Revista Cultura y Ocio

Jorge Drexler, una guitarra y su oda a lo efímero

Publicado el 05 octubre 2017 por Carloscubiles

Jorge Drexler, una guitarra y su oda a lo efímero

Él mismo lo dice. “No hay que desperdiciar una buena ocasión de quedarse callado”. Y una oportunidad perfecta para hacerlo es cuando él habla. Cada idea que desarrolla es más genial e interesante que la anterior. Él es Jorge Drexler, que acaba de publicar su último disco, Salvavidas de hielo, una oda sobra lo efímero de las cosas, construida, curiosamente, sólo con guitarras, aunque no de forma poco original. Las guitarras están percutidas, rasgadas, frotadas, tocadas… La limitación del campo sonoro como instrumento de liberación. Una sola herramienta para grabar un disco entero.

Siempre tratas de buscar en cada disco que grabas un enfoque nuevo hacia las canciones. Exploraste la grabación de una gira en la que ibas incorporando elementos sonoros accidentales del medio, la incorporación de la tecnología y la electrónica, un disco de estudio con público grabado en directo por toda la banda… En el anterior, Bailar en la cueva, creaste desde el ritmo, desde los pies, desde la relación con el movimiento y con la tierra. Y ahora, la guitarra como centro de todo, no obstante, muy lejos de ser una grabación minimalista. Probablemente nadie esperaría que un disco anunciado como “que solo habría guitarras” pudiera guardar tantos timbres y un abanico con tantas sonoridades diferentes. ¿Cómo surgió la idea de vivir todas las vidas de una guitarra?

En primer lugar, muchas gracias. Está muy bien ese análisis, es muy preciso, un muy buen resumen de cuál ha sido la intención de los últimos cuatro discos. En este disco, la intención era, por un lado, plantearme, como dices, algo nuevo, algo nuevo en cada disco, encontrar esa sensación, una motivación extra. Esa motivación para mí es necesaria porque un disco es una experiencia a la que uno dedica mucho tiempo. Un año y medio en hacerlo, luego varios años presentándolo y luego, esas canciones las tiene que escuchar uno toda la vida. Así que intento que tengan algo especial que decir, que los discos sean una vía original del trabajo.

Tienes razón también, no es un disco minimalista. En otras entrevistas como se usa solo la guitarra acabamos siempre con la palabra “minimalismo” pero para mí es casi lo opuesto: es un disco en que con muy pocos elementos se intenta conseguir el máximo de posibilidades. La idea era trabajar con las herramientas constitutivas tradicionales de la canción de autor pero hacerlo de una manera no tradicional. Había una cierta ironía y paradoja en el hecho de que el disco se anunciara como un disco solo de guitarra cuando en realidad, es cierto, pero no lo es, también. Es un disco solo de guitarra, pero no es un disco solo de guitarras tocadas. Es un disco donde las guitarras están utilizadas como elemento de percusión también. Esto genera un tipo de sonoridad muy peculiar.  Me gustaba esa cosa de jugar con las herramientas de la tradición, respetándolas y faltándoles el respeto a la vez.

¿Cómo te sumergiste en la composición?

En este caso con más tranquilidad que en otros discos, en el sentido de que decidí parar y dar mucho tiempo a la composición. Todos esos discos que has nombrado han sido discos hechos sin dejar del todo de girar, sin parar del todo, trabajando en otras cosas, yendo, viniendo…nutriéndome de la experiencia del viaje. Aquí me nutrí de la experiencia de estar quieto y dejar que las ideas vinieran de a poco. Le dediqué mucho tiempo, un año entero a la composición, por lo cual tuve mucho repertorio para escoger. Todas las canciones que aparecen son de este último período de trabajo, no hay ninguna canción anterior.

Al escuchar las canciones de “Salvavidas de Hielo” en orden se puede encontrar una secuencia, una narración de una historia que comienza con “Movimiento”, una canción que reflexiona sobre la idea de pertenencia a un lugar. Uruguayo afincado en Madrid con ascendencia alemana. ¿De dónde eres?

Me gusta mucho la afirmación de Pessoa. “Mi patria es mi lengua”.

La verdad que es una pregunta que no me hago mucho. Nací en Montevideo pero llevo veintidós años en Madrid… es una pregunta difícil de responder en un solo lugar. Me siento en casa en muchos lugares diferentes y cada vez son más, además, los lugares. Me siento en casa donde me siento comprendido, donde me siento entendido, donde me siento querido. Y tengo la enorme suerte de sentirme querido en muchos lados.

