Si en el siglo XX existió un filósofo español cuyo pensamiento traspasó nuestras fronteras e influyó en la generaciones contemporáneas y posteriores ese fue sin duda José Ortega y Gasset. Fue un difusor de ideas que alcanzó un enorme reconocimiento y admiración en los círculos culturales y filósoficos tanto nacionales como extranjeros, tanto en Europa como en América. Su pensamiento filosófico desarrolló varios movimientos: el Objetivismo, el Perspectivismo o Circunstancialismo del Yo, el Raciovitalismo y el Existencialismo.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET, POR ZULOAGA
José Ortega y Gasset nació en Madrid en 1883, ciudad en la que murió en 1955. Su familia era burguesa, liberal, ilustrada y propietaria del periódico El Imparcial. Era la época de la Restauración de la Monarquía (Alfonso XII, regencia de María Cristina). Estudió Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid. Entre los años 1905 y 1908 pasó por las universidades alemanas de Leipzig, Berlín y Marburgo, recibiendo en esta última la influencia de los filósofos neokantianos Hermann Cohen y Paul Natorp.
En 1910 ganó la cátedra de metafísica, lógica y ética en la Universidad Complutense de Madrid, antes fue profesor de la Escuela Superior del Magisterio en Madrid, cargo que desarrolló hasta el comienzo de la Guerra Civil.
En marzo de 1914, fundaba en el Teatro de la Comedia de Madrid la Liga de Educación Política Española, de corte liberal y socializante. El discurso fundacional, titulado Vieja y Nueva política, promulgaba la llegada de una nueva generación, la Generación del 14, muy alejada del espíritu de la Generación del 98. Se postulaba como la vanguardia de la “España vital” frente a la “España oficial”, refiriéndose a las “dos Españas que viven juntas y son perfectamente extrañas”.
En 1917 fundó el diario El Sol, y en 1923, la Revista de Occidente, donde dio cabida a los grandes cerebros del momento, publicando muchas obras de autores extranjeros. Se opuso a la dictadura de Primo de Rivera y al gobierno Berenguer.
Fue diputado por León y Jaén en las Cortes Constituyentes de la II República, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas y presidente del Pen Club. En 1930, fundó junto a Miguel de Unamuno, Gregorio Marañón y Ramón Pérez de Ayala la Agrupación al servicio de la República; sin embargo, pronto comenzaron sus críticas contra la nueva situación. Ortega se distanció del nuevo régimen cuando dijo “no es eso, no es eso”, refiriéndose a cómo se estaba desarrollando la II República. Por eso, en1933 se retiró de la política activa.
Cuando estalló la Guerra Civil, en 1936, firmó un manifiesto de apoyo a al régimen legítimo y tras su caída por el grupo de generales africanistas dirigidos por Franco, se exilió a París, luego a Holanda, Argentina y Portugal. Su vuelta a la España franquista, en 1945, estuvo permitida por motivos tácticos pero también su obra, además de reducida, fue controlada. Su discípulo Julián Marías, fundó en 1949 el madrileño Instituto de Humanidades.
Dede entonces, tuvo una actividad pública bastante escasa, pero realizando frecuentes viajes al extranjero donde pasó gran parte de sus últimos años y donde consiguió algunos de sus éxitos, principalmente en Alemania. En 1951 y 1953 realizó dos encuentros con Heidegger.
ANTONIO MACHADO, GREGORIO MARAÑÓN,
ORTEGA Y GASSET Y PÉREZ DE AYALA
Desde comienzos de su labor como catedrático, escritor y periodista y hasta la Guerra Civil fue el intelectual más influyente de España, especialmente desde la publicación de La rebelión de las masas, éxito que también se extendió hacia el extranjero. El documentalista Gregorio Morán escribió en su biografía El maestro en el erial que “Toda su vida personal e intelectual, hasta bien entrada la II República, es una cadena de éxitos ininterrumpidos”. Sus primeros éxitos los consiguió como profesor, hecho que explica en gran número de notables discípulos que difundieron su obra con posterioridad.
