Recordado por su instinto goleador tanto de titular como de revulsivo, el técnico hispano-argentino empezará ante el Levante su reto de reflotar al Valencia
Pizzi, durante un entrenamiento con el Valencia - EFE.
El aficionado suele olvidar que el futbolista ni tiene alas ni es infalible, aunque lo que le saca de quicio es la falta de actitud. Por unas cosas u otras, los hinchas de Rosario Central lanzaban sus dardos contra Rafael Maceratesi, que encontró un salvador en el vestuario que le ayudó a recuperar la confianza y la puntería, y a crecer: “Tener a Pizzi como compañero es un aliciente muy importante. Por todo lo que él representa, por su experiencia y porque dentro de la cancha es casi un director técnico”. Maceratesi
veía madera de entrenador en Juan Antonio Pizzi (Santa Fe, Argentina, 1968), líder de aquel Central que acababa de ser subcampeón del Torneo Inicial y que después rozó la final de la Libertadores, y no se equivocó. Recordado por su olfato goleador tanto de titular como de revulsivo, Pizzi empieza este sábado su reto de reflotar a un Valencia tocado deportiva y económicamente, pendiente de que Bankia acepte su venta a Peter Lim, y a 13 puntos de la última plaza de Champions. La primera etapa, el Levante en Mestalla.
Pizzi acaba de ganar el Torneo Inicial con el San Lorenzo argentino y ha vuelto a un Valencia en el que jugó cedido el curso 1993-1994, cuando marcó el gol 3.000 del club en Primera y coincidió con Penev y Mijatovic, al que en la temporada 1995-1996, y en su segunda etapa en el Tenerife, venció en su pulso por el Pichichi y la Bota de Oro europeo, que compartió con Alan Shearer. En el Barça fue el agitador de Robson en el equipo de Ronaldo. Van Gaal no le dio carrete y regresó a Argentina, pasó de refilón por Portugal, y se retiró en el Villarreal en 2002. Tres años después empezó su carrera como entrenador, en la que, además de la reciente corona, destaca la del Bicentenario de 2010 con la Universidad Católica de Chile. Ahora está en una institución impaciente sustituyendo al caído Djukic. “Todo dependerá de los resultados que obtenga en los primeros cuatro partidos”, explica a Cronómetro de Récords Jaume Rius, autor del libro La corrupció en el periodisme esportiu y ex jefe de deportes de TV3: “De todas formas, será difícil que se repita un nuevo caso Simeone”. El nuevo técnico valencianista, que coincidió en el curso de entrenadores con sus amigos Luis Enrique y Guardiola, advierte que quiere tener el balón y recuperarlo rápido: “Nuestra base es el esfuerzo. El futbolista debe de entender que su vida es fútbol y eso refuerza al grupo”. El objetivo son “metas cortas y reales sin descartar el objetivo de principio de temporada [hacerse un hueco en la Champions]”. “El don del oportunismo” El Pizzi entrenador bebe del Pizzi jugador, que nunca se enfrentó al Levante en sus siete temporadas y media en Liga: 92 goles en 221 partidos de Liga, y goleador ante 27 de los 32 equipos contra los que se enfrentó, algunos desaparecidos como el Extremadura y el Mérida. “El don del oportunismo es naturaleza, suerte y trabajo en los entrenamientos”, advirtió en etapa en el Barça. Era un delantero generoso e incansable. “Era fuerte, técnicamente correcto”, detalla a Cronómetro de Récords Ramon Besa, redactor jefe de deportes del diario El País. “A un delantero centro de un equipo grande”, escribe Roberto Martínez en Barçargentinos, “se le exige siempre el sello de garantía de las tres g: goleador, con garra y que dé sobradas muestras de ser ganador. Y él lo tenía”. Tres cualidades que ya mostró en su primer partido en el Camp Nou, en la segunda jornada del curso 1996-1997 y ante un Espanyol que se había adelantado 0-1 gracias a Lardín. Robson le hizo entrar justo después por Figo, en el 71. La apuesta le salió de rechupete al entrenador: Giovanni empató en el 84 y el propio Pizzi marcó el 2-1 en el 92 en un terreno de juego convertido en un patatal, pese al cambio de césped que había obligado al equipo a jugar en el Lluís Companys sus tres primeros partidos oficiales, los dos del Gamper, que entonces tenía cuatro equipos, y la ida de la Supercopa de España ante el Atlético. El delantero hispano-argentino había marcado un tanto en cada uno de esos encuentros.
