Revista Cultura y Ocio

Juan Carlos Onetti y el tango

Publicado el 30 mayo 2010 por Susanabb

Juan Carlos Onetti y el tango
 

Toda la literatura del uruguayo Juan Carlos Onetti (1909-1994) está impregnada de "reminiscencias tangueras", según el también escritor Enrique Estrázulas, amigo personal del  novelista. "La crítica casi nunca abordó el tema de la influencia del tango en Onetti, porque quizá no saben nada de tango". (...)

"Su primera novela, 'El pozo', es una larga melodía con pasajes tangueros. El ámbito en el que se desarrolla, la muchacha con la que sueña el protagonista, todo tiene que ver con el tango", dijo Estrázulas.Según el escritor, el propio Onetti "no se daba cuenta de que tenía esa gran fuerza rioplatense" e incluso recitaba letras de tango cuando respondía a la prensa, especialmente aquellas que había cantado Carlos Gardel."Onetti hablaba rioplatense, con voz y tono arrabalero", hasta el punto de que el escritor argentino Jorge Luis Borges llegó a decir que hablaba "como un compadrito italiano"Asimismo, afirmó que la presencia de la mujer en todos sus escritos y de hombres "sensuales y enamoradizos" son también referencias del tango presentes en la obra de Onetti. "A él le gustaba esa grisura, los espacios tristes, como el tango", concluye Enrique Estrázulas.

Son sólo tres los poemas de Juan Carlos Onetti que sobrevivieron en el tiempo para llegar hasta nosotros. Pero alcanzan para iluminar una de las zonas más desconocidas por la copiosa obra crítica dedicada a su prosa: la relación entre Onetti y el tango. Al parecer, Onetti sólo escribió estos poemas durante toda su vida, aunque hay quien opina que sus verdaderos poemas son, en realidad, sus novelas

 Entre papeles sobrevivientes de exilios y pérdidas se encuentra un largo poema. Onetti se lo dedicó, en su ocasión, a uno de sus amores más literarios: la poeta uruguaya Idea Vilariño, la de “sonrisa gioconda / con labios separados”. Entre las curiosidades agrupadas en el volumen "Miradas sobre Onetti", (compilado por el periodista Omar Prego y editado por el sello Alfaguara en Uruguay, en 1995), llama la atención este poema, rara avis de la obra de Onetti, en el que no es difícil detectar la influencia del tango.


Juan Carlos Onetti y el tango

 Idea Vilariño. Montevideo, 1920 - 2009


 "Idea Vilariño dijo que el tango es hermosamente triste. Y esa belleza triste es la que se encuentra en sus textos"


- Enrique  Estrázulas.


BALADA DEL AUSENTEJuan Carlos Onetti
Entonces no me des un motivo por favor
No le des conciencia a la nostalgia,
La desesperación y el juego.
Pensarte y no verte
Sufrir en ti y no alzar mi grito
Rumiar a solas, gracias a ti, por mi culpa,
En lo único que puede ser
Enteramente pensado
Llamar sin voz porque Dios dispuso
Que si Él tiene compromisos
Si Dios mismo le impide contestar
Con dos dedos el saludo
Cotidiano, nocturno, inevitable
Es necesario aceptar la soledad,
Confortarse hermanado
Con el olor a perro, en esos días húmedos del sur,
En cualquier regreso
En cualquier hora cambiable del crepúsculo
Tu silencio
Y el paso indiferente de Dios que no ve ni saluda
Que no responde al sombrero enlutado
Golpeando las rodillas
Que teme a Dios y se preocupa
Por lo que opine, condene, rezongue, imponga.
No me des conciencia, grito, necesidad ni orden.
Estoy desnudo y lejos, lo que me dejaron
Giro hacia el mundo y su secreto de musgo,
Hacia la claridad dolorosa del mundo,
Desnudo, sólo, desarmado
bamboleo mi cuerpo enmagrecido
Tropiezo y avanzo
Me acerco tal vez a una frontera
A un odio inútil, a su creciente miseria
Y tampoco es consuelo
Esa dulce ilusión de paz y de combate
Porque la lejanía
No es ya, se disuelve en la espera
Graciosa, incomprensible, de ayudarme
A vivir y esperar.
Ningún otro país y para siempre.
Mi pie izquierdo en la barra de bronce
Fundido con ella.
El mozo que comprende, ayuda a esperar, cree lo que ignora.
Se aceptan todas las apuestas:
Eternidad, infierno, aventura, estupidez
Pero soy mayor
Ya ni siquiera creo,
En romper espejos
En la noche
Y lamerme la sangre de los dedos
Como si la hubiera traído desde allí
Como si la salobre mentira se espesara
Como si la sangre, pequeño dolor filoso,
Me aproximara a lo que resta vivo, blando y ágil.
Muerto por la distancia y el tiempo
Y yo la, lo pierdo, doy mi vida,
A cambio de vejeces y ambiciones ajenas
Cada día más antiguas, suciamente deseosas y extrañas.
Volver y no lo haré, dejar y no puedo.
Apoyar el zapato en el barrote de bronce
Y esperar sin prisa su vejez, su ajenidad, su diminuto no ser.
La paz y después, dichosamente, en seguida, nada.
Ahí estaré. El tiempo no tocará mi pelo, no inventará arrugas, no me inflará las mejillas
Ahí estaré esperando una cita imposible, un encuentro que no se cumplirá.

