En el año 1774 el Imperio Español, dominaba el mundo desde la costa Este de América (Florida) hasta Filipinas, pero las incursiones inglesas y rusas por la costa Oeste de América y la gran dificultad para defender mares y territorios tan amplios obligaban a las autoridades españolas a emprender operaciones logísticas cada vez más complejas.
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Es en este contexto en el que surge la figura de Juan Bautista de Anza (1736-1788) nacido en Fronteras (Estado mexicano de Sonora), un explorador curtido en el las luchas contra las etnias del suroeste de Estados Unidos. Su padre era un militar y hacendado de Hernani (Guipúzcoa) que también se llamaba Juan Bautista y que murió en un enfrentamiento con los apaches en el desierto de Sonora en 1740. Anza se presentó ante el Virrey en 1772 con una propuesta: realizar una expedición hasta la Alta California, en aquellos momentos un terreno conocido pero de difícil acceso y complejo abastecimiento por tierra.
Juan Bautista de Anza y la exploración de la Alta California
La expedición comenzó en enero de 1774 en la localidad de Tubac, en la provincia de Sonora. Atravesó los actuales territorios de Sonora y Arizona y las cuencas de los ríos de Colorado y Gila y llegó al puerto de Monterrey. Se trazó así la ruta terrestre a la Alta California que los españoles habían estado buscando durante casi 60 años.
Aquella primera expedición conllevó otra más importante en la que De Anza, ascendido ya a Teniente Coronel, partió desde Nogales (México) hasta alcanzar la bahía de San Francisco. El viaje fue duro y no estuvo exento de peligros. Sin embargo, la misión resultó un nuevo éxito. Con visión de ingeniero agrónomo y junto a 247 colonos, Juan Bautista de Anza recorrió el camino eligiendo los lugares más fértiles para establecer asentamientos y apostaderos hasta llegar el 28 de marzo de 1776 a lo que hoy se conoce como San Francisco. Estableció un presidio (fortaleza militar) y tres meses después los franciscanos españoles Francisco Palou y Pedro Cambón fundaron la misión de San Francisco,.
Los españoles – con Gaspar de Portolá a la cabeza – habían alcanzado el puerto natural de San Francisco en 1769, hasta donde habían llegado en una expedición combinada por tierra y por mar . Sin embargo, fue De Anza el que abrió una ruta terrestre segura y relativamente rápida para unir México con California. Y la abrió hasta San Francisco. Aunque no se quedó allí mucho tiempo. Poco después inició el camino de regreso a la capital de Nueva España, donde el Virrey le nombró Gobernador de Nuevo México.
Navajos, apaches y comanches
La colonización española en el virreinato de Nueva España tuvo como consecuencia el estallido de una serie de revueltas indígenas en su territorio norte que se desarrollaron mayoritariamente en los territorios de las dos Californias, Coahuila, Nueva Vizcaya, Nuevo Méjico, Sinaloa, Sonora y Tejas.
España perdió muchas batallas contra los indios alzados en armas, pero, al final, consiguió ganar la guerra y estabilizar la frontera septentrional de Nueva España. Mucha de la tensión creada en la región provenía del empuje y presión que sufrían las tribus indias del Norte como consecuencia de la expansión paulatina y progresiva de los británicos y norteamericanos hacia el Oeste. Claro ejemplo de esto fue el desplazamiento de los Comanches a partir de 1700 desde las Montañas Rocosas hacia el sur, hicieron acto de presencia en Nueva Vizcaya. Hacia 1730 se hicieron muy poderosos gracias a su alianza con los utes y empezaron a llegar a Nuevo México. Anza se propuso asegurar las comunicaciones entre Santa Fe, capital de ese territorio, y las regiones situadas al oeste; una franja que discurre a ambos lados de la actual frontera de México y Estados Unidos, y que estaba amenazada por los indios. Apaches, comanches, navajos… Eran tribus que se resistían a la dominación colonial y se dedicaban a robar caballos, al pillaje y a comerciar con las mercancías robadas. Frenarlas era difícil porque las haciendas estaban aisladas y desguarnecidas, razón por la cual la mejor táctica pasaba por concentrar a los colonos en presidios que formaran una red defensiva.
