Título completo: La saga de la Ciudad: Sangre y La saga de la Ciudad: Carne
Año: 2018
Editorial: Insólita
Género: Novela (Fantasía urbana)
El terror somos nosotros
Tres años han tenido que pasar desde que se publicara El libro de Sombra para que La Saga de la Ciudad llegara por completo a las librerías. Tras dos volúmenes, Fantascy no continuó la tetralogía y su conclusión quedó en el limbo de las sagas inconclusas. Creo recordar que, por entonces, Juan Cuadra ya tenía escrita la tercera parte y no sabía si aquello iba a llegar a algún puerto. Escribir el último tomo en esas circunstancias debió ser, como él mismo expresa en los agradecimientos, toda una odisea. Por eso me parece importante destacar la labor de Insólita y su editor, Christian Rodríguez, por arriesgarse no solamente a publicar el final de una saga que comenzó su andadura cuatro años atrás, sino también a reeditar los dos primeros tomos.
Desde luego, para que se hayan cumplido estos términos y dado el breve pero intenso historial de la editorial, esta obra de casi 1300 páginas (y con una tipografía no muy grande, debo mencionar) debía tener una calidad acorde al resto del catálogo. Sin duda, no desmerece un ápice la familia literaria que el editor está creando, aunque se mueva en un mundo muy diferente.
Nos hallamos ante una historia cruenta, llena de sangre y carne, como bien rezan los subtítulos con los que se ha renombrado la saga. Aunque haya sido calificada como fantasía urbana, a mi modo de verlo se mueve en esa delgada línea entre la fantasía oscura y el terror, donde encontramos magia histórica y religiones neopaganas, seres mitológicos o jerarquías ancestrales, pero también una verdadera ola de violencia y atrocidades salidas de las mentes más retorcidas. Con todos los ingredientes, Cuadra consigue crear una malla muy compleja en la que se mueve con comodidad, generando en el lector la sensación opuesta: el desagrado de verse en un mundo de pesadilla demasiado grande para comprenderlo en su totalidad y que, de alguna forma, existe de verdad. Esto debería servir de aviso para el lector incauto: si la violencia extrema, la perversión, la pederastia, las violaciones (y el conjunto de todas ellas) te causan una angustia desaforada que te impide seguir leyendo, estos libros no son para ti. Me parece importante recalcarlo porque, aunque sabía por reseñas y recomendaciones a lo que me enfrentaba y me he sobrepuesto a ello, creo que tampoco era para mí, lo cual no quita que tenga muchas virtudes.
El libro de Ivo
La Saga de la Ciudad se divide en cuatro actos. Por orden: El libro de Ivo, El libro de Sombra, El libro de Lucian y El libro de Siiri. Los dos primeros se engloban en el volumen Sangre y los dos últimos en Carne. Como es de suponer, cada uno se centra en el personaje que aparece en el título, aunque dicha premisa se diluye cuando llegamos al último. Más bien diría que es la aparición de ese personaje en cuestión el que hace que la trama siga girando y rompa los puntos muertos. Pero de la estructura global hablaré más adelante, es el momento de centrarnos en qué ocurre en esta historia.
En el sueño soy un asesino. Bueno, en realidad no sé realmente lo que soy. A veces parezco más humano, otras más animal. Lo que tengo seguro es que no soy yo. Porque esa bestia es sanguinaria, es cruel. Y yo no soy así. Ella disfruta. Disfruta con lo que hace. Pero yo no. Te juro que yo no. En mis sueños es como si estuviera atrapado tras los ojos de un demente, saboreando su deleite, su alegría. Y cuando despierto solo quiero gritar, y olvidar. Olvidar lo más rápido posible. Porque me da miedo.
La novela empieza con tres puntos de intriga. El primero parte de un hombre que tiene un sueño recurrente en el que es un asesino, de tal modo que parece real y, obviamente, no está cómodo con ello. Así que se documenta hasta dar con el germen de todo: la reina Mab, la reina de las pesadillas. Y con una solución: acabar con ella. En tres páginas, el autor dibuja no solo lo que será la trama principal de El libro de Ivo, sino la esencia de toda la saga: el monstruo que se esconde en nuestro interior. Es un prólogo construido con pequeños retazos de un diario, con nombres y situaciones que desconocemos. Esa ignorancia permite que nos olvidemos pronto de él cuando nos imbuimos en la carrera del argumento, para descubrir más adelante que todas las claves estaban al principio.
