Como en todas las cumbres político-económicas apareció en Barcelona este fin de semana José Bové, patrón del sindicalismo agrario francés al que en su país llaman “héroe antiglobalización”.
Lo es: evita la globalización al conseguir que cierren las fronteras europeas a los productos agrícolas de un tercer mundo que necesita angustiosamente exportar para sobrevivir.
A los agricultores españoles también les favorecen las campañas de Bové, pero pocos aparecen, como éste hábil francés, en las protestas antiglobalización, quien se ganó la admiración tercermundista por destruir un restaurante McDonald’s en el sur de Francia, en 1999.
Ese antiimperialismo lo salva del pecado de la insolidaridad con el tercer mundo.
A veces va en las manifestaciones, incluso, de la mano de Rigoberta Menchú y de Fidel Castro, quienes desdeñan que el proteccionismo de su amigo genera pobreza en sus países: a ellos les basta con que sea un antinorteamericano declarado.
Pero cuanto más se jalee al supuesto héroe antiglobalización, mayor peso tendrá para mantener cerrados los mercados europeos que los pobres necesitan.
Sin ir con Bové en las manifestaciones hay quienes brindan por él: los empresarios agrícolas subvencionados por la UE, como Gumersindo Canal, propietario de dehesas extremeñas con ganaderías extensivas y granjas de ovino, caprino, bovino, y exquisitos cerdos ibéricos.
“Quiero invitar a Bové a buen jamón y vino para homenajear en él a todos los antiglobalización y para pedirle que siga así durante muchos años”, dice.
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