Con motivo del primer aniversario de la II República Española, José Giral Pereira, ministro de Marina, escribió en abril de 1932 un artículo para la revista ilustrada “Nuevo Mundo”, del que extraigo lo que directamente afecta al arma submarina:
La consideración internacional de nuestra nación se debe en buena parte a su posición entre mares, a su interposición en las líneas de comunicación entre países de varios continentes, a sus islas tan codiciadas, a su dominio en el estrecho de Gibraltar. Todo ello nos obliga a pensar seriamente en nuestra política naval republicana.
Nuestra Constitución y el sentir general de nuestro pueblo nos obligan a una política pacifista. España renuncia a la guerra como instrumento de política internacional, dice el artículo 6º de nuestro código fundamental. Y la representación de España ha puesto en la Conferencia para la limitación y reducción de armamentos, que no pueden construirse navíos de tonelaje superior a 10.000 toneladas ni artillarse con cañones de más de 203 milímetros de calibre; ni tampoco que ningún submarino pueda desplazar más de 1.000 toneladas, limitando su radio de acción para privarle de todo carácter agresivo, siendo su aspiración, bien expresada en Ginebra, que las Marinas de todas las naciones concreten su función al servicio de verdaderas gendarmería costeras y a la contribución adecuada a la flota de política internacional, procediéndose por las potencias interesadas a la neutralización de los estrechos.
Pero mientras lleguen a cumplirse estos generosos deseos (y por desgracia ello ha de tardar), España no puede renunciar, porque otra cosa sería suicidarse, a defender su territorio, y con él los intereses materiales y espirituales de nuestro pueblo, y necesita indispensable y urgentemente reformar su Marina de guerra, colocándola dentro de la modestia de nuestro medios económicos en condiciones de máxima eficacia. Para proteger al país en caso de agresión y para proteger también a nuestra flota mercante. Y para ocupar en el concierto internacional el puesto que nos es debido por nuestra historia y por nuestra innegable influencia.
En nuestra posición defensiva son los submarinos los barcos más adecuados, incluso contra grandes unidades; por su velocidad, por su facilidad de ocultación, por su radio de acción, por lo que pueden hacer y por lo que impiden hacer.
Actualmente dispone nos de trece submarinos, algunos de los cuales pasan ligeramente de las 1.000 toneladas; pero la necesidad de aumentar esta parte de nuestra flota es a todas luces evidente, y aún con las limitaciones de tonelaje que puedan imponerse en la llamada Conferencia del Desarme, para reducirlos a misiones meramente defensivas.
El programa naval de 1915 establecía la construcción de 28 submarinos y faltan por lo tanto para cumplirlo quince unidades, pero estimamos que en atención a las consideraciones antes expuestas deberíamos poseer y sostener un mínimo de cincuenta submarinos.
Fuente utilizada: RGM. Mayo de 1932
En el siguiente Cuadro se relacionan los 13 submarinos a los que alude José Giral en su artículo:
De los 37 nuevos submarinos que en 1932 Giral tenía pensado construir solo tres unidades vieron los astilleros de la S.E.C.N de Cartagena, me refiero al 'D-1' la primera unidad de la serie 'D', cuya quilla se plantó el 23 de septiembre de 1933, la del 'D-2' se plantó el 19 de noviembre de 1934 y la del 'D-3' el 11 de diciembre del mismo año. Al iniciarse la Guerra de España la construcción de estos tres submarinos quedó paralizada y sus esqueletos oxidándose en las gradas. Allí permanecieron hasta que en 1944 el gobierno franquista retomó su construcción, por cierto con un pésimo resultado y problemas de todo tipo que obligaron a varias modificaciones, las últimas en 1956 en colaboración con la US Navy en base a los acuerdos entre USA y Franco de 1953.
Benito Sacaluga.