Aquel abigarrado ejército llegó a los confines del ‘camino real’, ruta que comunicaba Nueva España con Nuevo México, y acampó en un poblado llamado Ojo Caliente, un lugar donde treinta familias de granjeros subsistían dispersas en un área de quince kilómetros y a merced de los indios. Por delante de los soldados, Anza envió exploradores para seguir el rastro de los comanches. A medida que se adentraba en su territorio, ordenó cabalgar de noche para ocultar el polvo levantado por las monturas, y también prohibió encender fogatas. Cerca de un paraje conocido como Las Perdidas, la nieve y la niebla obligaron a hacer un alto, y la tropa lo aprovechó para cazar medio centenar de búfalos.
El enfrentamiento
El primer encuentro con los comanches se produjo en septiembre. Anza dispuso a sus hombres en formación de guerrilla, y los guerreros y sus familias huyeron a caballo. Los españoles mataron a dieciocho enemigos e hicieron treinta prisioneros entre las mujeres y los niños, quedándose con quinientos caballos. Los cautivos contaron que Cuerno Verde había convocado a las tribus a la vuelta de una correría por Nuevo México, una ocasión perfecta para sorprenderlo. Los perseguidores decidieron dividirse, de modo que Anza se concentraría en el jefe indio mientras que sus aliados ute combatirían a las demás bandas.
El militar alcanzó a su enemigo en una cañada cercana al río Arkansas y le tendió una trampa. Primero lo persiguió, luego le hizo creer que desistía y finalmente lo atrapó junto a un pantano, donde, a lomos de un caballo brioso, el indio gesticulaba para que le atacaran.
El 3 de septiembre, con apenas cincuenta hombres a su lado, Cuerno Verde se parapetó con los caballos y se batió pie a tierra contra seiscientos enemigos. Murio el jefe comanche, su hijo primogénito, diez guerreros y un hechicero que le había convencido de que era inmortal. Los españoles odiaban a Cuerno Verde porque había asesinado a sangre fría a cientos de prisioneros. Atribuían esa crueldad a la ira que le produjo la muerte de su padre por las tropas españolas. Su perseguidor, que también había perdido a su padre cuatro décadas antes a manos de los apaches, bautizó el lugar de la victoria como Los Dolores de María Santísima (en las montañas Greenhorn).
Legado
La gesta de Juan Bautista de Anza se recuerda hoy día en Estados Unidos. Los descendientes de los hombres y mujeres que le acompañaron hasta San Francisco recuerdan cada año a finales de junio la expedición. Vestidos de época, conmemoran la hazaña que llevó a sus antepasados a recorrer los casi 3000 kilómetros que separan Nogales (México) de lo que hoy es San Francisco (Estados Unidos).
Existe asimismo la posibilidad de emular a De Anza y sus colonos. El “Juan Bautista de Anza National Historic Trail” es un sendero que pasa por Arizona y California y recorre 19 condados. Incluso hay una guía específica online que permite planificar el viaje para emular a este gran explorador y militar novohispano.
Autor: Ignacio del Pozo Gutiérrez para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
Juan Bautista de Anza y Becerra. DIARIOS DE LAS EXPEDICIONES A LA ALTA CALIFORNIA, Edición de Ángel Luis Encinas Moral.
Guerro, Vladimir; “ The Anza Trail: The Settling of California”; Heyday Books; (2006); ISBN 978-1-59714-026-3
Enlace
Juan Bautista de Anza National Historic Trail – Official U.S. National Park Service website
La entrada Juan Bautista de Anza y la exploración de la Alta California se publicó primero en Revista de Historia.