Revista Cultura y Ocio

"Juan Belmonte, matador de toros". Manuel Chaves Nogales

Publicado el 19 noviembre 2020 por Juancarlos53

La figura de Manuel Chaves Nogales siempre me ha atraído. Su independencia y más en los tiempos convulsos que le tocó vivir me parece digna de elogio. Hace siete u ocho años reseñé en este blog su colección de relatos cortos "A sangre y fuego" que, prueba de la inquina que le tenían las dos Españas de Machado, no se publicó en nuestro país hasta ¡¡el año 2011!! cuando había aparecido publicado por vez primera el año 1937 en Chile.

Desde que leí esos relatos me interesé por su Obra. El libro que reseño aquí es una biografía cuyo título completo es: "Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas". Se publicó en 1935 y es considerada por muchos como su obra literaria más representativa. Apareció por entregas semanales en la revista "Estampa" desde el mes de junio de 1935, para ya a finales de ese año salir en formato de libro.


La forma narrativa que le da Chaves Nogales al cúmulo de anécdotas que el torero trianero le debió de contar en las entrevistas que el periodista le hizo para la confección de la obra es la de una serie de escritos al estilo de los artículos periodísticos que agrupó en 25 capítulos. Cada artículo va precedido de una frase que es la sustancia de lo que en él se dice. Este procedimiento me parece muy propio del periodismo. La maestría del autor se percibe en la manera como logra dar continuidad cronológica al conjunto de anécdotas creando así lo que ha venido a definirse como una "biografía novelada", "novela vivida" o "novela de la realidad". Como se ve, pues, el periodista sevillano está en la base de la aparición en España del Nuevo Periodismo, de la no-novela o novela de no ficción
Cuando el periodista, de criterio siempre independiente, elige para este su mayor proyecto literario la figura de Juan Belmonte no lo hace sin intención. Juan Belmonte había nacido en el seno de una familia muy humilde -su padre tenía un puesto de quincallería en los mercadillos- y en el momento de la redacción del libro el torero ya era un propietario rural con reses en su cortijo y con servidumbre en casa. Todo lo había ganado a fuerza de trabajo y, por su profesión, muchas cornadas. Por esos años (1934 y 1935) en España están sucediéndose expropiaciones de fincas por parte de Sindicatos Obreros que muchas veces eran claramente abusivas pues no a todos la riqueza les había caído del cielo, y tampoco todos los dueños de cortijos y de reses eran explotadores de sus trabajadores. Como siempre, Manuel Chaves Nogales se posiciona en ese lugar intermedio que no contenta a nadie y que por definición ocupa quien al final se lleva todas las tortas de uno y otro lado.
Literariamente los artículos que componen la novelita me han recordado mucho a los de Larra por el pintoresquismo que hay en muchos de ellos y a la tradición de la novela picaresca española, presente sobre todo en aquellos capítulos iniciales en los que Juan Belmonte junto a otros siete chaveas se las ingenia para de noche ir a tentar a los toros que pastan en las dehesas, sobre todo en la de la Tablada. Se muestra la  innegable afición al toreo del futuro matador y cómo, respetando las normas y el orden establecido en función de la categoría torera adquirida dentro del grupo de maletillas, Juan, que comenzó siendo el último en dar un capotazo al toro, vaquilla o churrato, poco a poco va ascendiendo en el escalafón hasta ocupar el segundo puesto por detrás sólo de Riverito, el líder del grupo de maletas que se reunía junto a la fuente en la sevillana plazuela de San Jacinto.
Frente a los toreros triunfantes, Bombita y Machaquito, la pandilla de la plazuela de San Jacinto, anarquistas del toreo, admiraban a Antonio Montes. También eran anarquistas de los tentaderos donde los señoritos solían reírse de los torerillos; por eso ellos prefieren en las noches de luna llena hacerlo a campo abierto toreando por estricto orden de méritos: primero Rivero, el mejor, a quien ninguno cuestionaba, y luego el resto.
Hay mucho costumbrismo taurino andaluz, que me ha recordado muchísimo también la poesía de García Lorca: los toros, los guardas, los zagales torerillos apartando la res de la manada, la guardia civil caminera, incluso la muerte del torerillo por disparos de la benemérita o la herida por la cogida del animal son motivos muy lorquianos. La afición que tienen los chicos es tal que llegan a torear sin luz de luna para evitar a los guardas. En una noche así auxiliados sólo por candilejas de acetileno Belmonte sufre un empellón del  becerro que le estropea el traje que estrenaba por Pascua: “Me palpé. Apenas podía incorporarme. Tenía la cara desollada, el cuerpo magullado y el traje hecho trizas. ¡Mi traje italiano de Semana Santa! ¡Qué iba a ser de mi!” ¡Que costumbre tan arraigada era hasta no hace tanto estrenar algo nuevo el Domingo de Ramos!
