Revista Economía

Josep Borrell alerta que 'Alemania no es un país a imitar'

Publicado el 04 diciembre 2011 por Quim @Quim_Marques

Josep Borrell alerta que “Alemania no es un país a imitar” Hace una semana el exministro socialista Josep Borrell, actualmente presidente del Instituto Universitario Europeo en Florencia, estuvo promocionando por estos lares su libro ‘la crisis del euro’, escrita en colaboración con el corresponsal en Roma de El País, Andreu Missé.
Borrell que fue también presidente del Parlamento Europeo se ha prodigado cuantiosamente por diferentes ámbitos mediáticos pero sin duda el más interesante, profundo y reflexivo, en mi opinión, no ha sido recogido por los MM.CC.
Se trata de un debate entre tres doctores en economía, en el auditorio de la Universitat Pompeu Fabra, utilizando como argumento de partida el tema del libro. Junto a Borrell, los profesores de la UPF, Jordi Galí y Fernando Guirao, consiguieron componer un análisis profundo de la situación aportando, cada uno de ellos, una salida diferente a la crisis.
Fueron cerca de tres horas de un debate académico al que estamos poco acostumbrados huyendo de tópicos y mensajes políticos al uso. Por su interés reseño algunos de los puntos que me parecieron más significativos.
Así, el profesor Galí fue el que se mostró más escéptico de los tres sobre una resolución adecuada de la atonía económica actual en la UE. Proclamó la necesidad que los salarios se adecuen a las condiciones del mercado. Apuntó que las diferencias de costes laborales unitarios entre los diferentes estados europeos reflejan el nivel que debería tener una devaluación para cada país. Al no poder actuar sobre la política monetaria y devaluar la divisa, España, para volver a ser competitiva, señaló Galí, debería realizar una devaluación interna “pero el proceso es muy doloroso y el período de recesión muy prolongado”.
Sobre la crisis de las deudas soberanas de determinados países de la zona euro, Galí expuso varias de sus ideas: en primer lugar que la actividad del BCE ayudando a algunos países, como Italia o España por ejemplo, es un rescate encubierto que viola los tratados comunitarios. Además, se pone en tela de juicio la independencia del banco central lo cual genera una pérdida irreparable de credibilidad en la institución.
“Al final, -dijo-, esta actuación del BCE es una transferencia de recursos de unos países a otros y ello es la causa de las tensiones políticas”.
Galí intentó que la audiencia entendiera el punto de vista alemán, posición que fue contestada por Borrell que apuntó algunos datos sobre el país germano. “No debemos sacralizar el proceso alemán de salida de la crisis. Alemania no es un país a imitar”, afirmó. “Es el segundo país, después de Rumanía con mayores desigualdades sociales y donde los salarios son más bajos y precarios. Desde el punto de vista social no es un lugar agradable. Es el país en el que menos puestos de trabajo se han creado en los últimos diez años, el que menos ha crecido y en donde el bienestar social está en regresión”.
Los datos aportados por Borrell contrastaron con la visión del profesor Guirao, titular de la cátedra Jean Monnet de Historia de la Integración Europea de la UPF, un decidido europeísta que apuesta por ir hacia una rápida unión fiscal franco-alemana (que pasaría por disponer de un único presupuesto y una deuda pública conjunta) a la que se le podrían unir rápidamente algunos otros países de la zona euro sin desequilibrios graves como Holanda y Austria en un primer momento (los cuatro juntos suponen el 58% del PIB europeo) e incluso Luxemburgo y Finlandia (60%).
La propuesta de Guirao, que bebe en fuentes comunitarias, establece que este núcleo duro podría ayudar al resto de los países con planes de reformas a cinco años que les permitieran ingresar al final del período en este conjunto que podríamos denominar del euro fuerte. Para él “Europa siembre ha caminado a diferentes velocidades”, pero para solucionar la situación actual considera que debe existir un ancla que la sitúa en la unión fiscal de los dos grandes.
De tomarse esta decisión, Guirao cree que si se quiere tener éxito “se debería actuar rápidamente y hacer todas las reformas lo más aceleradamente posible”. Para él este camino es necesario si los gobiernos quieren “ganar en eficiencia, aumentar la calidad de los servicios y que exista más igualdad de oportunidades”.
