Revista Política

Jordi Cruz

Publicado el 16 mayo 2015 por Alejandropumarino

Jordi Cruz

Ofrece un menú de unos quince platos acompañados de unos excelentes champagnes de la firma Mumm con denominaciones tan curiosas como “jugo de coco y corales Thai con colitas de cigala, almendras tiernas y aceite de chiles o un pan chino, brioche frito, anguila asada, wasabi y alioli ahumado”. Yo la verdad, es que sin mi jugo de coco y corales no soy nadie, y procuro tomarme uno fresquito cuando me levanto, porque el zumo de naranja está “demodé”, y tampoco dejo de pedir uno en la cafetería que frecuento frente al juzgado, donde lo preparan de modo excelente. Y que decir de la anguila asada con wasabi y ali oli ahumado, de verdad que sin ahumar no se aprecia la intensidad del sabor y no sé como hay gente que se lo engulle al natural, sin más ni más.

La presentación es importante; la carta de platos ofrecida ocupa un folio a letra pequeña y a mi me da la sensación de que se lee más que se come, si consideramos la instantánea que ilustra la entrada de hoy y que se puede ampliar pulsando el botón derecho del ratón y seleccionando ver imagen; de este modo se lee con cierta facilidad casi todo el menú.

Uno, bastante más tradicional en sus gustos, se lleva moderadamente mal con la cocina postmoderna y las estrellas Michelin y en base a un razonamiento simple: ¿Donde puedo tomar jugo de coco y corales, además de en este prestigioso establecimiento?. La respuesta es obvia, y la evidencia nos lleva a la imposibilidad de comparar. Uno puede tomarse un rey a la espalda o un besugo al horno en numerosos establecimientos de hostelería, y con la suficiente experiencia, opinar sobre cual es el más sabroso, el más fresco o el mejor presentado. Pero difícil tengo la crítica al Sr. Cruz cuando me prepare el jugo de coco y corales porque no lo encontré en las diferentes cartas de los restaurantes en que me detuve a comer, y no han sido pocos. Tampoco encontré ali oli ahumado, que no sé si marida (como se dice ahora) mejor con las colitas de cigala o con el aceite de chiles. Decía Dumas que el hombre avanza de lo complejo a lo simple, que es donde reside la perfección, si damos por buena la afirmación del escritor francés, este tipo de cocina representa un atraso obvio. La simpleza que defiendo puede ser el exponente de mi mal gusto gastronómico, pero sigo prefiriendo las ostras al natural, los chuletones a la plancha y los pescados y mariscos del Cantábrico sin aditamentos que enmascaren su extraordinario sabor. Y sobre todo, en cantidad suficiente para levantarme satisfecho, esto es, sin hambre, del comedor.

Lo demás son mariconadas.

Con perdón.


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