No sé si el disco es una secuencia perfecta narrativa. Está muy pensado el orden pero las canciones surgen cada una de una experiencia diferente. A lo mejor no me doy cuenta y sí hay una secuencia. Suele pasarme que cuando recién termino un disco no me doy mucha cuenta de cómo va porque estoy tan adentro que no lo percibo.

 “Movimiento”  puede tener un nexo importante con la “Milonga del Moro Judío”. En este mundo que hoy nos toca vivir, ¿está más vigente que nunca?

Con la “La Milonga del Moro Judío”, con ese estribillo maravilloso de Chicho Sánchez Ferlosio que me dio Joaquín Sabina, me pasa algo que es como si jugaras con tu perro y le tiras un palo lejos, de repente, y el perro te lo vuelve a traer todo el tiempo. La canción, muchas veces, siento que ya cumplió un ciclo y la realidad me la vuelve a traer, una y otra vez, me la devuelve, me la trae de vuelta a las orillas, como un mensaje en una botella que tiras al mar y que vuelve a tu costa. Es una canción que quiero mucho, mucho. Cambia como un prisma con el paso del tiempo.

 ¿El “Silencio” es una incomodidad o un placer?

Puede ser las dos cosas. El silencio en sí no tiene signo, no es ni bueno ni malo. Hay silencios terribles y silencios maravillosos.

En “Pongamos que hablo de Martínez”, homenaje a Joaquín Sabina, cuentas cómo te alentó a venir a Madrid tras descubrir tu música, en un momento “desorientado y confundiendo vocaciones”, hace veintidós diciembres, en tus treinta años. ¿Sientes que deberías haberte decidido antes por la música o tal vez no habrías transitado los mismos caminos si los acontecimientos no se hubieran sucedido así?

Durante mucho tiempo pensé que me había decidido tarde a vivir de la música, que tenía que haber empezado antes. De alguna manera, con el paso del tiempo me fui dando cuenta que ese modo en que se había dado también me había dado para haber tenido el tiempo de ver la vida desde un punto de vista abierto, de hacer otros trabajos, de experimentar otro tipo de vidas, tener otro tipo de experiencias. Así que estoy agradecido de que las cosas se hayan dado de la manera que se dieron. No sé si se podrían haber dado de otra. Estoy muy contento y muy agradecido.

¿Eras o eres hoy consciente de que nunca dejaste de sanar a gente, pasaste de la medicina a las canciones, que es probablemente el arte más curativo que existe?

Es cierto que la canción tiene una capacidad de consuelo enorme y la capacidad de compañía, de celebración… es un género maravilloso. Tiene algo la unión de melodía con letra que por más que pase años escribiendo canciones no termino de descifrar de dónde viene ese poder, ese algo tan fuerte que se genera de la palabra y la melodía.

“Estalactitas”, éxtasis del enamoramiento y la idealización de toda esa situación, de esa persona receptora del sentimiento amoroso. ¿Es más sencillo, como decía Machado, cantar a lo que se pierde o, como en este caso, a lo que se gana?

Muy buena pregunta…yo creo que es más difícil cantar a lo que se gana. Creo que el acto de cantar a lo que se pierde, el acto de la necesidad imperiosa de cantar un dolor pone la composición a mayor alcance de las manos. Estamos menos acostumbrados a celebrar en las canciones que a exorcizar penas. De hecho hay gente como Joaquín Sabina, a quien he escuchado decir varias veces que no puede escribir desde la felicidad, que la felicidad es un antídoto para la inspiración. Yo, que lo admiro tanto y he aprendido tanto de él, discrepo. A mí me gusta toda la paleta humana. Muy pocas cosas humanas no me interesan, me interesa todo, tengo mucha curiosidad. Tengo un instinto muy goloso, muy curioso, no me quiero perder nada de la experiencia humana.

Ese don para hablar en las canciones de toda esa paleta de sentimientos, sin dejarse nada atrás, sin caer en el dramatismo, siempre con una ventana abierta por la que entra la luz a la casa, lo ejemplificáis a la perfección Kiko Veneno y tú.

Me alegra mucho que me pongas en la misma imagen con Kiko Veneno que es uno de mis compositores favoritos de canciones. Es enorme la admiración que tengo por Kiko, de él y de su persona. Es una persona a la que, además, quiero mucho personalmente. Pero, igual, aunque fuera mala persona me encantarían sus canciones [risas].

