Jorge Aulicino | Mito IX: La Ruta de la Seda
Por donde el diablo anduvo
diseminando la arena casi blanca,
las caravanas, con
la seda tejida por gusanos
que debía necesariamente
darle otra consistencia al paisaje.
Y el corazón se vestiría
y sería el vacío la latencia
en el indescifrable vestido,
cuya textura es imposible de pensar.
Era el deseo pasar sin ruido, como la seda,
por la adormecedora noche radiante.
Las caravanas sin embargo llevaban con ellas
la peste del valor, la especia como moneda;
el intercambio sembraba la arena
con la bosta de alelados camellos.