El hecho de que Ortega haya sido, ante todo, un ensayista y periodista, revela su preocupación prioritaria por la renovación cultural y la introducción en España del pensamiento europeo: su actividad intelectual enlaza con lo que entonces se llamó Regeneracionismo.
Ortega vivió en una época en la que en España existía una intensa actividad de reconstrucción cultural y apertura a Europa, como respuesta a la grave crisis de la identidad nacional. El krausismo, iniciado por Julián de los Ríos y que tuvo numerosos seguidores como Francisco Giner de los Ríos (fundador de la Institución Libre de Enseñanza), había perdido ya fuerza. Fue la Generación del 98, con Gavinet, Maeztu, Baroja o Azorín, la que tomó el relevo. Pero sobre todo destacó un pensador original, asistemático y solitario, Miguel de Unamuno, que recogió temas de Kierkegaard cuando éste era prácticamente desconocido en Europa. El literato y filósofo bilbaíno fue un precursor del Existencialismo, del que trata sus obras Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos (1913) y La agonía del cristianismo (1931). El vitalismo trágico de Unamuno fue el movimiento filosófico que más influyó en España de aquella época.
Al igual que aquellos regeneracionistas como Ganivet y Unamuno, Ortega defendía el surgimiento de una nueva España, pero a diferencia de ellos creía en la influencia que ejercería Europa y no en la propia capacidad auto-regenerativa del pueblo español. Y dentro de Europa, Alemania era su gran referente, como declaró en sus Meditaciones del Quijote, en el que reconoció su poca admiración por el mundo latino-mediterráneo. Para Ortega, si la cultura latina representa las realidades superficiales, la cultura germánica las realidades profundas. Por ello, Unamuno llegó a calificar el Europeismo germanizante de Ortega propio de “papanatas”.
Se preguntó con pesimismo por qué España se olvidó de su herencia germánica. Y de igual manera en su España invertebrada lamentó por qué los visigodos no consiguieron forjar una casta de señores feudales como hicieron los francos, fenómeno en el que intuyó que fuese la causa de la decadencia española:
“En España no ha habido apenas feudalismo; sólo que esto, lejos de ser una virtud, fue nuestra primera gran desgracia y la causa de todas la demás… Por eso es un grandísimo error suponer que fue un gran bien para España la debilidad de su feudalismo… Convendría, pues invertir la valoración habitual. La falta de feudalismo, que se estimó salud, fue una gran desgracia para España.”
MEDITACIONES DEL QUIJOTE
Se ha discutido mucho sobre la originalidad del pensamiento de Ortega. Él mismo, en 1939, reconocía “deber a Alemania las cuatro quintas partes de su haber intelectual”. En Alemania entró en contacto con la filosofía alemana durante la II Guerra Mundial. En Marburgo fue discípulo de los neokantianos Hermann Cohen y Paul Natorps, aunque no siguió su línea de pensamiento, donde tuvo como condiscípulos a Nicolas Hartman, Paul Scheffer y Heinz Heimsoeth. Como fuentes de pensamiento fueron más importantes sus lecturas de Nietzsche, Husserl, y de los fenomenólogos Dilthey, G. Simmel, Renan, Bergson y Heidegger, tal era su admiración por Alemania que llegó a estar toda su vida obsesionado por la grandeza de la filosofía, la ciencia y la técnica alemanas.
Ningún escritor español del siglo XX ha alcanzado tanto reconocimiento y ha despertado tanta admiración en los círculos cultos nacionales y extranjeros, y este éxito se debe a su modo humano de enfrentarse con la cultura, a la fina penetración de su espíritu y al arte exquisito de su estilo, seductor y persuasivo.
Durante buena parte de su vida dio conferencias y asistió a congresos en varias ciudades de Estados Unidos, Alemana, Suiza e Italia, e influyó directa o indirectamente en Iberoamérica, especialmente en México y Argentina. Fue pues un difusor de ideas, que tuvo muchos discípulos: José Gaos, José Ferrater Mora, María Zambrano, Manuel García Morente, Fernando Vela, Paulino Garagorri, Julián Marías, Joaquín Xirau, Xabier Zubiri, Luis Recaséns Siches, Manuel Granell, Francisco Ayala, Pedro Laín Entralgo, José Luis López-Aranguren, Paulino Garagorri, etc.
