con una mujer llamada Emma (Mercedes McCambridge), ambos dueños del pueblo y del ganado de varios kilómetros a la redonda, que llevan consigo el cuerpo de la víctima que ha sido muerta por un disparo en el mencionado ataque a la diligencia. Estos echan la culpa del asesinato a un tal Dancin' Kid (Scott Brady) y su banda, y creen seguro que Vienna es también cómplice. Pero ella no cede a las amenazas sabiendo que ella no tiene nada que ver con aquello y que de ninguna forma le arrebatarán su terreno. Sin embargo, al entrar en el local dicho Dancin' Kid junto con sus tres hombres (uno de ellos interpretado por Ernest Borgnine), el señor McIvers se mantiene firme en lo que piensa y decidirá darles como ultimátum, tanto a Vienna como a los demás, únicamente veinticuatro horas para que se vayan de allí ya que el local quedará cerrado.
Lo que más destaca de este western es que los personajes con más carácter son los de las dos mujeres, que nunca mejor dicho son de armas tomar y, en la vida real, las actrices que las encarnaban también se llevaban fatal, o sea que su mala relación debió de servir para conseguir la tensión de algunas escenas. Aunque la verdad es que McCambridge no era muy buena actriz, como se puede ver en este film en el que sobreactúa a veces exagerando su rabia moviendo rápidamente la cabeza. En cambio, el papel de Crawford contrarresta completamente consiguiendo una interpretación gloriosa para un personaje inolvidable y cargado de una fuerte personalidad. De la forma de ser que aparenta, Vienna quiere tener todo bajo control o esa es su intención. Es una mujer con agallas y no se amedrenta ante casi nada. Su mirada incisiva a través de sus grandes ojos aumentó la calidad de su actuación, y su caracterización fue un logro gracias al maquillaje, la peluquería y, sobre todo, el vestuario, remarcando sus camisas de color rojo y amarillo, que era algo realmente poco sutil para pasar desapercibida pero que le daba aún más carisma a su personaje.
Y su presencia fue muy bien aprovechada por Nicholas Ray que le dejó las mejores frases, sobre todo porque ella lleva todo el peso de la trama. Su acompañante masculino, Sterling Hayden, lo hace francamente bien y es un buen respaldo para su personaje, pero al lado de Crawford su presencia no es tan significante. De su papel como Johnny descubriremos la historia de amor que tuvo con ella, y que ahora ambos intentan remontar, y también su pasado un tanto oscuro que recuerda al de Humphrey Bogart en otro film de Ray, En un lugar solitario (1950): ambos personajes son un tanto inestables y con un pasado que les pesa más de lo que piensan.
Pero a parte de todo lo comentado, no hay que olvidar la inestimable aportación de Nicholas Ray, que consigue salir airoso del resultado con una dirección muy digna, llena de planos para recordar y de escenas para enmarcar, como en la que aparecen en el salón los mismos tipos que quieren echar a Vienna y la ven sentada con un inmaculado vestido blanco enmedio de un pequeño escenario tocando el piano. Totalmente espléndida.
"Un clásico western en el que la tensión va en aumento y del que podemos disfrutar del magnífico personaje interpretado con mucho talento por Joan Crawford"