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Jornada de cielos abiertos

Por Clochard
Jornada de cielos abiertos Todo es Domingo y sobremesa, último regusto del café que precede a la siesta y la voz cadenciosa e incitadora al sueño del hombre del tiempo que de pronto dice que mañana será una jornada de cielos abiertos. Y entonces a uno que sueña casi más despierto que dormido (qué les voy a contar que no sepan) se le va el Santo ahí mismito y no puede evitar que se le antoje que eso de jornada de cielos abiertos sería bonito que fuera como esos días de puertas abiertas que las empresas destinaban una vez al año hace ya mucho tiempo, cuando en las empresas había gente trabajando y hasta con contrato.
Pero sobre todo  a uno le da por imaginar que sería bonito una Jornada de Cielos Abiertos como esas del congreso el día de eso tan sagrado llamado Constitución que nuestros políticos tanto esgrimen y se lanzan a la cara para luego darle a cada artículo el mismo uso que al papel higiénico con cada ley aprobada.
Decía que sería bonito una Jornada de Cielos Abiertos como Dios manda, que la gente de a pie pudiese visitar tan magnas instalaciones, recorrer, nosotros pobres mortales, esos lugares dónde se mueve el verdadero cotarro y se toman decisiones de vital importancia. Comprobar si es cierto que Dios luce todavía una larga barba blanca y que su hijo se sienta a su derecha, porqué no ocupar por unos momentos ese trono y sentirnos dioses como esa gente que sale en la tele emulando a los diputados. Podríamos contemplar cómo trabajan los Ángeles, asistir a algún ensayo de Querubines o, con suerte, que algún Arcángel nos dejara empuñar su espada de fuego o dar una vuelta con sus alas.
Tal vez pudiésemos visitar a nuestros amigos o parientes que residen allí, traerles un Tupperware con comida casera, una Rebequita por si hace frío, asegurarnos de que están bien y todas esas cosas tontas que alivian un poco cuando se va de visita.
A lo mejor podríamos mantener algún encuentro con personajes ilustres, Adán y Eva, Abel y Caín o Michael Jackson, por ejemplo, hacernos unas fotos para luego fardar con los amigos. A uno, que en realidad es un escéptico convencido y tiene más querencia por Infiernos que Cielos le gustaría ver con sus propios ojos el lugar exacto en que se libró la mayor de las batallas, contemplar como contemplan en el Congreso los agujeros de bala del golpe de estado, el hueco por el que Dios expulsó a Lucifer y a Los Ángeles Caídos, preguntar si existía la posibilidad de una excursión rápida al reino que ahora habitan con la esperanza secreta de reunirme con mis hermanos.
Estaría bien que se admitiesen ruegos y preguntas, poder decirle al Señor que hiciese un poco de caso a los de abajo, exponer nuestras quejas y proposiciones. Lamentablemente, de existir una Jornada de Cielos Abiertos sería muy parecida a estas que una vez al año organizan los que mueven el cotarro aquí abajo, un día para el lavado de cara que quede bonito en Televisión pero que no sirve para nada. Ya sabemos que a quien ostenta el poder en cualquier parte, sea en el Cielo o en la Tierra, poco le importan lo que opinen aquellos que lo padecen. Entonces a uno sólo le queda darse la vuelta en el sofá y dejar de soñar tonterías.

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