Para Ortega y Gasset toda sociedad humana comporta una élite, compuesta por hombres que han sabido imponer la más elevada disciplina espiritual ganándose la confianza de las masas, aunque en ocasiones surgiesen grandes crisis de desafección de las masas hacia las minorías.
Para salir del atraso que necesitaba España, Ortega no dudó, entre otras cosas, en hacer una apología a las élites, a las que denominaba como “minorías selectas”. Este fue un tema presente en todas sus obras, especialmente en La rebelión de las masas y en la segunda parte de España invertebradacon el título de Ausencia de los mejores. Se refería a “minorías selectas” como una variante semántica y mezcla híbrida de los áristoi de Platón, de la “selección natural” de Darwin, del elitismo sociológico de Wilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Max Weber, y del “superhombre” de Nietzsche, de quien asumía también el concepto del “animal-rebaño”, que el filósofo madrileño denominó como “hombre-masa”.
“En una buena ordenación de las cosas públicas, la masa es la que no actúa por sí misma. Tal es su misión. Ha venido al mundo para ser dirigida, influida, representada, organizada. Pero no ha venido al mundo para hacer todo eso por sí. Necesita referir su vida a la instancia superior, constituida por las minorías excelentes.”
Esta era la versión orteguiana del pensamiento cartesiano, que sustituyó el “pienso, luego existo”, por “pienso, porque vivo yo, que soy un ser con el mundo”. Su tesis de la realidad auténtica del “pensamiento en acción” le llevó a la noción del “ser-ejecutivo” y al “carácter ejecutivo de la conciencia”. “La sociedad es siempre la unidad dinámica de dos factores: minorías y masas”, escribió Ortega en La rebelión de las masas, donde instaba a la restauración de una aristocracia intelectual. La función del “hombre masa” no es otra que obedecer: “La masa ha venido al mundo para ser dirigida, influenciada, representada, organizada”. Esta obra fue una de las que le proporcionó más celebridad internacional. Pero, con este pensamiento, Ortega rompía con los anteriores ideales socialistas y sindicalistas de su juventud.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
Uno de los rasgos principales de la obra de Ortega es el virtuosismo formal, la belleza de su prosa y la audaz y fecunda fantasía de sus metáforas. Estas virtudes estilísticas y estéticas en muchas ocasiones van en detrimento del rigor lógico de su discurso y de la coherencia de su pensamiento. El autor de la Encyclopedia of philosophy, Neil Mc Ilnnes, criticó la tendencia a mantener la brillantez literaria y las metáforas espectaculares en lugar de realizar argumentos y explicaciones cruciales. A pesar de la influencia cultural alemana que adquirió, Ortega no escribió de manera sistemática. Tampoco dejó un sistema de filosofía concreto y terminado, más bien tuvo un discursodiscontinuo, cambiante e improvisado. Eso explica que en ocasiones su pensamiento fuese antagónico, y que no se encuentre con precisión el lugar que le corresponde en la Historia del Pensamiento Universal. Entre sus méritos se halla la habilidad para exponer complejas ideas con un lenguaje sencillo y que además resulte incitante al receptor. Y es que Ortega quiso reformar la filosofía española, adoptando una filosofía de conocimiento directo que no fuese percibida a través de sistemas filosóficos estructurados. Ortega no elaboró un cuerpo homogéneo y cerrado de doctrina filosófica, pero existe una variedad temática que recoge el raciovitalismo (Razón Vital), el historicismo (Razón Histórica), el existencialismo, el perspectivismo del Yo, etc. Estos temas son abordados durante su vida en cuatro etapas sucesivas: Objetivismo, Perspectivismo, Raciovitalismo y Existencialismo. Paralelamente a su pensamiento filosófico, el político también atravesó diferentes etapas: Socialista marxistizante (1908-1914), Liberalismo anticapitalista (1914-1929) y Republicanismo (1929-1955); Antifranquismo a partir de 1936.