Su gol ante el Espanyol fue uno de los ocho que marcó como suplente en Liga con el Barça de Robson. También fue vital en Riazor entrando en el 85 por Stoichkov para firmar el 0-1 definitivo tres minutos después. Rompió una racha del equipo de casi tres meses sin ganar fuera que duraba desde su único percance conocido en Barcelona. En el Sánchez Pizjuán se enfadó tras ser sustituido por Nadal 24 minutos después de reemplazar a Stoichkov. “Me fastidié, aunque viéndolo hoy”, decía Pizzi en una entrevista a El Gráfico, “admito que fue un error. Esa vez pateé una botellita cuando me fui a sentar al banco”. Robson quiso defender como fuese el 0-1 ante el Sevilla de José Antonio Camacho. “¡Pizzi, Pizzi, Pizzi! ¡Sos macanudo!”
Ese primer curso, Pizzi marcó un tanto cada 107'44 minutos (jugó 967) y fue titular cinco veces, marcándole un gol al Atlético (3-3), contra el que firmó su tanto más recordado en Barcelona, en la vuelta de cuartos de final de la Copa del Rey. Una acción que, como recuerda Ramon Besa, le hizo pasar a “formar parte de la memoria futbolística azulgrana” en imágenes y con la banda sonora de Joaquim Maria Puyal, que aparcó el catalán y puso acento argentino para resumir un momento surrealista de un partido loco que los azulgrana habían llegado a perder por 0-3 y se llevaron por ese 5-4 definitivo: “¡Pizzi, Pizzi, Pizzi, Pizzi! ¡Che, qué bueno que viniste, qué bueno que llegaste! ¡Pizzi, Pizzi, Pizzi! ¡Sos macanudo! ¡Pizzi, viejo!”. “‘Pizzi, sos macanudo’ resume lo que la gente piensa de él: un tipo sensacional como persona, buen compañero y que tenía gol cuando se necesitaba”, continúa Besa.
Pizzi, tras su imborrable gol, el de la remontada por 5-4 ante el Atlético - Mundo Deportivo / Pere Puntí.
Más íntima que la de Puyal fue la reacción de Kantinu, periodista deportivo y responsable de la página web KantinuSports. Lo vivió, como explica a Cronómetro de Récords, en su piso de estudiantes y con un compañero que llegó a apagar el televisor hasta cuatro veces, “una por cada gol de Milinko [Pantic], que a todos nos parecieron definitivos. No contábamos con que el Barça tenía al mejor delantero del mundo [Ronaldo] y, probablemente, al mejor suplente que éste podía tener. Un microondas macanudo”. Jaume Rius interviene: “Pizzi era un auténtico hombre de área, un delantero puro que reunía todas las condiciones necesarias para triunfar en el Barcelona, pero que no lo consiguió porque, seguramente, nunca se acabó de adaptar al juego del conjunto barcelonista”. Un futbolista que fuera de los terrenos de juego “era una persona bastante agradable que no entendió las razones de no haber triunfado plenamente. Mi relación con él fue bastante cordial, como acostumbraba a pasar con la mayoría de los jugadores, con los que podías tener largas conversaciones. Algo imposible hoy, ya que la relación periodista-jugador no existe hasta que este último no hace algún anuncio y entonces sí que necesita a los medios”.
Tuve la oportunidad de preguntarle a Pizzi por su imborrable gol ante el Atlético. Llevaba un año ya retirado, jugaba al polo en el JVC –siempre ha sido un apasionado de los caballos– y escribía una columna semanal en Mundo Deportivo. Bien cómodo en un sofá del hall del Hotel Princesa Sofía de Barcelona, en el mismo edificio donde su representante Ricardo Schlieper, y Joan Gaspart, entonces vicepresidente azulgrana apalabraron su pase al Barça, Pizzi me sonrió. Era una de las preguntas más recurrentes que le hacemos los periodistas.
