Hasta hace tiempo no creía que fuera tan importante la cuestión de las versiones bíblicas, de si era importante elegir entre ésta o aquella otra, pensaba que básicamente todas decían lo mismo, pero poco a poco he ido comprendiendo la importancia de la traducción, y he ido entendiendo cuan grandemente es equivocada la doctrina protestante gracias a las malas traducciones.
Uno de los versículos más usados por el mundo protestante para sostener su doctrina de la "sola escritura" (doctrina desconocida, dicho sea de paso, en toda la antigüedad cristiana durante los primeros 1500 años) es el del Evangelio de San Juan 5, 39. En este versículo, según el pensamiento protestante y neoevangélico, Jesús estaría mandando a escudriñar las Escrituras como medio para alcanzar la vida eterna.
He participado en múltiples debates donde los adherentes del protestantismo han citado este versículo como "argumento" para defender que los cristianos deberíamos sustentarnos en la biblia y solo en la biblia, y buscar en ella, y solo en ella, nuestra salvación, e incluso no es extrañó que acompañen sus comentarios con alguna imagen con un bonito diseño donde se muestra una biblia y el versículo citado, pero, ¿realmente Jesús estaba mandando a escudriñar las Escrituras para encontrar la vida eterna, o estaba más bien reprochando a quienes creían que la vida eterna está encerrada en un libro?
La versión de la biblia Reina-Valera 1960, una de las más famosas y usadas en las congregaciones protestantes, dice:
"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí".
Cuando la traducción de la Reina-Valera usa erróneamente el imperativo "escudriñad", el lector es inducido a creer que Jesús le está dando la orden de estudiar infatigablemente las Escrituras porque "en ellas tienen vida eterna", y de este modo está puesto todo sobre la mesa para que se exacerbe el fundamentalismo 'solobiblista' y el evangélico protestante crea que está en todo lo correcto al prescindir del Magisterio, de la Tradición, de los Sacramentos, en pocas palabras, que puede rechazar a la Iglesia (con todo el depósito de la fe contenido en ella), como necesaria para la salvación.
No es difícil comprender la profunda división de denominaciones y sub-demominaciones protestantes -grupos de la misma corriente doctrinal pero divididos formalmente en distintas estructuras, organizaciones y congregaciones debido a las distintas interpretaciones bíblicas sobre éste u otro tema en particular-, cuando se parte de una premisa según la cual el creyente solo necesita su biblia. Incluso no es extraño observar que muchos hermanos separados se alejan de sus propias congregaciones y deciden llevar su fe de manera aislada y personal, sin asistir a ninguna comunidad protestante y hasta defender su aislamiento bajo el pretexto de que "la verdad no está en ninguna iglesia o religión", sino "solo en la biblia", por lo que lo único que necesitan es "la Palabra de Dios". ¿Y cómo no van a pensar así si les han hecho creer que el cristianismo se reduce a leer un libro?
La primera vez que leí Juan 5, 39 fue precisamente en una Reina-Valera 1960, y ya desde la primera ocasión que lo leí me pareció interesante que el Señor dice "porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna"; fíjense que no dice "porque que en ellas tenéis la vida eterna", sino "a vosotros os parece"; Jesús nunca dijo que fuera así, más bien estaba haciendo una crítica a la creencia de aquellos a quienes hablaba.
Al leer la versión católica de la Biblia de Jerusalén, observamos con mucha mayor claridad qué es aquello que el Señor Jesús quiso transmitir a los judíos que le escuchaban, veamos:
"Ustedes investigan las Escrituras, ya que creen tener en ellas vida eterna; ellas son las que dan testimonio de mi".
Otras dos versiones católicas, la Biblia Latinoamericana, así como la versión llamada El Libro del Pueblo de Dios, dicen: "Ustedes escudriñan las Escrituras" y "Ustedes examinan las Escrituras", respectivamente.
Así vemos que cuando Jesús habló de escudriñar, estudiar o examinar -Ἐραυνᾶτε (Eraunate)- no lo hizo en un sentido imperativo, sino indicativo. Jesús estaba indicando, describiendo o explicando lo que hacían los judíos, no estaba mandando a que lo hicieran como una condición imperativa para salvarse.
Y que Jesús habla en modo indicativo nos lo muestra el propio contexto con los versículos tanto anteriores como posteriores al 39. Por ejemplo, si comenzáramos a leer desde el versículo 36 podríamos observar que Jesús les explica que las obras que Él realiza dan testimonio de que el Padre le envió. Los judíos estaban intentando encontrar en las letras la vida eterna que se les ofrecía delante de ellos en la Persona de Jesús, quien se les manifestaba por medio de sus obras.