En su primera etapa, desde 1902 hasta 1910, abordó el Objetivismo. Un periodo que incluye su estancia en Alemania y en el que publicó únicamente algunos artículos. Le preocupaba el tremendo desfase de España respecto a Europa y pensaba que esa distancia sólo podría ser superada si se eliminaba el subjetivismo y el personalismo dominantes. “¡Salvémonos en las cosas!”era su consigna. Hacía falta, pues, disciplina, método, crítica, racionalidad; objetividad, en suma. “Lo subjetivo es el error”, llegó a escribir. Las cosas parecen ser más importantes que los hombres; o, por amor a la objetividad, hay que tratar a los hombres como “cosas”. Este fue su pensamiento antihumanismo y objetivismo del que más tarde se retractaría.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
La segunda etapa, desde 1910 hasta 1923, Ortega trató el Perspectivismo o Circunstancialismo del Yo. Publicó Meditaciones del Quijote (1914), El espectador (1916), España invertebrada (1921). En 1913 tuvieron lugar dos acontecimientos filosóficos importantes para Ortega: Husserl publicaba su obra fundamental Ideas, y Unamuno Del sentimiento trágico de la vida. Ortega se distanciaba, entonces, de ambos buscando su propio camino, igualmente alejado del idealismo de Husserl y del irracionalismo de Unamuno. Los dos grandes temas que llenaron este período fueron los de la “circunstancia” y la “perspectiva”.
La idea de circunstancia tiene su antecedente en el concepto de Umwelt creado por el biólogo Jacob von Uexküll y utilizado por Husserl: cada animal, de acuerdo con su estructura biológica y con su capacidad perceptiva y su actividad, posee un “mundo en torno” específico. Ortega desarrolló su tesis sobre la relación del hombre con el mundo, pero su concepto de “circunstancia” no es un concepto meramente biológico, incluyendo también el propio cuerpo y, además, la circunstancia es estrictamente real (y no sólo intencional, como en Husserl). El sentido de este concepto de “circunstancia” es aclarar que no existe un “yo” aislado del mundo real:
“La reabsorción de la circunstancia es el destino concreto del hombre. Mi salida natural hacia el universo se abre por los puertos del Guadarrama o el campo de Ontígola. Este sector de realidad circunstante forma la otra mitad de mi persona; sólo a través de él puedo integrarme y ser plenamente yo mismo. (…) Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo. (…) En la escuela platónica se nos da como empresa de toda la cultura, ésta: “salvar las apariencias”, los fenómenos. Es decir, buscar el sentido de lo que nos rodea.” (Meditaciones del Quijote, en Obras completas)
Ortega pensaba que la filosofía se encuentra unida a la palabra “circunstancia”. Siguió el método del perspectivismo, que para este pensador español es la forma que adopta la realidad para el individuo.
El concepto de perspectiva aparecía ya en Leibniz y en Nietzsche, pero también en G. Teichmüller, autor a quien Ortega cita. Mediante este concepto, Ortega quiso superar al escepticismo y el racionalismo como actitudes ilegítimas y contrapuestas:
“La historia de la ciencia del conocimiento nos muestra que la lógica, oscilando entre el escepticismo y el dogmatismo, ha solido partir siempre de esta errónea creencia: el punto de vista es falso. De aquí emanaban las dos opiniones contrapuestas: es así que no hay más punto de vista que el individual, luego no existe la verdad (escepticismo); es así que la verdad existe, luego ha de tomarse un punto de vista sobreindividual-racionalismo.
El Espectador intentará separarse igualmente de ambas soluciones, porque discrepa de la opinión donde se engendran. El punto de vista individual me parece el único punto de vista desde el cual puede mirarse el mundo en su verdad.Otra cosa es un artificio.” (El Espectador, “Verdad y perspectiva”)
Circunstancia y perspectiva se articulan, por tanto, en una particular concepción de la verdad. Sobre ficciones o abstracciones pueden coincidir todos los hombres. “Pero la realidad no puede ser mirada sino desde el punto de vista (la circunstancia) que cada cual ocupa, fatalmente, en el universo. Aquella y ésta (realidad y circunstancia) son correlativas, y como no se puede inventar, tampoco puede fingirse el punto de vista.” En conclusión, la realidad sólo puede ofrecerse en perspectivas individuales, lo cual no las invalida, sino que las hace supremamente valiosas: “somos insustituibles, somos necesarios (…); en vez de disputar, integremos nuestras visiones en generosa colaboración espiritual”. Para Ortega, la verdad absoluta, omnímoda, puede ser la suma de las perspectivas individuales.
