José Rubio, al que vimos recientemente por aquí, con motivo de las primera y segunda partes de la entrada dedicada a José María Tasso, a causa de su participación en la versión de Rafael Gil de “La casa de la Troya” (1959) y de la adaptación del mismo director de la comedia homónima de Jardiel Poncela, “Tú y yo somos tres” (1962), y al que veremos también en la tercera parte de la misma entrada, pues coincide nuevamente con Tasso en “Don Erre que erre” (José Luis Sáenz de Heredia, 1970), y al que citamos, probablemente, en la entrada dedicada a Fernando Delgado, por haber hecho su debut cinematográfico en “Todos somos necesarios” (José Antonio Nieves Conde, 1956), uno de los primeros títulos de la filmografía de este recientemente fallecido actor, empezó en la profesión introduciéndose en ella indirectamente, desde su puesto de botones, siendo un muchacho, en una empresa de producción cinematográfica. Desde tan “privilegiada” posición, Pepe Rubio tomó contacto con muchos representantes de actores y consiguió introducirse, como meritorio, nada menos que en la prestigiosa compañía del Teatro Español, “Lope de Vega”, en cuyo escenario alcanzará la categoría de primer actor. En la misma época del estreno en Madrid y Barcelona de “La caída de Orfeo” (1961), obra masivamente conocida por el público gracias a la difusión de la versión cinematográfica que filmó Sidney Lumet en 1959 (“Piel de serpiente”, se llamó en España, "The fugitive kind", en su estreno en USA) con dos gigantes de la interpretación en sus papeles principales (Marlon Brando, como Valentine Xavier, y Anna Magnani representando a su jefa, Donna Torrance, quienes dieron al film el aspecto de un monstruo de dos cabezas), José Rubio representaba roles destacados en “Seis personajes en busca de autor”, de Pirandello, “Muerte de un viajante”, de Arthur Miller o en la versión de “La Celestina” a la que hicimos referencia recientemente por estar protagonizada por quien fue nuestro último motivo de comentario en este weblog, la perturbadora Irene López Heredia. Sin embargo, pese a haber, por ejemplo, compartido durante un tiempo, el mismo alma que llevó sobre los hombros el mismísimo Marlon Brando, cuando sobre el tablado dio vida al mismo guitarrista vagabundo y buscavidas que imaginó Tennessee Williams, para varias generaciones de espectadores, José Rubio no ha sido ni será nunca otro que aquel que protagonizó durante décadas la comedia de Alfonso Paso “Enseñar a un sinvergüenza” (llevada al cine por el inoperante Agustín Navarro en 1969) y que, especializándose cada vez más en representar piezas escasamente distinguidas de vodevil, recorrió los escenarios españoles sin más pretensión que distraer a un público con deseos de pasar el rato sin exigir el menor esfuerzo a su intelecto. Haciendo de la exhibición ruidosa de una simpatía agobiante su carta de presentación, a José Rubio le vio este burgomaestre repetidamente recorrer los platós de televisión en innumerables programas de tipo “magazine”, cantando las excelencias de su última comedia en cartel, empleando siempre, para atraer a la audiencia, el viejo reclamo de que la suya era una representación en la que “la gente disfruta, se ríe, y olvida durante dos horas sus problemas cotidianos” . Y sin embargo, don José Rubio, claro está, no sólo era eso. No sólo es eso. Por más que, por así decir, y en pos del éxito, hayamos de convenir en que “él se lo haya buscado”.
PD 1: Otro día hablaremos de Arturo Fernández, quien, de similar manera, y en vista de la escasa capacidad del cine español para dar salida a sus reales posibilidades de ser una estrella del celuloide (medio en el que trabajó denodadamente y en todos los géneros), se acomodó en una única clave en la que desarrollar un solo acorde, proceder el cual le ha proporcionado fama, fortuna y estabilidad, pero que le ha privado, sin duda, de una gran parte de su capacidad, de su oficio, y, en cierto modo, de sí mismo.
PD 2: Para los amigos seguidores de Lady Filstrup: sigo teniendo dificultades para dedicarme como sería mi deseo al blog. La tercera (y última) parte de la entrada dedicada a José María Tasso sigue en marcha, pese a todo. Próximamente, en sus pantallas.