Los versículos 37 y 38 son impresionantes por su profunda contundencia:
"37. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí. Ustedes no han oído nunca su voz, ni han visto nunca su rostro,¡Ni habita su palabra en ustedes! Jesús le dice nada más y nada menos que a los expertos en las Escrituras, a los que las escudriñaban profusamente, ¡que la Palabra de Dios no habitaba en ellos! Escudriñaban las Escrituras, pero no tenían la Palabra, puesto que la Palabra de Dios es una Persona, no un libro; la Palabra de Dios es Jesús, en quien no habían creído a pesar de ver todas las cosas asombrosas que el Señor hacía frente a sus ojos.
38. NI HABITA SU PALABRA EN USTEDES, porque no creen al que él ha enviado".
Ahora bien, ¿de todo esto se desprende que las Escrituras son innecesarias? ¡Por supuesto que no! Jesús dice en el mismo versículo 39 que ellas daban testimonio de Él, refiriéndose, como es obvio, al ahora conocido como Antiguo Testamento -las únicas Escrituras que existían hasta el momento en que Jesús estaba hablando- el cual hablaba sobre la tan anhelada llegada del Mesías de Israel. Pero inmediatamente después de que les ha dicho que las Escrituras daban testimonio de su Persona, les deja clara la diferencia entre el testimonio y la vida: "y ustedes no quieren venir a mi para tener vida" (ver. 40).
Las Sagradas Escrituras están presentes los 365 días del año en toda la vida litúrgica de la Iglesia católica, pero entendemos que ellas son un testimonio que nos remiten siempre a la Persona Viva y Real de Jesús, de manera particular y especial en su Presencia en la Sagrada Eucaristía. De poco sirve leer sobre Jesús si no se va a Jesús, si no se tiene un Encuentro Vivo y Personal con el Señor.
La vida eterna no la encontramos en las letras que nos hablan sobre Jesús, sino en Jesús mismo, en el Jesús Vivo y Real, Verdadero Dios y Verdadero Hombre, y si bien en la biblia leemos sobre Jesús, luego hay que ir a Él para tener vida, no basta quedarse con el testimonio.
Creer que la vida se encuentra en "escudriñar" las Escrituras es equivalente a pensar que para calmar el hambre bastaría con leer una receta, en lugar de poner manos a la obra, prepararla y comerla luego de que se ha obtenido el conocimiento de cómo cocinarla.
¿Y cómo se va Jesús para tener vida eterna? El mismo Señor nos lo dice:
"Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo". Juan 6, 51.
Ir a Jesús para tener vida es entrar en una perfecta Comunión con Él, es hacerse verdaderamente Uno con el Señor, dejar que Él habite en ti, ¿pero cómo nos hacemos uno con Jesús, cómo dejamos que Él habite en nosotros? ¡Dejando que su Cuerpo entre en el nuestro, por medio de la Eucaristía que el instituyó para tal efecto y donde Él está realmente Vivo y realmente Presente, como Él mismo lo dijo, y cito la propia RVR 1960:
"El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, Y YO EN ÉL" Juan 6, 56.
No es casualidad que estas palabras se encuentren solo un capítulo después de que Jesús ha enseñado que la vida eterna no consiste en escudriñar las Escrituras. En un orden perfecto, primero les enseña a los judíos que si bien podían ser exegetas perfectos de la Escritura, no tenían la Palabra de Dios en ellos, para enseguida mostrarles cómo es que podían hacer habitar esa Palabra de manera viva en su interior; comiendo su carne y bebiendo su sangre sacramentalmente bajo el signo del pan que les estaba ofreciendo como medio eficaz para transmitirles Su Vida.
Por eso desde tiempos muy remotos de la Iglesia primitiva, vemos que la estructura litúrgica de la fe cristiana está compuesta por la dimensión de una doble mesa desde donde Dios nos alimenta, y siendo Él nuestro propio alimento, estamos en Él y Él en nosotros para que nos haga partícipes de su vida eterna. Por eso el culto cristiano -y lo podemos ver en textos antiquísimos de la Iglesia primitiva como en los de San Justino Mártir a mediados del siglo II, donde básicamente está describiendo la Misa- siempre ha tenido la Mesa de la Palabra, donde se sirve el alimento de la Palabra proclamada desde el ambón, y la Mesa Eucarística, el altar donde por obra del Espíritu Santo el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, para que comulgando permanezcamos en Él y Él en nosotros.
Así que si ya escudriñas las Escrituras y reconoces en ellas a Jesús, ahora es tiempo de dar el siguiente paso, ve a tener un Encuentro Personal con Él en la Eucaristía.
Alfredo Rodríguez