Postulaba que la esencia de la realidad no se reduce a la razón pura de Kant, sino a un principio originario fundamental, que es la vida. En este sentido, la Historia es el elemento más importante para las personas. El individuo es historia y se va constituyendo a lo largo del tiempo. De esa idea parten los conceptos de “razón vital” y “razón histórica”, que desarrollaría en una próxima etapa.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
La tercera etapa de su pensamiento es la del Raciovitalismo, que abarcó desde 1923 hasta 1945. Esta etapa de madurez comenzó con El tema de nuestro tiempo (1923), siguieron La rebelión de las masas (1930), Ideas y creencias (1940), Historia como sistema (1941), etcétera. Algunas obras claves fueron publicadas después de su muerte por sus seguidores: La idea de principio en Leibniz (1958), Sobre la razón histórica (1979), etc.
Sus discípulos más devotos elevaron a la categoría de gran sistema filosófico su pensamiento sobre el Raciovitalismo. Aunque en realidad, se trataba de un intento de armonizar el Raciovistalismo con el “élan votal” de Henri Bergson y el Irracionalismo de la “Lebensphilosophie” o “Vitalismo o filosofía de la vida” representando por Nietzsche, Max Scheler, Oswald Spengler, Ludwig von Klages y otros pensadores alemanes de principio de siglo. Ortega se distanció tanto del Biologicismo latente en el Vitalismo como del Racionalismo mecanicista de Descartes y sus sucesores, pero sus preferencias se inclinarían hacia la Razón Vital.
En su concepción filosófica, la Razón Vital es un nuevo tipo de razón. De ahí surgió el sistema del Raciovitalismo, que es otra manera de pensar basada en dicha Razón Vital, la que se va realizando en la vida.
En su obra El tema de nuestro tiempohablaba del “absolutismo racionalista” y afirmaba que “el Racionalismo se queda con la verdad y abandona la vida”. Ortega se remontó al denominado “error de Sócrates” afirmando que “la Razón Pura no puede suplantar a la vida”, o también que “la Razón Pura tiene que ceder su imperio a la Razón Vital”.
Si el ser humano se ve llamado siempre a dar razón de cuanto se cruza en su camino, más lo estará a dar razón de los hechos vitales que le afectan más decisivamente. Por este motivo, Ortega establecía una relación entre vida y razón. El ser humano tiene que utilizar la razón para vivir, que no es otra cosa que un habérselas con el mundo y dar cuentas de él de un modo concreto y efectivo.
Ortega partía de una crítica, mucho más cauta que la de Nietzsche, a Sócrates. Con él, Platón realizó un descubrimiento admirable, el de la razón. Por eso “el tema del tiempo de Sócrates consistía en el intento de desalojar la vida espontánea para suplantarla con la pura razón”. Pero más tarde se descubrió que lo racional limitaba con lo irracional:
“Hoy vemos claramente que, aunque fecundo, fue un error el de Sócrates y los siglos posteriores. La razón pura no puede suplantarla a la vida: la cultura del intelecto abstracto no es, frente a la espontánea, otra vida que se baste a sí misma y pueda desalojar a aquella. Es tan sólo una breve isla flotando sobre el mar de la vitalidad primaria. (...) A través de la racionalidad hemos vuelto a descubrir la espontaneidad. Esto no significa una vuelta a la ingenuidad primigenia semejante a la que Rousseau pretendía. La razón, la cultura more geométrico, es una adquisición eterna. Pero es preciso corregir el misticismo socrático, racionalista, culturalista, que ignora los límites de aquella o no deduce fielmente las consecuencias de esa limitación. La razón es sólo una forma y función de la vida. La cultura es un instrumento biológico y nada más. Situada frente y contra la vida, representa una subversión de la parte contra el todo. Urge reducirla a su puesto y oficio. El tema de nuestro tiempo consiste en someter la razón a la vitalidad, localizada dentro de lo biológico, supeditarla a lo espontáneo. (…) Esto significa una nueva cultura: la cultura biológica. La razón pura tiene que ceder su imperio a la razón vital.” (El tema de nuestro tiempo)
Pero Ortega se defendió contra los que consideraban su pensamiento como un “vitalismo”. Nunca pretendió reducir todo lo humano a pura biología, ni desvalorizar la razón. Pero tampoco quiso ser “racionalista”: el Racionalismo pretende imponer a la realidad las estructuras de la razón, y se convierte, así, en Idealismo. El Raciovitalismo pretende ser un punto medio: Ortega reconocía el valor de la razón, pero reconocía también sus raíces irracionales (la intuición), poniéndolas al servicio de la vida.
