Revista Insólito

Josefina Bakhita: la patrona de la trata de personas

Publicado el 01 diciembre 2018 por Redespress60

Nació en Sudán hacia 1869 y murió monja en Italia el 8 de febrero de 1947. Entre ambas fechas medió una trayectoria vital que demuestra cómo puede manifestarse la gracia de Dios en medio de las circunstancias más adversas. Se supone que vino al mundo en el seno de una familia musulmana – que practicaba la creencia animista-. Su atribulada vida dio el primer giro importante cuando fue arrebatada a sus padres por unos traficantes de esclavos. Tenía seis o siete años de edad…

Josefina Bakhita: la patrona de la trata de personas

La niña nunca quiso recordar su verdadero nombre y empezó a ser llamada Bakhita, que en la lengua de sus secuestradores significaba Afortunada o Dichosa. No se conocen datos exactos sobre su vida, se dice que podría ser del pueblo de Olgossa en Darfur (Sudán), y que 1869 podría ser el año de su nacimiento. Su tío es jefe tribal, su padre es poderoso y su madre hermosa y materna. Creció junto a tres hermanos y dos hermanas, una de ellas su gemela. En consecuencia la brutal desaparición de sus hermanas oscurece su infancia y la desgracia se estremece en su carne. La niña tiene miedo pero aun lo que no sabe es que dos o tres años más tarde, ella será secuestrada.

La captura de su hermana por unos negreros que llegaron al pueblo de Olgossa, marcó mucho en el resto de la vida de Bakhita, tanto así que más adelante en su biografía escribiría: “Recuerdo cuánto lloró mamá y cuánto lloramos todos”. En su biografía Bakhita cuenta su propia experiencia al encontrarse con los buscadores de esclavos.

“Cuando aproximadamente tenía nueve años, paseaba con una amiga por el campo y vimos de pronto aparecer a dos extranjeros, de los cuales uno le dijo a mi amiga: “Deja a la niña pequeña ir al bosque a buscarme alguna fruta. Mientras, tú puedes continuar tu camino, te alcanzaremos dentro de poco”. El objetivo de ellos era capturarme, por lo que tenían que alejar a mi amiga para que no pudiera dar la alarma.

“Sin sospechar nada obedecí, como siempre hacía. Cuando estaba en el bosque, me percate que las dos personas estaban detrás de mí, y fue cuando uno de ellos me agarró fuertemente y el otro sacó un cuchillo con el cual me amenazó diciéndome: “Si gritas, morirás! Síguenos!””.

Josefina Bakhita: la patrona de la trata de personas

La esclavitud

La esclavitud ha existido en todos los continentes desde los tiempos más remotos, en todo tipo de culturas, religiones y épocas históricas. Todas las crónicas de la Antigüedad reflejan su existencia.

Los esclavos eran considerados ‘bienes muebles’, ‘cosas’ u ‘objetos’, por lo que podían ser comprados y vendidos como mercancías. En Roma no tenían ningún derecho, estaban supeditados por completo a la voluntad de los amos, que incluso podían disponer de sus vidas. En muchas sociedades, como en general al principio en las colonias americanas, no se permitía que los esclavos formaran familias, ya que se consideraba que esto mermaba su productividad laboral. Si tenían hijos, estos también eran esclavos y podían ser vendidos y separados de los padres según los deseos e intereses de los propietarios.

Mientras los imperios ya establecidos proporcionaban protección ante la esclavitud, toda la zona de Sudán constituía una fuente de recursos para capturar esclavos. Darfur pertenecía al dominio británico-egipcio de Sudán, donde el comercio de esclavos había sido prohibido en 1856. El comercio, en cualquier caso, no era controlado por el gobierno y fuera de los centros coloniales, los únicos sitios con una fuerte presencia de europeos, la trata de esclavos se mantuvo durante varias décadas más. Sólo después de la ocupación efectiva del interior de Sudán, a principios del siglo XX, la práctica de venta de esclavos fue poco a poco abolida. La esclavitud, en otras formas, ha continuado hasta nuestros días.

Cuando la niña africana es capturada, comienza una vida en cadenas, de violencia y de dolor. Bakhita fue llevada a la ciudad de El Obeid, donde fue vendida a cinco distintos amos en el mercado de esclavos. Bakhita sirvió de chivo expiatorio para unas niñas árabes, como juguete sexual para un adolescente despreciable, e incluso llegó a enamorarse de un general turco que la torturaba a diario.

Nunca consiguió escapar, a pesar de intentarlo varias veces. Con quien más sufrió de humillaciones y torturas fue con su cuarto amo, cuando tenía alrededor de los 13 años. Fue tatuada, le realizaron 114 incisiones y para evitar infecciones le colocaron sal durante un mes. “Sentía que iba a morir en cualquier momento, en especial cuando me colocaban la sal”, cuenta en su biografía. Su quinto y último amo fue el cónsul y comerciante italiano Calixto Leganini que compró a Bakhita en el mercado de Jartum  (Sudán) en 1882 y con éste amo fue bien tratada por primera vez desde que fuera secuestrada.

“Esta vez fui realmente afortunada – escribe Bakhita – porque el nuevo patrón era un hombre bueno y me gustaba. No fui maltratada ni humillada, algo que me parecía completamente irreal, pudiendo llegar incluso a sentirme en paz y tranquilidad”.