– ¿Qué sentiste en aquel momento Juan Antonio?– Es imposible describirlo. En el minuto 32 perdíamos 0-3 y nadie apostaba por nosotros. La conquista del torneo [también marcó en la final ante el Betis, de cabeza para forzar la prórroga que decidiría Figo; también había marcado dos goles en la ida contra el Atlético y metió otro en semifinales ante la UD Las Palmas] magnificó aquel encuentro.
“Todo gran equipo necesita una serie de revulsivos”
Cuando le pregunté por qué creía que se había ganado tan rápido a la afición del Barça fue directo: “Por mi compromiso”. Nunca buscó excusas, por más que el primer año tuviese una insuperable competencia: “La vida del reserva es muy sacrificada. Por eso creo que hay que tener un buen trato con aquellos que no juegan. El mejor consejo que se le puede dar a alguien que no juega es que se entrene duro para que los titulares no le más ventaja. Debe ser fuerte y darlo todo cuando salte al campo”.“No es fácil jugar de 9 cuando está Ronaldo”, destaca Besa. “Pizzi fue Larsson antes que Larsson”, interviene Kantinu: “el microondas de la temporada de entreguerras, un jugador efectivo y efectista que contaba con Ronaldo Nazário en sus filas. Todo gran equipo necesita una serie de revulsivos tanto en las fases de creación como, sobre todo, en las de definición”. Cita a jugadores que tuvieron un perfil parecido, a Paco Clos con Venables, a Julio Salinas “en el fabuloso Dream Team” de Cruyff, a Henrik Larsson con Rijkaard “en tiempos de ronaldinhismo (y ronaldinheo)” y concluye: “Parece que lo empieza a ser Pedro Rodríguez en un nuevo período de entreguerras”.
Aquella tarde también hablamos de su periplo en el Tenerife, donde le bautizaron por su oficio, el gol –Pizzigol y Pichizzi– y también Lagarto Juancho, por su supuesto parecido con el personaje de dibujos animados. Pizzi me resumió su éxito en la isla desde la humildad: “Mis compañeros sabían aprovechar mis virtudes y yo, las suyas. Aquel Tenerife era el mejor de la historia. Cada uno sabía su función y practicábamos un juego que rozaba la perfección”. Allí convenció a sus entrenadores, como a Jorge Valdano, que hace poco le definió así en la Cadena SER: “Fue el más inteligente de los jugadores que tuve en el Tenerife”.
Pizzi, en su etapa con el Tenerife y ante Eusebio - Diario de Avisos.
Aunque sería con Jupp Heynckes con quien Pizzi jugaría su mejor temporada: “Es una persona extraordinaria por su actitud y su comportamiento. Tiene un gran olfato de gol y es rápido”. El alemán hizo esta reflexión como entrenador del Athletic y antes de enfrentarse al Villarreal, donde Pizzi colgó las botas como recambio de Palermo, al que en un partido de Copa del Rey ante el Levante se le cayó encima un pequeño muro tras acercarse al público para celebrar un gol: doble rotura de tibia y peroné. Algo menor teniendo en cuenta lo que le sucedió a Pizzi poco después de fichar por la cantera de Central en un choque fortuito con Roberto ‘Tito’ Bonano. “Saltamos, recibí el golpe en la espalda y cuando caí, me mareé y me desmayé. Después me contaron que en el aire también ligué un codazo y empecé a sangrar por la boca”, le contó a Diego Borinsky en El Gráfico. Volvió a salir al césped, pero notó algo raro: una costilla le había partido el riñón derecho, que le extirparon tres días después.