Juan Carlos Onetti y el tangoCubierta del libro Dejemos hablar al viento, de Juan Carlos Onetti. Bruguera, 1971. -


Se ha dicho de Onetti que su prosa aspiraba a la poesía. Y que su poesía reside en sus novelas, en los climas espesos que parecen estar siempre precediendo una tormenta apocalíptica en Santa María, la ciudad a la que prendería fuego en 1979 en esa novela con título inspirado en unos versos de Ezra Pound (Canto CXX): 'Dejemos hablar al viento'.
Do not move
   Let the wind speak
   That is paradise.
   - Ezra Pound
No obstante, Onetti incurrió en el ejercicio poético. Faulkner, su venerado Faulkner, había sentenciado que al fracasar en la poesía, un escritor debe probar con el cuento. Y al fracasar a su vez con el cuento, lo que más le conviene es tentar la suerte con la novela. Onetti, aunque no fracasó en el cuento, parece haberle hecho caso. Igual, serían sus novelas, durante el boom, las que consolidarían su santificación.
El capítulo VIII de la novela 'Dejemos hablar al viento' contiene uno de sus cuentos más desoladores. Se titula:  'JUSTO EL 31', como el tango de Enrique Santos Discépolo.
Onetti, en clave arltiana, le hace decir a Frieda, la tortillera tan reventada como solidaria:

“Pero es tan lindo dejar y dejar, que te hagan lo que quieran, que ni sospechan siquiera quién sos vos. Dejar hasta que de pronto a alguien se le ocurre que se acabó y entonces uno deja de soportar y de tener placer en dejarse y hacer con todas las ganas y la felicidad del mundo la barbaridad más grande. En revancha; y no por orgullo ni por ganas de desquitarse, sino porque de pronto el placer consiste en pegar y no en dejarse golpear. ¿Sí? El placer consiste en pegar y en no dejarse golpear. ¿Sí?”.


Juan Carlos Onetti y el tango Alfredo Zitarrosa: Montevideo, 1936 - 1989
Onetti y el tango

CONVERSACIÓN CON ALFREDO ZITARROSA (1965)


Hay una mitología preparada para sostenerlo. Vive en un apartamento de la calle Gonzalo Ramírez, donde toma cerveza, ciñéndose los pantalones por debajo del abdomen. Su impermeabilidad mítica, su "aspereza", si no bastaran la fama y el malentendido para dotarla de significados que se renuevan, a despecho o a favor de la realidad, viéndolo a él y hablándole, parecen sólo unos signos y unos gestos más, manejados a conciencia, una parte significativa de su lenguaje (¿medios o fines del arte?), que apenas alcanzan a encubrir el poco enigmático estrabismo, la ternura y la hombría dulce de este hombre con lentes que es Onetti. En fin, hay que averiguárselas para presentarlo en términos que justifiquen un reportaje más, con un preámbulo completo que lo ponga al alcance de la mano, porque está vivito y coleando, hay que decirlo. ¿Y quién no le teme a Onetti, quién le conversa de algo a este triste apasionado, aunque se trate de conversar sobre Gardel?Menuda tarea le tocó: ir a ver a Onetti, escribir sobre tamaña cosa. Cuando le encargaron la nota primero no contestó, la cabeza le trabajó de varias maneras y, después que compuso unos razonamientos adecuados, aceptó. Pensó en 1a fuerza de realidad que tienen los pensamientos de los que piensan poco, sobre todo cuando no divagan..." (El pozo, Onetti, Montevideo, 1939, p. 40).