Al llegar las tropas mahdis a Jartum en 1884 y expulsar a los colonialistas británico-egipcios, el comerciante Laganini se vió obligado, junto a otros muchos europeos, a abandonar Sudán. Bakhita se negaba a abandonar a su patrón y, tras muchas súplicas e insistencia, consiguió viajar, junto a su patrón y su amigo Augusto Michieli, a Italia. Al llegar a Italia, la esposa de Michieli les esparaba. Esperando la llegada de varios esclavos, la señora Michieli exigió obtener uno de ellos y se le entregó a Bakhita. Así, Bakhita siguió a su nueva “familia” a Ziango, un pequeño pueblo en la zona de Venecia. Durante los tres años que vivió con la familia Michieli, Bakhita trabajó como niñera y amiga de su hija Minnina. Pero, en 1888, la familia compró un hotel en Suakin, la costa sudanesa del Mar Rojo y la señora Michieli siguió a su marido para ayudarle en el negocio hotelero, mientras Bakhita y Minnina ingresaban en el instituto de las Hermanas Canossa de Venecia.

Josefina Bakhita: la patrona de la trata de personas

Abrazando la Fé

La congregación de la Hermanas Canossa fue fundada en 1808 por la hermana Magdalena Gabriela di Canossa. Allí Bakhita se dedicó a educar a niñas pobres, servir en hospitales y enseñar la catequesis en las parroquias. En el Instituto, aprendió a conocer al Dios de los cristianos y en ese momento reconoció que Dios “había permanecido en su corazón”, desde que había sido niña y que le dio fuerzas para soportar la esclavitud, “pero no sabía quien era hasta este momento”. Fue bautizada el 9 de enero de 1890 y recibió, al mismo tiempo, su primera comunión y confirmación por el cardenal de Venecia. Entonces tomó el nombre cristiano de Josefina Margarita Afortunada.

Cuando la señora Michieli volvió de Sudán quería llevarse consigo a su hija y a Bakhita de nuevo a África. Pero, con una impresionante fuerza y coraje, Bakhita dijo que no iría y que prefería servir a su Dios junto a las Hermanas de Canossa. Se dice que la respuesta enfureció a la señora Michieli y que insistió en que Bakhita fuese con ellos. De todos modos, la responsable del Instituto contactó al cardenal y al gobernador, quienes declararon que, desde que la esclavitud era ilegal en Italia, Bakhita era libre de tomar sus propias decisiones y llevarlas a cabo. Así, permaneció en el Instituto y pronto su vocación la llevó a convertirse en una hermana de la orden. Y lo consiguió el 7 de diciembre de 1893, cuando contaba con 38 años de edad.

Bakhita se convierte en la hermana Giuseppina Bakhita, la ‘pequeña madre negra’ pasará los próximos cincuenta años viviendo en un convento veneciano. Una vez que haya superado las primeras curiosidades, los temores y las desaprobaciones, al final todos reconocerán el temperamento extraordinario de esta religiosa dedicada a los niños, los débiles y los enfermos. Es un gran trabajo para ella cuando le ordenan escribir su autobiografía y viajar para contar la increíble historia de su vida. Comienza sus memorias en 1910 y finalmente fueron publicadas en 1930. En 1929 se le ordenó ir a Venecia y empezar a contar sus experiencias. Después de que se publicase su biografía, Bakhita se convirtió en una gran personalidad en Italia y se vio obligada a viajar por todo el país para dar conferencias y recoger dinero para la orden.

En sus últimos años, la salud de Bakhita era cada vez más débil y se vió obligada a postrarse en una silla de ruedas. Pero, no obstante, continuó viajando y representando un modelo de caridad, aunque sus últimos años estuviesen marcados por el dolor y la enfermedad.

De esclava a Santa

Murió en el convento del canossiano de Schio, en 1947, a la edad de 78 años, y sus restos incorruptos fueron sepultados bajo el altar de la iglesia de dicho convento. Fue santificada por el pueblo, por lo que en 1959 la diócesis local comenzó las investigaciones para encontrarla venerable. Todo salió muy bien y fue así que el 1 de diciembre de 1978 fue declarada Venerable. Fue beatificada en 1992 y canonizada en Roma, por el Papa Juan Pablo II, en octubre del 2000. Es venerada como santa por la Iglesia Católica el 8 de febrero, y se le nombró patrona de Sudán.

En la ceremonia de beatificación, el Santo Padre reconoció el gran hecho de que transmitiera el mensaje de reconciliación y misericordia. Ella misma declaró un día: “Si volviese a encontrar a aquellos negreros que me raptaron y torturaron, me arrodillaría para besar sus manos porque, si no hubiese sucedido esto, ahora no sería cristiana y religiosa”.

Verdaderamente, Bakhita es la santa africana y la historia de su vida es la historia de un continente, válida para los católicos, protestantes, musulmanes o seguidores de cualquier otro tipo de religión tradicional. Su espiritualidad y fuerza la han convertido en Nuestra Hermana Universal, como la llamó el Papa.

Fuentes: HistoriadeÁfrica //  El testigofiel  //  Aciprensa //


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