Juan trabaja para ayudar a la familia que las está pasando canutas, pero el toro le tira por demás. Hasta el punto de que en un momento se da cuenta de que él podría ayudar a su familia si de verdad consigue que le den alguna oportunidad. Comienza así a relacionarse con señores de Sevilla que acuden a las capeas y ya se han fijado en él. Al comienzo las condiciones son onerosas, sólo le falta tener que pagar por torear, pero poco a poco logrará llamar la atención y que algún empresario lo contrate. Su valor y sobre todo su innovadora manera de torear le ganará adeptos y comenzará a participar en novilladas sin picadores para ya en 1913 dar el campanazo en Barcelona con un éxito tan grande que llegó hasta ser criticado por el seny catalán:  "Empecé a torear al año siguiente en el mes de febrero. Fui a Barcelona, donde tomé parte en dos novilladas, en las que me ayudó la suerte. Me pasearon en hombros por las Ramblas, y algún periódico protesto contra el hecho de que un pueblo culto como el catalán hubiese dado aquel espectáculo, a su juicio bochornoso." (en el cap. 11, "Halago y tormento de la popularidad")
Estos capítulos, que cuentan el difícil acceso de Belmonte a la torería, están plagados de gracia andaluza, de la belleza del lenguaje popular, visible sobre todo en un vocabulario chispeante y penosamente hoy olvidado o en vías de extinción. He aquí algunos ejemplos: 
  • garbear' (robar al descuido, pillar dinero), 
  • catrecillo' (silla de tijera), 
  • despejados (con los pies maltratados de tanto andar), ‘
  • vestido de distintos (con traje nuevo o o de domingo), 
  • aguaducho' (pequeño puesto o establecimiento en el que se vende agua, refrescos y otras bebidas)
  • consumeros (funcionarios que controlaban la aplicación cotidiana de una tasa que gravaba directamente los artículos de primera necesidad, las cosas 'de comer, beber y quemar', como se decía en aquel entonces.) 
  • regatón' (Casquillo , cuento o virola que se pone en el extremo inferior de las lanzas , bastones , etc., para mayor firmeza)
  • manijero' (Hombre encargado de contratar obreros para ciertas faenas del campo )
  • arregostado (Según la última edición del DRAE, significa ‘engolosinarse, aficionarse a algo’ y es un verbo pronominal. ‘malacostumbrarse')
  • chicolear' (decir chicoleos:Dicho o donaire dirigido por un hombre a una mujer por galantería)
  • espurrear' (Rociar algo con agua u otro líquido expelido por la boca)
  • rehilete' (dardo)
  • echarse al surco" en el sentido de ‘abandonarse (‘mi padre se echó al surco')
  • hule" [“partidarios del hule"] en tauromaquia mesa de operaciones por tener una pieza de hule sobre ella
  • ratimago' (Artería, engaño, artimaña.)
El anecdotario es muy grande y se lee muy bien aunque hoy, quizás, este mundo está en franco retroceso. Aunque el momento en que vivió podría decirse que son los años de oro del toreo, sin embargo otras diversiones populares como el fútbol e incluso el Cine se estaban abriendo camino hurtándole público a las plazas de toros. Pero con todo y con ello Juan Belmonte triunfa rodeado de  compañeros de lidia tajgién muy populares. ¿Por qué en medio de este extraordinario plantel Belmonte se hizo hueco? Pues simple y llanamente porque hizo su gran aportación al toreo que fue "saber conducir al toro y no al revés. Según los mejores revisteros taurinos de la época como yo toreaba no habían toreado jamás Lagartijo, Frascuelo, Guerrita, Espartero, Fuentes, Bombita, Machaco, los Gallo... ."
Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz; los escritores Pérez de Ayala, Gómez de la Serna, José María de Cossío, Salvador de Madariaga y Juan Ramón Jiménez,Belmonte formó tándem en muchas plazas con Joselito. Era una sana competencia que les servía a ambos para crecerse en los momentos de bajón que también sufrían. También toreó varias veces con Sánchez Mejías. Al igual que Ignacio, Juan Belmonte era amigo de frecuentar tertulias de intelectuales del momento. Desde muy pronto por su manera de torear captó el interés de artistas y escritores quienes,  siendo aún novillero, le realizarán en Madrid un homenaje en el que participan Valle-Inclán, Romero de Torres, Julio Antonio, Sebastián Miranda y Pérez de Ayala. Incluso retirado de las plazas mantendría relación con el doctor Marañón y hasta con un joven José Luis Pinillos.