La segunda intriga se crea cuando un trabajador se encuentra en una situación completamente opuesta a la anterior. Él también sueña, y en su sueño es una bestia. Pero, al contrario que el personaje anterior, este disfruta siéndolo. Tanto, que acaba convirtiéndose en ella. ¿Quién es este hombre y que supondrá en el devenir de los acontecimientos? ¿Qué implicaciones tiene que las pesadillas cobren forma en la realidad? Más preguntas sobre las que Cuadra irá construyendo su relato y que serán respondidas a su debido tiempo.
Y el tercer punto, con el termina de arrancar todo, es el momento en que Ivo Lain abre los ojos y no sabe quién es ni qué hace en una habitación blanca llena de sangre; solo siente que tiene que cazar, aunque todavía no sepa a quién ni por qué. Comienza entonces una contrarreloj, porque algo muy grave está ocurriendo y debe darse prisa. Y nosotros, como lectores, lo acompañamos en esa carrera mientras sigue las pistas, los callejones sin salida y descubrimos poco a poco quién es.
Los hechos que transcurren en la ciudad donde se encuentra Ivo se entrelazan entonces con los del Reino. Jugando con la cronología, el autor nos desvela qué ha ocurrido en el mundo de las pesadillas para que todo se haya vuelto patas arriba, cómo funciona dicho mundo y también cómo la jerarquía que lo rige se va a trasladar al plano de los humanos cuando todo se desate.
Las calles se convierten en un infierno. Nadie sabe por qué la violencia florece en cada esquina, por qué todo el mundo se ve arrastrado por ella sin razón aparente. A mitad de la novela nos encontramos ciegos e ignorantes y, en esta situación, no puede faltar un tuerto que quiera ser rey. Frank R. Schiolla se nos presenta como un prototipo de depredador sexual: el cobarde que se aprovecha de menores de edad y mujeres borrachas y que, además, disfruta con su desconcierto al descubrir lo que ha pasado durante la inconsciencia. Solo resultaría repulsivo si no hubiera dado con una forma de hacer su vida un poco más fácil: la magia de sangre, lo cual lo convierte también en alguien peligroso. Con el simple deseo de verlo muerto ya da para leer mucho, y entonces es cuando descubrimos que no es lo peor que nos podemos encontrar.
Con todos estos ingredientes, esta primera novela conforma un arco cerrado que deja muchos flecos sueltos. Estos servirán para entretejer el resto de la saga, aunque El libro de Ivo podría leerse de forma independiente. Sin embargo, ¿es posible escapar de los cliffhangers de Juan Cuadra? ¿Somos capaces de abandonar a Sombra tras un final de infarto? Os aseguro que no.
La Ciudad
En El libro de Sombra nos imbuimos en el corazón de la tetralogía, en un lugar sin nombre donde todo es posible. Es aquí donde reside el núcleo de la historia, porque ¿cómo nos comportaríamos en un sitio donde todo está permitido? ¿Qué estaríamos dispuestos a entregar a cambio de vivir con libertad absoluta? La visión del autor, por si no lo habéis deducido ya, es aterradora, ajena a toda esperanza. Lo más espeluznante es que solo hay que ver las noticias para sentir que, por extrema que sea, esa visión tiene poco de fantasía.
Sin embargo, no todo es oscuridad. Sombra queda atrapado y se ve obligado a recorrer las calles de la Ciudad para tratar de resolver el misterio y averiguar si hay una posibilidad de salir de allí o deshacer el hechizo. Con un aire inocente que también peca de cobarde, este mago wiccano choca con Las Casas de la Carne. Los crímenes que se cometen en esa zona con total impunidad le dan una motivación extra para seguir adelante con su misión cuando parece que todo está perdido; además de eso, lo obligan a madurar.
-Bienvenido a las Casas de la Carne, jefe -le dijo con una sonrisa macilenta y sucia-. ¿Necesita un guía?
Cuando llegamos a nos encontramos a alguien muy diferente y, en cierto modo, en consonancia con la magia que practica: la magia satánica, la magia del caos. Lucian (y también Siiri) han olvidado a Sombra, es un agujero en su mente. Así que se ven en la tesitura de, en primer lugar, recuperar esos recuerdos y, en segundo lugar, de ir en ayuda de su amigo. Mientras que la primera novela se centraba en la misión de Ivo y lo que ocurría con el Reino, los demás volúmenes trabajan mucho la relación de estos tres personajes, amigos en la Universidad y separados por la vida.
