Revista Cultura y Ocio

José Ortega Cano

Por Alejandropumarino

José Ortega Cano

En los crímenes pasionales, ahora mal llamados en numerosas ocasiones, violencia de género, su autor, generalmente un varón, se presentaba en la comisaría más próxima y se entregaba como autor de la muerte de su esposa, y no pocas veces, del amante de ésta, cumpliendo la condena que las leyes preveían en estos casos. El diestro, hombre presuntamente valeroso, se detuvo en tres establecimientos de hostelería, o sea, en tres bares, como dijo el letrado del Sr. Parra, antes de salir de Sevilla, y al parecer, en uno de ellos, se mojó los labios con cava. Vaya por Dios. Un servidor, aficionado a este tipo de burbujas, toma cava, las más de las veces nunca alcanza una sola copa. El Sr. Ortega Cano, llevado por la prudencia, solamente mojó los labios en el líquido, lo que determinó una alteración en la analítica realizada, que demuestra casi triplicar la dosis permitida de alcohol en sangre. Con solo mojar los labios. en los otros dos bares pidió agua mineral, que el diestro debía andar deshidratado, y fruto de esta alteración metabólica, fue su conducción temeraria que llevó a otras dos personas a identificarle por tal comportamiento antes del fatal accidente. Tres bares y mojó los labios con cava. No corría, pero el atestado supone una velocidad de casi ciento treinta kilómetros por hora en el momento del accidente. Toda una serie de conjuros contra el torero, que sufrió este percance por las arritmias que padece, con lo que la responsabilidad del muerto debería ir a parar al médico que extendió el certificado de aptitud para el manejo de vehículos a motor. Tres bares a agua mineral, un todo terreno denunciado antes del accidente por una marcha desordenada y mojar los labios en cava con una alcoholemia de 1.26 gramos litro, son cosas incompatibles. Carlos Parra era un desconocido, cuyo vehículo, según la benemérita, alcanzaba una velocidad de unos cincuenta kilómetros por hora en el momento del accidente, que muere por el curso irregular y excesivamente rápido de un todo terreno cuyo popular propietario triplicó la alcoholemia permitida por haber mojado los labios en cava. Lo que falta, en este caso, es vergüenza torera, como en los crímenes pasionales. La maté porque era mía. Casi “ná”.


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