Van Gaal, el técnico del que más aprendióLos médicos advirtieron a Pizzi que dejase el fútbol, pero gracias a su padre, Antonio Francisco, consiguió que el galeno de Central le diera un segundo diagnóstico. El jugador se hizo más fuerte, aunque siempre tendrá la espina de que su padre no pudiese verle debutar con el primer equipo con 20 años. Murió días antes de ese momento. En Rosario triunfó en tres etapas, hizo un buen papel en el Toluca mexicano y aterrizó en España, en el Tenerife, para marcar 30 goles, 15 y 15 en Liga, en su primera etapa. Se fue cedido a un Valencia donde no cuajó –cuatro tantos–, volvió a la isla para anotar 15 y 31, fichó por el Barça –Cruyff le quiso bastante antes y Robson no se opuso a su fichaje; Van Gaal no le dio bola, pero ha reconocido varias veces que ha sido el técnico del que más ha aprendido a la hora de dirigir– para acabar en River Plate, donde tuvo un paso fugaz. Volvió a Rosario, del que fue la estrella de un grupo que le peleó hasta la última jornada el Torneo inicial precisamente al River de Saviola. Tras un paréntesis en el Oporto, Pizzi también rozó otra proeza con Central, al que guió hacia las semifinales de la Libertadores tras forzar la prórroga ante el América de Cali con dos goles en el 89 y el descuento. Los penaltis decidieron. Un gol, también a última hora y de Palencia para el Cruz Azul mexicano, le privó de una final que se acabó llevando el Boca Juniors de su compatriota Juan Román Riquelme. Entre su segunda y tercera etapa en Rosario, Pizzi se fue al Oporto para sustituir a Jardel y se topó con Pena, que le barró el paso. El punto final como futbolista lo puso en Villarreal, al que llegó en el mercado de invierno y aportó el gol de la victoria por 2-1 ante el Tenerife. Una jornada después se equivocó de portería ante el Osasuna (2-2).
El goleador en otro partido histórico con Central y ante el América de Cali.
La confianza de Clemente
Nacionalizado en 1994, Pizzi jugó con España la Eurocopa de Inglaterra tras ser Pichichi y Bota de Oro europeo, pero también el Mundial de Francia de 1998, pese a no haber jugado apenas con Van Gaal. Para Javier Clemente era imprescindible. “Clemente ha sido el entrenador más ha confiado en mí”, dijo antes de un campeonato del mundo que para la selección acabó en la primera fase. “Juan Antonio Pizzi viene a Valencia. Es un tío estupendo le deseo lo mejor y que tenga suerte, es una plaza fiel, pero exigente”, escribía hace unos días el propio Clemente en su Twitter, contento de ver en la Liga a uno de sus pupilos, aunque seguro que tanto como uno de los mayores fans. No es otro que el jugador del Espanyol Luis Miguel Afonso Fernández, al que le apodaron de pequeño Pizzi porque no se separaba de una camiseta azulgrana con el 19 en la espalda y el primer apellido de su ídolo. Podrían encontrarse en la segunda jornada de la segunda vuelta en Mestalla. Hace ya más de ocho años que Pizzi empezó su periplo con una ingrata experiencia en el Colón de Santa Fe, el equipo del que su padre llegó a ser médico y al que animó de pequeño, con su ex compañero en el Tenerife Chema del Solar como ayudante. Les echaron a los tres partidos. Más tarde, Pizzi aceptó la propuesta del Club Deportivo Universidad de San Martín de Porres peruano, donde no tuvo fortuna y fue muy criticado por estar en calcetines en una rueda de prensa; estuvo a punto de hacer finalista del Bicentenario chileno al modesto Santiago Morning y ganó el torneo con la Universidad Católica de Chile, antes de volver a Argentina para quedarse a las puertas del ascenso con su querido Central. Acaba de ser campeón del Torneo Inicial con San Lorenzo, con un 4-2-3-1 y sacando el máximo partido a un Piatti que había fracasado en la Serie A -¿recuperará a Banega en el Valencia?- y haciendo crecer a Ángel Correa. A pesar de haber querido ser representante de futbolistas, Pizzi aparcó la idea rápido. Le tiraba más dirigir desde el banquillo con olfato y compromiso. Como hacía como jugador y bien decía Maceratesi en Central.