Juntos y por separado, cada uno a su manera, harán frente a las vicisitudes y las atrocidades que se cometen en la Ciudad, escenas que se repiten como un mantra en cada volumen y que llega un punto en que provocan más hastío que repulsión. Cuadra utiliza el siguiente método para meternos el horror en cuerpo y mente desde el primer acto: conforme Ivo Lain pasea en su búsqueda particular se describen los distintos crímenes y locuras que ocurren a su alrededor (si bien los episodios más aterradores transcurren en los interludios, situados en el Edificio Babilonia). Este estribillo se repite aquí y allá, presentando algunos personajes cuyas acciones tendrán eco en un momento determinado y otros que simplemente sirven como ejemplo. Ocurre en el primer acto, en el relato de las pesadillas del Reino, acontece asiduamente en El libro de Sombra y también en El libro de Lucian. Lo que al principio resulta una forma excelente de transmitir con hechos lo abominable en lugar de que el narrador nos lo relate con sus pensamientos acaba siendo demasiado repetitivo.
La misma sensación me dio el tercer acto, pues volvemos atrás en la cronología para saber qué hacía Lucian mientras el terror se desataba, cuando el último cliffhanger nos dejaba en un punto más adelantado en la narración. Cierto que nos ayuda a conocer mucho mejor a Lucian, su forma de ser y sus motivaciones, pero corta el ritmo de la historia, que no se acopla y no avanza respecto a El libro de Sombra hasta el final de la novela. Esto me dejó una sensación agridulce, porque aunque comprendo la división que se ha hecho en la saga, no sé si habría funcionado mejor con una cronología diferente, al menos en este punto.
Volviendo a la brutalidad de la Ciudad, me ha enfadado soberanamente el modo en que se muestra la violencia hacia las mujeres. No en cómo se dirige, aunque no haya sido agradable leerlo, porque entiendo que forma parte del mensaje del autor sobre lo podridos que podemos llegar a estar. Pero sí en el morbo con que el desarrolla algunas escenas, describiendo punto por punto todas las barbaridades que a los personajes se les ocurre hacer. Tengo claro que en nuestra realidad hay gente así de perturbada y, aun no llegando a ese punto, que disfruta imponiéndose sobre las mujeres... porque somos el sexo débil, porque somos inferiores, porque no nos consideran personas. El problema que presenta la Ciudad es que se desprovee de humanidad a una parte de sus habitantes. Se los convierte en carne, en moneda de cambio. No importa la edad que tengan... pero parece que sí que importa el género. Porque aunque la violencia sea incontrolable, solo recuerdo una violación a un hombre. El resto han sido todas a mujeres, como si dentro de la carne, ellas todavía poseyeran un rango inferior.
Aun así, hay un cambio sustancial en Carne. Es cierto que siguen apareciendo escenas de violaciones, pero menos explícitas, y el autor llega a reírse de los propios tropos que utiliza, como el de la mujer en la nevera. Y va un poco más allá. En el segundo volumen se introducen personajes no heteronormativos, relaciones poliamorosas, las mujeres objeto pasan a ser sujetos y se ponen en perspectiva las actitudes de algunos personajes, creando grises y alejándolos de la supuesta luz en la que estaban sumergidos. A mi modo de verlo, esta nueva actitud da una especie de respiro muy necesario, porque dentro de la oscuridad de la gente que materializa sus pesadillas podemos encontrar a quienes, de alguna manera, consiguen vivir como desean.
La magia
Para mí es el segundo punto fuerte de esta obra. El primero me lo reservo para el final. Juan Cuadra reúne una serie de creencias neopaganas y magia moderna (supongo que sin desestimar algunas licencias), abriendo un abanico de posibilidades alucinante. Sombra, la wicca, la magia natural y la ritual; Lucian, la magia del caos y la cibermagia; Schiolla y la magia de sangre, Siiri y los asatru, los Tuatha Dé Danann. Seguro que me dejo alguna más, pero es que el despliegue de elementos fantásticos que beben del folclore y obras existentes en nuestro mundo es abrumador.
Con enorme cuidado, trazó una línea más en el pantáculo que tenía delante. No un pentáculo, la estrella de cinco puntas; sino un pantáculo, un sello mágico ritual que recibía su nombre por la teórica capacidad de albergarlo todo en su interior.