En esta misma línea de pensamiento, Ortega afirmaría que la vida es la realidad radical (el “ser” de la metafísica es una abstracción vacía). Igualmente, afirmaba que “el hombre no es naturaleza, sino historia”, puesto que la vida, en la que consistimos, no es sino “lo que hacemos y lo que nos pasa”. De este modo, Ortega se acercaba notablemente a los análisis existencialistas, especialmente de Heidegger: vivir es encontrarse en el mundo, entre las cosas, ocupándose de ellas y dándoles finalidades prácticas, es un quehacer, un proyecto, un problema, un vivir con los otros, etc.
Guiado por el pensamiento de su admirado Nietzsche, está en todo caso bordeando siempre el Irracionalismo y el Biologicismo. Su fobia contra el Racionalismo estuvo unida a su animadversión por lo que, en El hombre y la gente, llamaba “beatría de la cultura” y “aberración intelectualista”.
ESTATUA DEDICADA A ORTEGA Y GASSET
JODAR, JAÉN, OCTUBRE 2012
En la cuarta y última etapa de su vida Ortega ha conocido el fracaso de la II República española, el estallido de la Guerra Civil, la amargura del exilio, los horrores de la II Guerra Mundial y el ambiente desolador europeo de la postguerra. Su pensamiento trata el Existencialismode Heidegger y Sartre. Ortega se fue distanciando de esta nueva corriente de pensamiento ocupándose más de la Fenomenología de Husserl que del Ser y tiempo de Heidegger y del Ser y la nada o La náusea de Sartre.
En la anteriormente citada obra El hombre y la gente reunió los principales textos de esta fase creadora. La principal idead no fue su confrontación con Husserl, sino su pesimismo antropológico, intersubjetivo y social. Ortega juzgaba a “El Otro” de Martin Buber y Feuerbach como negación de lo que uno es o puede ser, cuando los precursores lo habían interpretado en sentido positivo fecundo del propio yo.
Según Ortega: “Todo otro ser humano no es peligro, cada cual a su modo y en su particular dosis. El otro Hombre, el tú, es constitutivamente peligro, nuestra relación social con él es siempre, más o menos, lucha y choque.” Sin pretenderlo retrocedió a Hobbes y a su tesis de que “el hombre es un lobo para el hombre” y que la convivencia interpersonal y social una “lucha de todos contra todos”. En contra de lo que pensaba Aristóteles o Tomás de Aquino, el hombre no es por naturaleza un ser social, sino todo lo contrario: “La expresión tradicional de que el hombre es un animal sociable, en el sentido que se ha solido entender, ha obturado siempre el camino hacia una firme Sociología”.
Ortega continuaba: “la interpretación automáticamente optimista de las palabras social y sociedad no se puede mantener y hay que acabar con ella”. De ahí que en otro momento haya afirmado que el mundo está lleno de “anti-yoes”.
El Ortega de los últimos años escribía que el hombre es “radicalmente soledad”: “En la soledad el hombre es su verdad, en la sociedad tiende a ser su mera convencionalidad o falsificación”.