Estamos, a mi juicio, ante la novela más redonda, hasta la fecha, de José Ángel Barrueco. Digámoslo sin tapujos, Angustia trata sobre la enfermedad, sobre el cáncer, y es un libro que cualquier enfermo o cualquier familiar de un enfermo de cáncer debería leer. Cualquier enfermo, en realidad. Cualquier lector, a fin de cuentas. A ciertas historias, creo, es mejor ir preparado, sabiendo lo que te espera. Pero Angustia es también un libro de viajes y un libro de citas y un homenaje a Thomas Bernhard, ilustre enfermo, y es tantas cosas que lo mejor que puedo hacer es dejaros con un párrafo, bajo la espléndida y, valga la redundancia, angustiosa cubierta, obra de Carolina Villafruela:
El cáncer se tomó su tiempo para invadir ciertas zonas sin que ella lo supiera: con sigilo, con obstinación, con un trabajo lento e implacable, propio de los carcinomas. Las lesiones de la piel le indicaron, meses después o quizá un año más tarde, que podría incubar algo grave. Por miedo a acudir a la consulta cubrió su cuerpo con mil kilos de ropa, incluso en verano; se negó a ir a la piscina y a desnudarse en presencia de otras personas; se sumergía a diario en la bañera de casa, largos baños en los que procuraba aplicarse jabón de Lagarto a esa especie de pústulas que pugnaban por rasgar la piel, pues decía que este jabón contiene las mejores propiedades para la epidermis.
Tampoco se atrevió a contárselo a nadie. Sus inspecciones corporales eran sólo suyas. El estado de su carne, de su piel, estaba vedado para cualquier otra persona, daba igual quién fuera. Su ánimo había decaído notablemente, y a ello contribuyeron, además, las malas noticias que nos golpearon en los meses anteriores.
José Ángel Barrueco. Angustia. Editorial Origami, diciembre 2014. Ilustración de cubierta: Carolina Villafruela.