James Joyce.Cuentos y prosas breves.Traducción de Diego Garrido.Páginas de Espuma. Madrid, 2022.
Unos suaves toques en el cristal le hicieron volverse hacia la ventana. Había comenzado a nevar de nuevo. Soñoliento, vio los copos caer oblicuamente contra la luz de las farolas, plateados y oscuros. Había llegado el momento de emprender su viaje hacia el oeste. Sí, los periódicos estaban en lo cierto: la nieve caía sobre toda Irlanda. Caía en cada parte de la oscura planicie central, sobre las colinas calvas, caía suavemente sobre las oscuras y turbulentas aguas de Shannon. Caía también sobre cada rincón del solitario cementerio donde yacía Michael Furey enterrado. Se acumulaba sobre la piedra de sus cruces torcidos y sus lápidas, sobre las lanzas oxidadas de su pequeña puerta, sobre las espinas yermas. Su alma se desvanecía al escuchar caer la nieve débilmente sobre el universo, caer débilmente, como el descenso de su último final, sobre todos los vivos y los muertos.
Así termina, en la traducción de Diego Garrido, Los muertos, de James Joyce, uno de los mejores cuentos de la historia de la literatura.
Ese texto cierra Dublineses, el conjunto de quince relatos escritos entre 1904 y 1914, entre Dublín y Trieste, con los que renovó el cuento del siglo XX y de los que Joyce decía que eran “un capítulo en la historia moral de mi país” y “el cristal pulido en el que mis compatriotas podrán mirarse con miedo a reconocerse.”
Dublineses es una de las obras que se recogen en un espléndido tomo publicado por Páginas de Espuma que reúne por primera vez en español toda la obra breve de James Joyce, un autor que -sostiene Garrido- “hoy en día, a 140 años de su nacimiento, es Irlanda como Dante es Italia o Cervantes España.”
Organizado en seis partes, se recogen en este volumen desde las iniciales Epifanías, cuarenta prosas breves, hasta los cuentos lúdicos de Finn’s Hotel, primera aproximación de Joyce a su hermético Finnegans Wake, pasando por el Retrato del artista, que Garrido define como “autobiografía autoapologética redactada en tercera persona” y “ensayo de ese primer Joyce arrogante y alucinado que dará pie inmediatamente a la redacción de Stephen Hero y muchos años después tendrá su justificación en el Retrato del artista adolescente”; siguiendo por Dublineses o por la brevísima novela o poema en prosa Giacomo Joyce, que prefigura su obra posterior porque“conserva todavía la delicadeza de Dublineses y tiene ya la fuerza expresiva de Ulises.”La última de las seis partes es un Anexo que rescata los cuadernos de París, de Pola y de Trieste; algunos fragmentos de un borrador del Retrato del artista adolescente; dos cuentos infantiles que escribió para su nieto y el Diario de Dublín de Stanislaus Joyce.
“La obra y la vida de James Joyce -explica Garrido- se confunden como una mitología. Los personajes de sus libros son la gente que conoció y de la que oyó hablar, y las cosas que les pasan a aquellos son las cosas que les pasaron a estos y a él. Algunos ambiciosos (entre ellos el propio Joyce) hablan de inmortalizarse ejerciendo su arte; no dejan de engañarse: con los muchos años este escritor, elevado o reducido a clásico, deja de ser el hombre de carne y hueso que vivió y escribió y pasa a ser una especie de símbolo o resumen de sus coetáneos. La realidad de su tiempo se diluye en la realidad de su arte, y los hombres y mujeres que como él vivieron y padecieron se diluyen en los que fueron apenas combinaciones de palabras.”
Para subrayar esa vinculación de vida y obra, de literatura y experiencia, cada uno de los apartados va presentado por magníficos textos introductorios que son un iluminador rastreo de las claves biográficas de los textos y trazan el desarrollo paralelo de la línea biográfica y de la obra en marcha del artista en París o Dublín, muestran al joven alumno de los jesuitas y el University College de Dublín, al escritor en su taller o en su laberinto y reconstruyen sus últimos años. Un espléndido aparato de notas pertinentes y aclaratorias cierra cada uno de esos apartados en los que se agrupan las piezas cortas de Joyce.
Cierra esta cuidadísima edición un amplio álbum fotográfico que recoge abundantes imágenes del autor y de su entorno familiar, de Nora, su mujer; de los lugares en los que vivió (Dublín, París, Trieste, Zurich), de la Torre Martello, donde Joyce vivió seis días y donde arranca el capítulo inicial del Ulises, de sus laberínticos manuscritos y sus endiabladas correcciones de pruebas, que dan idea del minucioso método de escritura y reescritura que aplicó a toda su obra.
Santos Domínguez