Después quiso recurrir al mismísimo Gardel, pero no pudo evocar ningún tango apropiado para esas circunstancias. Llamó un taxi, mientras se autosugería otras frases reveladoras, éstas de su propio ingenio, tales como "ahora sí que estás frito", y con aquella disposición de espíritu indicó la dirección dudosa que le habían dado. Tuvo suerte porque se equivocó y se bajó mal. Estaba oscuro como se debe, prendió un fósforo y tocó el timbre de la primera portería del primer edificio grande que vio, preguntando si ahí vivía Onetti. Cosa sorprendente, vivía ahí. Entonces, subió al sexto piso. Verdaderamente, dice que sucedió de esta manera:Cuando después de varios minutos se abrió la puerta, apareció un individuo alto, idéntico al retrato de Sábat, ése donde parece un pez-martillo. Me miró como a un germen con leve fastidio y con curiosidad implícita.

-¿El señor Juan Carlos Onetti?

Tal vez para emplear una frase amenazadora, hizo una pausa y me contestó:

-Onetti.

Yo hice otra pausa, tragué saliva y empecé a explicarle que venía a molestarlo para hacerle unas preguntas sobre Gardel. Creo que seguí hablando sobre la molestia, aunque él ya me había hecho entrar -a veces me paso de sensibilidad-, pero estoy seguro de haberme referido también al honor que representaba para mí. Lo cierto y sin embargo es que, cuando quise acordar, estaba solo y él se había ido para la cocina. En la pared había pegados numerosos recortes, fotos y una cédula de identidad que me llamó la atención: pinchada encima de una descripción tipométrica del rostro, con la interpretación científica de la descripción, escrita a máquina, era una cédula de Onetti.Cuando escuché que volvía aquel silencio ya era insoportable. Tal vez me imaginaba, y queda ahuyentarlas, unas dificultades enormes para hablar; o tal vez estuve atribuyéndoselas a él, por esos movimientos lentos que hace, ceremoniales, o por aquel ritmo reflexivo, de sus frases cortas, las pocas que había dicho. Le pregunté sin preámbulos por qué era tan famoso; sin alcanzar a ver lo indecoroso de aquella cuestión vi que se sentaba y dijo:-Porque la fama es puro cuento, botija.

