- Dediqué el verano de 2013 a los nombres propios de personas mayores de ochenta años que a su vez siguen siendo jóvenes, y que a su vez nos permiten extraer de su ejemplo una enseñanza.
La verdad es que cada verano, y desde hace diez, traigo a la columna de
vecinos ilustrados una serie. Un verano fueron lugares, otros gentes, otro libros, y ahora traeré jóvenes de ochenta años porque es un fenómeno nuevo de nuestra época y porque me llama poderosamente la atención encontrar a personas que habitan un cuerpo cada día más ingobernable pero con un espíritu inquebrantable, inédito al transcurrir de los años.
Es el caso de José Neira Hermida. Contaré lo que sé de él. Lo conocí hace dos años en la carrera de los diez kilómetros de Cambados. Alguien me dijo, mira, allí adelante va el campeón de Europa de veteranos, tiene ochenta y tantos. Y la verdad es que nos pusimos a su lado sólo en los dos últimos kilómetros. El pasado domingo entró en meta tan campante, pero esta vez la hermosa y vetusta Plaza de Fefiñans irrumpió en un sonoro aplauso, todos los corredores se pusieron de pie para dar la ovación de la mañana a José Neira. Gallego de Rianxo, me dijo que se acordaba de mí de otras carreras y me contó que sólo tenía ochenta años porque hasta noviembre no cumpliría los ochenta y uno.
Entonces me interesé por su historia y en dos minutos me hizo un extracto: emigrante a distintos países de Europa en los años sesenta, había regresado a Galicia a los 54 años ya jubilado, preciso momento en el que decide empezar a correr; desde entonces lleva una veintena de medias maratones, y de cuantas carreras populares se le presentan, desde Fisterra a Ourense.
Los aplausos de todas las gentes de las carreras populares gallegas tienen su lógica: si él puede correr a los ochenta nosotros también podremos, y además es nuestro ejemplo, el espejo en que mirarnos, la prueba de que la juventud no tiene que ver con los años sino con un decidido deseo.
Un enigmático deseo que lleva a algunos pocos a ser refractarios al paso del tiempo, jóvenes perpetuos triunfadores en el test de la perseverancia.
Leyendo estos días La folie Baudelaire he encontrado una nota del poeta escrita a los veinticuatro años cuando atravesó un grave momento de desánimo en la que hablaba de «la fatiga de dormirse y la fatiga de despertarse». Concluyamos que no conocen la palabra fatiga estos inéditos en la historia de la humanidad jóvenes de ochenta.
De la sección del autor en "Curiosón": "Vecinos ilustrados" @Aduriz2014