Esta propuesta de solución es consecuencia del fracaso en la integración europea al no haberse conseguido desde la creación del euro un área monetaria integrada óptima. Y es que, comentó Guirao, “no existen ciclos económicos similares, ni inflaciones convergentes ni un escenario donde se haya potenciado la movilidad del capital humano”. En suma, “se ha desaprovechado la oportunidad de caminar hacia la convergencia real”, opinión compartida por Borrell: “las economías nacionales de la zona euro han ido divergiendo y ello se ha traducido en desempleo e inflación. Cada país se ha ido especializando en aquello que sabe hacer mejor”. Ello ha sido culpa del euro, “una máquina de crear divergencias”.
Y es que esta crisis del euro es el final de un proceso que dura 30 años. En palabras de Guirao, “desde finales de la década de los 70, Europa no ha conseguido recortar en renta per cápita a Estados Unidos, ni las economías europeas han conseguido ganar en competitividad relativa a aquellas economías más dinámicas”.
Tan sólo algunos países europeos han hecho significativos avances, como Finlandia que se reinventó en 1990 apostando por la excelencia en educación e innovación, o Austria y Alemania que en el período 2002-2005 aplicaron algunas reformas para defender su competitividad.
Este último país ha conseguido mantener estos niveles a base de no generar empleo dentro de sus fronteras. “Ha ganado en competitividad, -desgranó Borrell-, porque utiliza los antiguos integrantes del Bloque del Este para producir a costes sensiblemente inferiores que posteriormente acaba integrando en Alemania y exportando con el Made in Germany. Por algo la empiezan a llamar la China de Europa”.
Para el catalán, “esta es una de las razones por las cuales no le preocupa el tipo de cambio, porque produce realmente fuera de la zona euro, en la Europa del Este. Además de esa manera importa deflación de los países de esa zona. Es un modelo, el suyo, pero difícilmente imitable”.
Guirao confirmó que “Alemania tiene grandes problemas. Uno de ellos es claramente de competitividad”.
Las soluciones que estos días se ponen encima de la mesa, con consolidaciones fiscales y reformas del mercado trabajo, para que los países sean más competitivos a nivel internacional, antes se aplicaron en otros como Estados Unidos. Sin embargo, allí, apuntó Borrell, “los salarios no han crecido en proporción a las ganancias de competitividad que han ido teniendo las industrias”, dato que quiso relacionar con las demandas que se producen en España desde ámbitos empresariales de desligar los incrementos salariales a la evolución de la inflación y unirlos a las ganancias en productividad.
Borrell, un firme convencido del reparto del bienestar entre todos los niveles sociales. “Si no hay corrección de las desigualdades las economías crecerán a base de burbujas, con movimientos espasmódicos“. Para él el modelo adecuado de crecimiento de una economía debe provenir de un aumento de la demanda y del consumo financiado por mejores salarios.
Galí se mostró disconforme con que la desigualdad estuviera en el origen de la crisis y puntualizó que “no hemos de hacer de la desigualdad una bandera sino de la igualdad de oportunidades” en relación a que sea ésta la que pueda permitir a los trabajadores desarrollar plenamente sus capacidades profesionales.
Para este profesor Europa como concepto unitario sin duda sobrevivirá “pero con un formato diferente aunque hoy por hoy no se vislumbra de manera certera” y esa es la razón que los mercados penalicen a la zona. La incertidumbre cotiza a la baja.
Para reconducir la situación los tres solo ven una salida a medio plazo: coordinar las políticas fiscales y monetarias lo que significa más cesión de soberanía de los estados miembros hacia la UE pero ello significar fortalecer el presupuesto de la UE hasta niveles similares a los que tiene el gobierno federal de Estados Unidos que hoy en día supone aproximadamente el 25% de su PIB. En UE no alcanza el 1%. Este cambio radical va en contra del principio de subsidiariedad y demanda una reforma radical de los Tratados que como se sabe es un proceso lento y farragoso.


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