Revista Cultura y Ocio

Joyce, Joyce, Joyce...

Publicado el 13 enero 2012 por Chufflo
Joyce, Joyce, Joyce...
The Third Man (1949) de Carol Reed
Adolf  Krogh: Así pues, se podría decir que estamos hablando de una suerte de "Encrucijada moral", por así decirlo, que está muy presente a lo largo y ancho de toda su obra, en ocasiones de forma más o menos velada, más subterránea, y otras veces de una forma muy explícita. Sería el caso, por ejemplo, de El tercer hombre, en el que usted describe de forma muy concreta la derrota del Amor y la Amistad a manos de la Ética. Como si lo correcto, hacer lo que está bien, estuviese muy por encima de los sentimientos, cuando éstos caminan en una dirección distinta...
Graham Greene: En principio, todo eso que usted señala puede muy bien encontrarse en el libro, es una lectura, desde luego. De todo modos, fíjese, a mí esa historia me interesaba desde otra perspectiva, que no era otra que la terrible y esencial injusticia que en tantísimas ocasiones emerge del carisma. Ahí tiene a Harry Lime, un tipo con carisma, o mejor: el Hijo del Carisma... Cae bien a todo el mundo y no encontrará quien tenga una palabra mala de él, pero es un miserable en el fondo, un ruin advenedizo, del todo inmerecedor del amor de Anna y la amistad de Martins. Y gran parte de ese culto, esa veneración incondicional que ambos le profesan emerge natural y esencialmente del carisma de Lime, tiene ése don... Eso lo supo incorporar a la perfección Orson Welles en la adaptación cinematográfica, transmitía ese carisma en cada plano. Te decías: he aquí a un tipo con todo lo que hay que tener... ¿Pero cuál es resultado final? Que Martins, que actúa movido por el amor primero y por la moral después, y muy a su pesar, sabiendo que está traicionando no a su amigo, sino el concepto de amistad; un tipo, en definitiva, como cualquiera, que no tiene el carisma de Lime, que tiene el carácter justo para ir tirando por la vida mal que bien, acaba despreciado por la mujer que ama: un Judas. Un delator... Es la prueba de que en este mundo llegan mucho más lejos las sonrisas perfectas y bien cuidadas, por más mentiras y lenguas viperinas que guarden detrás. La confirmación de ese dicho popular que reza que más vale caer en gracia que ser gracioso... Por eso me gusta tanto el pasaje de la conferencia literaria. Martins es escritor. Escritor de novelas baratas pero escritor. Probablemente vendió más ejemplares de su Jinete Solitario de Santa Fe que Joyce de sus Dublineses, pero aquella gente sólo tenía la boca llena de Joyce, Joyce, Joyce... Y Joyce ni siquiera hubiese estado allí, o, de estarlo, habría cogido el primer vuelo de regreso. Pero Martins se queda por amistad primero, y por amor después. Se mete hasta el cuello en el fango y acaba destrozado. Un delator con el corazón roto, cierto, pero también el héroe moral de la historia..., aunque muy probablemente ésa no sea ninguna clase de consuelo para Martins.Adolf Krogh: Sin embargo, en el guion de la novela que escribió para Carol Reed usted no tiene inconveniente en matar a Payne al final de la historia: sacrifica el primer fan de Martins y de las novelas baratas, que hizo posible, mediante su intervención indirecta, que al final toda la historia progresase, que Martins abriera los ojos y Lime recibiera su merecido. En otras palabras, podríamos decir que usted castiga al lector, al lector de novelas baratas...

Graham Greene: Qué puedo decir... La vida es una cabronada... Y en cualquier caso Payne muerto y sus novelas baratas tiradas a la basura me siguen cayendo mucho mejor que cualquiera de los intelectualoides que poblaban aquella conferencia, con sus bocas a reventar del venerado Joyce, Joyce, Joyce, al que seguramente ni siquiera habían leído... En puridad, ahora que lo pienso, todo El tercer hombre es una invectiva contra la impostura del carisma y del talento. Digámoslo claro y de una vez: la gente brillante apesta...


  Extracto de la entrevista a Graham Greene en Österreich Kultur, nº 66, abril 1958
Joyce, Joyce, Joyce...
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