Momento de la entrega
Que esto quede como un signo en medio de ustedes. Porque el día de mañana sus hijos les preguntarán: ‘¿Qué significan para ustedes estas piedras?
Libro de Josué
Todos sabemos, desde ayer, quién es Josué. Un delincuente de veinte años que mantuvo de rehenes a treinta personas en un banco de Pilar. A la prensa le preocuparon más sus alias: el Cheto, el Chilenito. Vende más, se sabe, en la épica del hampa televisado y entrevistado por Guillermo Andino. Se habla de Josué, se lo exhibe como trofeo de un operativo policial que -por suerte- salió bien. Pero ahora que los rehenes ya no son rehenes, ahora que la policía cumplió su trabajo, ahora que el bien ganó y los malos están presos, ahora que el dinero vuelve a las arcas de los bancos que monopolizan el negocio del robo directo o a crédito, quedan algunas cosas sin resolverse.
¿Cuáles? Por ejemplo, que Josué tiene veinte años y no estudia ni trabaja. Que, además, es seropositivo. Que es pareja de Jésica y padre de Leila, una nena de diez meses (en medio de la toma, Josué se comunicó con ellas para recordarles que las amaba y luego entregarse).
Josué no volverá a aparecer en televisión, pero su historia no está terminada. En cinco o diez, o quince años, cuando esté libre, seguirá siendo joven, pobre, desocupado, portador de VIH, padre de una niña, y tendrá que vivir y sobrevivir en el sistema económico que así lo quiso. Lamento arruinarles, caballeros, el sabor de la victoria.