Lo que se desprende de aquella figura taurina y literaria es humanidad. Humanidad que nos sirve a todos para no bajar la mano en la defensa y promoción de lo nuestro, y no perder nunca la tolerancia, el respeto y la comprensión hacia las posturas de los otros, que debió ser lo que le granjeó la amistad con tantos autores y gentes de su tiempo.
Dice al respecto José Camón Aznar: "Si cada hombre tiene una vocación exigente, la de Cossío es la de la amistad". Cossío era vallisoletano de nacimiento, además de académico, alcalde de Tudanca, presidente del Ateneo de Madrid y como añadió un crítico de nuestro tiempo, Cossío era un gozador de la vida, porque supo hacer una fiesta de la vida y meter en ella a autores de todas las tendencias. Escribió a propósito de esto Emilio García Gómez: "Cossío se divierte escribiendo de temas regionales, pergeñando comentarios y apostillas a nuestros clásicos e interesándose por la historia de los espectáculos públicos.
Lo expresa todo aquella anécdota que contaba Gerardo Diego. Un día que estaba don José María en casa del poeta, un hijo de éste, de cuatro o cinco años, no le quitaba a aquél ojos ni oídos. Al día siguiente, al preguntarle al niño otro amigo de la casa: "Y tú, cuando seas mayor, ¿qué vas a ser?", respondió sin vacilar: "Yo, Cossío".
Entre los 70 libros publicados se encuentra el de "Rutas literarias de la montaña", entroncado y madurado en este hermoso pueblo de Cantabria. Aquel entorno le da fuerzas, allí recibe el aliento y la experiencia de Victor de la Serna y de tantos importantes creadores a los que abre aquella puerta, quedando para la posteridad en aquel punto, una de las mejores bibliotecas de España, donde nacen, aseguran los más entendidos, las dos fuentes de conocimiento para el estudio de su vida y su obra: el epistolario que guardó en su Casona y la huella que dejó su brillante dialéctica por los cafés de Madrid, en hoteles, peñas, academias y en todos los hogares a los que era constantemente invitado.