Sobrevino el silencio otra vez. Irremediablemente yo habría quedado bajo los efectos de mi torpeza, si no hubiera sido porque él consiguió lápiz y papel, abrió una botella, me invitó a sentarme y me explicó lentamente, para empezar, qué difícil nos iba a ser hablar sobre Gardel.
"Lo conocí en el teatro 18, cantando. Después lo vi varias veces, de mesa a mesa, en aquel café donde se comían unas milanesas redondas, al lado del Tipí Viejo. Hoyos de Monterrey; vos no lo conociste. Era en aquella época de la zarzuela -(no puede afirmarse que haya dicho exactamente eso; probablemente se refirió a la compañía de zarzuela en la que actuó Gardel, año 30), "un desastre de compañía, y la gente llegaba al final, para oírlo cantar; a esa hora había un repunte bestial en la venta de las entradas. La temporada iba mal; Gardel entraba como fin de fiesta". A una pregunta sobre si Gardel a su juicio, era un hombre triste: "Tenía esa clase de tristeza que sale de adentro, que surge de un problema interior, aunque el problema interior no se sabe nunca de dónde viene. Nunca hablé con él, solamente lo veía, de vez en cuando -Onetti tenía unos veinte años- en ese café que te digo, de madrugada. Hablaba poco, era cortés y retraído y daba la impresión de ser tímido. Tenía una gran cordialidad; yo lo veía escuchando a todo el mundo con verdadera atención y siempre sonreía".
Sobre las mujeres de Gardel: "Nunca lo vi con ninguna mujer y se sabe que no era hombre de hacer alardes". Juanita Larrauri: "Hubo sí, una tal Juanita Larrauri, que fue diputada peronista y que publicó una serie de notas en uno de esos pasquines, diciendo que Gardel estaba loco por ella. Pero era vanidad femenina, y para peor póstuma". Se conversó un poco de ese tema, queriendo vincularlo con algún parecer personal de Onetti sobre lo legendario en general, sobre el olvido o sobre Artigas. "Yo vinculo el protectorado de Artigas con las semejan-zas espirituales notorias entre el hombre de las Misiones, de Corrientes y Entre Ríos con nuestro hombre.Aunque ahora, el montevideano, en particular, venga a ser, en lo referente a esa espiritualidad y comparado con el hombre del campo, algo así como el porteño para nosotros. Artigas forma parte de una genealogía que se dan los pueblos, obligatoriamente, como se la dan las familias pobres, y en la que son necesarios tanto el héroe nacional como el poeta y el novelista nacionales y como el cantor nacional. Si ustedes tienen a Napoleón, nosotros tenemos a Artigas; si ustedes tienen a Baudelaire, nosotros tenemos a Zorrilla. Gardel es parte inseparable de la genealogía de los pueblos del Plata." Sobre la verdadera nacionalidad de Gardel: "Para mí era francés".¿Cuál tango de Gardel le gusta más?: "¿Te das, cuenta de que siempre se dice los tangos de Gardel? Y sin embargo no hay ningún tango de él. ¿Te das cuenta que Gardel es el tango? A mí me gustan todos. No sé, podría indicarte que me gusta Mano a mano". ¿Cuáles serían los tangos que él cantaba con más "sentimiento?: "Él sentía más ese tipo de tango melancólico y cínico: Por qué me das dique, señora de grupo. Y aquel otro, Tortazos: "Qué hacés, tres veces qué hacés... No te rompo de un tortazo por no pegarte en la calle La mejor postura que tenía era la del fioca postergado, la que le cuadraba mejor; para mí el Gardel más auténtico es ése".
¿Se puede comparar a Gardel con otros cantores?: "¿Vos estás loco? Yo tengo una radio piojosa y escucho solamente Sodre y Gardel". Con guitarra o con orquesta: "Me gustan más los tangos con guitarra". ¿Era buen actor? ¿Qué opina de sus películas?: "Horrorosas. ¿Cuál es una en la que engancha a una mujer con el lazo? Era cantor, ¿entendés? Hasta cuando hablaba cantaba; no hay más que escuchar las grabaciones de algunas películas: Margarita La charla sobre Gardel, que iba a ser difícil", a medida que transcurría se hacía más fluida y personal. Onetti cantaba o recitaba las letras todo lo que quería, a veces eludiendo las preguntas. A menudo dijo cosas que habría sido necesario transcribir exactamente, pero acaso lo más importante fuese consignar el 11 como" -cerraba los ojos y cantaba- y el "porqué" -para quien tenía que escucharlo forzosamente, admiración y curiosidad mediantes- de aquella fluidez repentina que cobró la conversación.
-Onetti, ¿alguna vez le dio por cantar a usted?
-Sí me dio y me dieron.
Había dos estuches de violín cerca de la mesa.
-¿Usted toca el violín?
-Sí, toco. Lo que más me gusta tocar es Amurado.
Por supuesto, nunca tocó el violín.
-¿Y qué habría opinado Gardel si hubiera leído El pozo?
-Yo no sé si sabía leer.
Transición y agarra el tono otra vez: "Como se pianta la Vidaaaa...” etcétera.
-¿Le habría gustado que Gardel cantara alguna cosa que no cantó?
-Sí. La Berceuse bleu de Julio Herrera.
-¿Gardel era inteligente, Onetti?
Volvió a cerrar los ojos, pensó un poco, los abrió, me miró con la misma mirada aquélla, remitiéndome al portaobjeto, y dijo:
-¡Sí!... ¡Y chau!
Yo ya me iba. No sabía cómo hacer para despedirme, para abrirme camino y salir de aquel apartamento, con Gardel muerto hace treinta años sobre mis propias espaldas, con Onetti cantando y observándome cada pelo a ver cómo hacía para saludar. Se ve que notó todo, incluidas mi tribulación y mis dudas sobre el éxito del reportaje, y me ofreció una respuesta más, sin pregunta previa, cosa de darme ánimo:
-Decí que lo más importante que ha sucedido en el Uruguay en materia artística, se llama Carlos Gardel.
Este reportaje fue publicado en el periódico uruguayo “Marcha” el 25 de junio de 1965 (año XXVII, número 1.260)


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LOS COMENTARIOS (1)

Por   Susanabb
publicado el 30 mayo a las 11:23
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Fe de erratas: Donde pone "Cubierta del libro Dejemos hablar al viento, de Juan Carlos Onetti. Bruguera, 1971" debe poner "... Bruguera, 1979" Un saludo. Susana