Revista Sociedad

José Luis Villacañas. "Elogio de la Historia de la filosofía"

Publicado el 08 febrero 2013 por Alfredo

José Luis Villacañas.
El Proyecto de Ley para la Reforma Educativa, al día de hoy, prescinde de la Historia de la Filosofía en el segundo curso de Bachillerato. Las razones que se han dado para ello, al parecer, es que la nota de Filosofía en la Selectividad determinaba el futuro profesional de muchos estudiantes. No parece justo, se dice, que una realidad tan específica como la Filosofía sea tan decisoria para la vida futura de la juventud española. El argumento no debería hacerse valer para influir en la ley, por cuanto la prueba de Selectividad la hará la propia Facultad a la que el estudiante solicite acceder. Por lo demás, la futura prueba de la Reválida no está todavía diseñada de forma definitiva, por lo que se pueden imaginar soluciones para este problema. En todo caso, somos muchos los que pensamos que una prueba demasiado previsible ritualiza las clases, coacciona los métodos de estudio, predetermina los rendimientos y las respuestas desde los ejemplos del examen y, al final, impide lo único importante: plantear al estudiante las exigencias de un modo de pensar coherente, fundado y razonado acerca del ser humano y su relación con el cosmos, la sociedad y la propia realidad personal. Si la Reválida no va en esa línea, no se habrá ganado nada. Pero apelar a viejos usos y problemas para eliminar una asignatura no parece un argumento pedagógico serio, que debería atender ante todo a una pregunta: ¿qué capacidades intelectuales deben adquirir nuestros bachilleres?
Sin embargo, lo más sorprendente es que hasta ahora se haya accedido a estos argumentos de los poderosos intereses empresariales educativos, que ven en la Historia de la Filosofía un obstáculo para cuadrar las notas medias en la Selectividad de sus alumnos, y haya aparecido una contrapropuesta que consiste en ofrecer tres cursos de Filosofía (I, II y III). Así, la Filosofía I sería una Ética de 4º de la ESO; la Filosofía II sería la actual asignatura de 1º de Bachillerato; y la Filosofía III sería una asignatura obligatoria que sustituiría a la actual Historia de la Filosofía. Desearía argumentar que este planteamiento es inadecuado. Y no sólo porque la mejor introducción a la Filosofía no es la Ética, sino porque con esta oferta se destruye la base misma de la disciplina que es la Historia de la Filosofía. Sustituirla por una más bien cabalística Filosofía III sería una manera de llevarnos a la devaluación definitiva de nuestra contribución a la enseñanza general de los estudiantes de Bachillerato.
Pero antes diré algo sobre la Ética que se propone para el 4º curso de la ESO. En cierto modo, ésta es una salida airosa al antiguo debate sobre la Educación para la Ciudadanía. En este campo, la estrategia de la negociación está atravesada por un error previo, que es de índole ideológica, no filosófica. Consiste en reclamar la Ética como la alternativa filosófica que debe contraponerse en el curriculum a la religión. Por supuesto que creo que la religión católica debe dejar de ser una asignatura curricular. Pero esta decisión no concierne a la Filosofía más que a las Matemáticas o a la Física. La Filosofía no está en el sistema educativo para competir con la religión. Así que la Filosofía sólo será una disciplina seria del curriculum cuando escape a esta comprensión de las cosas. Es bueno que todo estudiante del segundo ciclo de la ESO se introduzca en la Filosofía, pero no creo que el lugar privilegiado para ello deba ser una asignatura que se llame Ética, que ya para siempre será una competidora de la religión y que a veces parece la religión pero de otra manera. Los profesores de Filosofía no son los sacerdotes laicos que compiten en saberes con los clérigos respectivos. Esta batalla ha hecho mucho daño a la Filosofía, y debe acabar. Creo que sería mejor ofrecer una asignatura que podría titularse «Las grandes preguntas filosóficas: ciencia, persona, sociedad, política». A esa edad, los 15 años, los jóvenes son inquietos y les gusta hacerse preguntas, pero no únicamente ni sobre todo la que pregunta por el bien.
La comunicación directa en los saberes prácticos es la más ineficaz de las retóricas. La Ética tiene este defecto, que puede acabar siendo un sermón, no un saber. Y de la misma manera que una asignatura expresa llamada Religión, impartida desde siglos, ha hecho de éste el país más irreligioso de Europa, es fácil suponer que cien años de Ética no nos librarán de los Bárcenas. Pero si una asignatura nos hace más informados, más curiosos, más reflexivos y más capaces de abordar ciertos problemas, la Filosofía habrá hecho su efecto sobre la inteligencia de nuestros escolares.
Si se acepta este argumento, entonces quizá debamos cambiar de punto de vista sobre esa misteriosa Filosofía III. Los filósofos somos portadores de puntos de vista milenarios que definen estrategias y métodos para juzgar de forma suficientemente ordenada fenómenos complejos. No somos improvisadores ni predicadores, ni refinados consejeros de autoayuda, ni chicos para todo. Para quien sabe que las posibilidades de los humanos no son ilimitadas, la Historia de la Filosofía ofrece los contados modelos disponibles de la ratio. Ratio significa una forma coherente de hacerse preguntas y respuestas, de no contentarse con las primeras impresiones, de descontar que lo más intuitivo sea lo más verdadero, de desmontar lo que estamos inclinados a creer de forma inmediata y, sobre todo, de descubrir a los predicadores que conocen nuestras inclinaciones afectivas y las usan para su beneficio. La exigencia de ser riguroso, atento y coherente es fundamental para una amplia gama de rendimientos intelectuales, sin los cuales el ser humano habría perdido motivaciones internas para crecer y habilidades para enfrentarse a las dificultades de la existencia natural, social y personal.
Estas habilidades se adquieren examinando un conjunto impresionante de textos que han definido los modos de habitar la tierra, propios del ser humano. Sin ellos, todo se torna un bla, bla, bla, que no puede evitar presentarse ante los estudiantes como lo que al final se quiere: una maría que compite con otra maría. Por eso la reivindicación es sencilla: no alterar el Bachillerato, dar a la Filosofía las horas que tuvo siempre. El fracaso escolar no está en el Bachiller ni nuestros universitarios son incompetentes. El problema está en la ESO. No pongamos las manos en el Bachillerato ni eliminemos la Historia de la Filosofía. Evolutivamente, la Filosofía en su historia nos pone ante los rendimientos más espectaculares de la mente humana y ante los intentos más heroicos de racionalización de la humanidad. Eso tiene grandeza y dignidad, y no debería desaparecer ante las cuestiones a la moda que parecen esconderse tras ese pomposo rótulo de Filosofía III. Es necesario que la Historia de la Filosofía sea una asignatura plena, pues mantiene un saber milenario, un método riguroso, una pluralidad interna de puntos de vista, una diversidad de formas humanas libres, una oferta amplia de opciones vitales que sólo puede ser respondida desde la afinidad de la subjetividad que busca su modo de ser libre. No la sustituyamos por una asignatura obligatoria de no se sabe qué y de no se sabe quién.

José Luis Villacañas


Director del Departamento
de Historia de la Filosofía.
Univ. Complutense de Madrid
Fuente: http://www.levante-emv.com/opinion/2013/01/29/elogio-historia-filosofia/970175.html

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