Jorge Drexler, una guitarra y su oda a lo efímero

“Asilo” es una canción algo atípica tal vez dentro de tu cancionero. Para mí una de las mejores canciones del disco y un dúo espectacular. Hay una complicidad fantástica entre las voces, como en las otras dos canciones con voces invitadas ¿Cómo surgen las colaboraciones del disco?

Me alegra mucho que te guste. De las tres colaboraciones, Mon es la persona que conocí  último. Las otras dos colaboraciones son amistades de hace tiempo. Julieta es amiga de muchos, muchos años. Y Natalia Lafourcade de hace varios años también, menos que Julieta, pero bastantes. Ya habíamos cantado juntos con Natalia en vivo y en su disco “Mujer divina”, con Julieta en vivo…Es muy lindo trabajar con ambas, maravilloso, cada una en su mundo. Pero además con Mon fue una sorpresa porque nos conocimos el día que grabamos. Ella vino al estudio y “hola, qué tal, encantado”… alguien me comentó en twitter que ella había citado un párrafo mío dentro de una canción suya. Me pareció tan bonito el gesto que le contacté por medio de alguna red social. Me contestó y le dije, bueno, que estaba muy agradecido, que a ver cuando nos conocíamos…Le comenté que iba por México y le pregunté si quería cantar. Tenía una canción, “Asilo”, que no sabía cómo iba a resolver, necesitaba un dramatismo y una intensidad emocional que tenía que venir de una mujer muy especial, con una carga dramática muy expresiva, muy fuerte. Y me pareció que Mon lo podía dar. Estoy muy feliz, me llevó, como dices tú, a un territorio en el que yo nunca había estado.

 “Despedir a los glaciares”. El ciclo constante del tiempo conduce inevitablemente a las despedidas, todo lo que llega se va, se derrite ¿Está hecho el ser humano para racionalizar las despedidas y ser capaz de “honrar nuestras heridas” o es un anhelo inalcanzable?

Muy buena manera de definirlo. Tiene que ver mucho más con eso que con la ecología. Es curioso. La gente me dice habitualmente…cierto que es una canción sobre la ecología, pero es una canción sobre los aspectos emocionales de la relación con el planeta.

Es una proclama, es un deseo. De la misma manera que uno no escribe una nana para un niño que ya está dormido, sino que la escribe con el deseo de que se duerma,   muchas canciones de las que escribo no expresan una constatación sino una aspiración.

 Y esa despedida se cristaliza en “Salvavidas de hielo”…

¡Ah! ¡Mira! Es cierto, no lo había pensado… ¡esa es la secuencia! Sí que tiene una secuencia el disco, de ahora en adelante lo voy a narrar como una secuencia, como una obra de teatro [risas]. No me había dado cuenta de que después de la despedida viene la coda, la conclusión. Cierto. Hay muchas cosas que uno hace de manera inconsciente, ¿no?

Y dice “Duró tu amor lo que un salvavidas de hielo”. Qué frase tan tremenda. Fue efímera la salvación, una palabra que sin embargo está habitualmente ligada al concepto de eternidad.

Sí, es exactamente eso. Una oda a lo efímero. Tenemos la necesidad a veces, como especie, de tener una sensación de que existe una eternidad. Y a mí me gusta, más que el concepto de trascendencia, de que hay algo que trasciende, que en el más allá hay otra cosa…a mí me gusta más el concepto de inmanencia que usa Spinoza. La importancia del aquí y ahora. Valorar las cosas a pesar de que sean efímeras. La vida es efímera y a nadie se le ocurre pensar que no tiene valor.

Sí que es cierto, es una oda a lo efímero, y además, de alguna manera, una opción por un elemento único. Es agua flotando sobre agua, igual que en la canción, guitarra sobre guitarra, y el diseño del bolígrafo sobre el bolígrafo. Una sola fuente de sonido, una sola fuente gráfica y un solo elemento en el título.

 Y con guitarra sobre guitarra en el disco, ¿cómo será la puesta en escena del álbum durante la gira?

La puesta en escena va a estar en gran parte basada en la sonoridad de las guitarras, estamos armándolo justo, pero cuando haga falta usaremos también bajo y batería para dar un último empujón porque las normas del estudio de grabación no son las mismas normas del directo. Es otra manera de exponer las canciones.

 ¿Qué músico nos recomiendas que hayas escuchado o descubierto recientemente?

Recomiendo a El David Aguilar, el músico que trabajó conmigo en México. Gran compositor mexicano, uno de mis compositores favoritos en idioma español. Maravilloso.


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