Foto: Gabi Salomone
José Ioskyn | Acerca de un imperio
La nodriza
Entrego su cuerpo
a médicos y sacerdotes
ellos lo cubrirán con aceites y vendas
lo secarán por siempre.
Un joven sorberá sus sesos
con una caña por su nariz.
Les doy sus juguetes
de piedra y papiro
para cuando despierte
junto a su madre Isis.
No está muerto
está por nacer.
Dentro de cinco mil años
volverá a beber mi leche de nodriza
en el campo negro de la noche.
El proveedor
Mi trabajo es difícil
y al mismo tiempo
no lo es.
Uso mis dedos
mis ojos
mi mente.
Siento a la muchacha
en mis rodillas
palpo su himen
(debe estar entero)
y la llevo ante el César.
Si es de su gusto
ella será la favorita.
A los meses
la dará a un oficial
como esposa
con renta vitalicia.
Con los mancebos
el procedimiento
es más agradable.
El César los prefiere
aunque no se sabe
qué hace con ellos
cuando ya
no los necesita.
Lectura de poesía
Nuestro amigo Rufus
lo ha pasado mal
en la lectura de poesía.
Es sabido que a ese ámbito
no se llevan joyas.
La gente va a pasar el rato
no escuchan ni permanecen
mucho tiempo.
Pero nuestro amigo concurrió
con su Juvencio
su joya adorada
y un viejo se lo arrebató
a cambio de unos cuantos sestercios.
Que no se queje Rufus:
a su Juvencio le gustan tanto
las mujeres como el dinero.
Por eso lo buscó con desesperación
en la calle, entre viejos lascivos
y prostitutas
una de ellas le dijo
“Acá está tu Juvencio”
y abriéndose de piernas
le mostró su tomate partido.