Fue un torero que leía mucho, que se interesaba por lo que sucedía a su alrededor. Tuvo a lo largo de su vida algunas crisis depresivas y sufrió tendencias suicidas. Cuando Manuel Chaves Nogales publica el libro en 1935 al torero aún le restaban muchos años de vida. Murió, -nos dice Felipe Benítez Reyes en el estupendo prólogo que escribió para la edición que he manejado, la de Libros del Asteroide del año 2009-, el año 1962 de un tiro que se pegó en una de las múltiples cicatrices que en su cara daban fe de su arrojo y valor. Las tendencias suicidas de las que le habló a Chaves Nogales en las charlas que precedieron a la confección del libro quizás se intensificaran con la enfermedad que padeció su mujer, la peruana Julia Cossío, que le hizo ir a Suiza a tratarla y con las muertes de compañeros de profesión en especial la de Joselito el año 1920 en la Plaza de Talavera de la Reina; también la propia Guerra Civil, así como el miedo que decía sentir previamente a salir a torear; pero sobre todo su pundonor y torería eran incompatibles con la vejez que a punto de cumplir 70 años se le echaba encima. Fue gran amigo del humorista Julio Camba a quien conoció vivir sus últimos años entre terribles padecimientos. Él no quería eso para sí mismo. Arregló todos sus asuntos (testamento, dinero en mano a su última relación amorosa, escrituras en orden...) y se descerrajó un tiro por encima de la oreja derecha. Como se ve todo muy torero.
FinalPara finalizar quiero destacar algunos momentos del libro que me parecen especialmente significativos. Juan Belmonte no eludía asunto alguno. Muy interesante y literariamente magníficamente resuelto por el escritor es el tema de la pervivencia futura o no de la fiesta de los toros. En el capítulo 15, "Supersticiones taurinas" se lee un diálogo alegórico entre el Miedo y Belmonte en el que el primero le dice al torero: "Dentro de unos años, a lo mejor, no hay ni aficionados a los toros, ni siquiera toros. ¿Estás seguro de que las generaciones venideras tendrán en alguna estima el valor de los toreros? ¿Quién te dice que algún día no han de ser abolidas las corridas de toros y desdeñada la memoria de sus héroes? Precisamente, los gobiernos socialistas…" Estábamos en 1935 y ya la Fiesta comenzaba a ser muy cuestionada por algunos sectores sociales.
Más rotundo y mucho más profundo es lo que en el epílogo del libro dice Belmonte sobre "la decadencia del toreo":
"La lidia se convertirá fatalmente en un espectáculo de circo al modo moderno, es decir, desustanciado. Subsiste la belleza de la fiesta; pero el elemento de la dramático, la emoción, la angustia sublime de la lucha salvaje se ha perdido. Y la fiesta está en decadencia."
De política poco se habla en esta biografía. En el fondo porque Juan Belmonte nacido en 1892 en la calle de Feria en el barrio de la Alameda, y enseguida vecino del barrio de Triana a donde las familia se trasladó, vive la vida tal como viene. Por eso cuando llega la República él que jamás se había significado políticamente y que era un ídolo de multitudes no tiene miedo de correr peligro alguno pese a ser rico y vivir en Andalucía donde el anarquismo del campo estaba creciendo mucho. Es en el último capítulo donde aparece alguna consideración sobre el asunto:
"El 14 de abril no marcaba la hora del soñado reparto, y cuando desde Madrid intentaron convencer a los braceros andaluces de que era sí, los ánimos se ensombrecieron, y la lucha entre los pobres y los ricos se hizo más dura y enconada. Creció el odio al propietario, bueno o malo, sólo por ser propietario, y al socaire de las teorías anticapitalistas invadieron el campo cuadrillas de expropiadores, que no eran otros que los tradicionales algarines, los raterillos rurales, que siempre habían andado a salto de mata, y ahora tornaban un aire altivo de ejecutores de la justicia social. Ladrones de campo y cuatreros siempre ha habido en Andalucía; pero nunca, ni en la época del bandolerismo legendario, se ha considerado el robar como un timbre de orgullo."
Un periodista independiente
En cuanto al escritor es prueba de su inquebrantable independencia y soberanía intelectual que por las famosas dos Españas de las que hablaba Machado fuese cuestionado y expulsado. Decir la verdad siempre es lo que tiene y ser partidario de un movimiento no equivale a ser feligrés cual si de una religión o de una iglesia se tratase. Así el sevillano Manuel Chaves Nogales que saludó con entusiasmo la llegada de la República en 1931 no por eso cerraría los ojos a los excesos y abusos que observaba se estaban produciendo. De igual manera procedió cuando estallada la Guerra Civil denunció con fuerza las masacres franquistas realizadas en las localidades en las que los golpistas entraban a sangre y fuego, precisamente tal cual reza el título de su colección de relatos cortos sobre la guerra civil española, cuya lectura recomiendo a cualquiera.

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