La mezcla de sistemas mágicos es algo que ya se deja entrever conforme avanzan los capítulos, pero la inclusión de los seres feéricos y su tratamiento me ha parecido de lo mejor. Aparecen sin que el lector se lo espere y no como un elemento aislado: Cuadra los integra en la narración de forma magistral, dejando datos aquí y allí y dejando al final una sensación de cohesión fabulosa. A ello también ayuda el desarrollo del Reino, sus normas y su jerarquía, al igual que el modo en que esta se traslada a nuestro mundo y a la Ciudad.
Sin duda, la labor de documentación ha debido ser titánica, pero lo que merece ser reconocido sobre todo es cómo ha dispuesto todos los elementos con lógica, dando las pinceladas adecuadas para que el lector sepa ante qué se encuentra. Esto lo consigue mejor con algún sistema que con otros, por ejemplo, en el caso de la magia del caos. En el caso de la magia ritual es mucho más meticuloso y concienzudo, tanto que a veces corta el ritmo, y no sé si es un afán de mostrar la complejidad de lo que ha creado o si es el propio Sombra y su forma de ser la que toman la narración y se vuelve demasiado expositivo.
Los personajes
En una obra tan compleja, con tantos elementos y misterios por resolver, es complicado que los personajes destaquen, pero el trabajo que ha hecho Cuadra con ellos es impresionante. Esto se nota sobre todo cuando toman la narración y se convierten en cronistas de los hechos. El autor ha sabido dotarles de voces muy diferentes y distinguibles. Diría que los más notables son Schiolla, Sombra y Lucian, que también son los que más veces tienen punto de vista. Pero también ocurre con Ivo, Siiri, Hisako o personajes que apenas aparecen en una ocasión. Cuando pasamos la página y comienza un capítulo o subcapítulo nuevo, sabemos en pocas palabras quién está contando la historia. Y hacer esto desde el principio no es nada sencillo.
Esta manera de dejar que sean los personajes quienes tomen el control de la novela comporta que solo con saber cómo se enfrentan a los problemas, qué vocabulario utilizan y cómo se expresan seamos capaces de formarnos una idea general de cómo son. Y con cada personaje tenemos una visión de los demás, obteniendo un caleidoscopio en el que el lector puede decidir dónde se sitúa y cómo juzga a cada cual.
¿Y cuando acabes aquí y vuelvas al mundo irás a luchar contra la trata de personas? ¿Contra la explotación infantil? ¿Contra las matanzas de las guerrillas? No me jodas, Sombra. Nada de lo que sucede aquí es una forma nueva y original de mal. Todo, absolutamente todo lo terriblemente horrible y cruel que me habéis contado ya ha pasado antes en algún lugar, y volverá a suceder de nuevo. Solo que aquí sucede más cerca. Solo que aquí habéis decidido que teníais que pararlo.
Más fortalezas que debilidades
La Saga de la Ciudad es una obra donde la suciedad del alma humana nos sacude las entrañas hasta hacernos vomitar, pero no la endiosa ni defiende, solo la trata como una realidad que existe y que debemos enfrentar. Entiendo que tiene una parte de denuncia, pero también otra muy fuerte de exploración interna, centrada en el juego de dos actores principales: el Torturador y la Víctima. Me parece crucial el juego que hace con esas dos personalidades a lo largo de las páginas, y en general con todos los elementos que utiliza. De no ser por la violencia arrolladora, es una saga que me plantearía releer algún día, porque tiene una cantidad de detalles y referencias apabullante. Encontraréis canciones, libros más o menos modernos e incluso cuentos clásicos, como Caperucita Roja o La bella durmiente.
Sin embargo, más allá de este horror, también hay espacio para los sentimientos: para el amor y el odio, la venganza y la nostalgia, la culpa y el arrepentimiento. Y para la luz. Porque al final es en la oscuridad donde más somos capaces de percibir esos tímidos rayos de héroes imperfectos que tratan de una manera u otra de hacer lo que consideran correcto. Y eso no deja de ser la historia de cualquier persona. Además, todas las novelas están muy bien hiladas y solo desluce el resultado el ritmo irregular, muy bien llevado en El libro de Ivo, pero demasiado reiterativo en los sucesivos, tanto que hace parecer que los acontecimientos de El libro de Siiri se precipitan en exceso. Como he comentado, no sé si una estructura diferente habría mejorado este aspecto, pero creo que en general es una historia muy bien construida y lo suficientemente compleja como para atraer a diversos tipos de lectores, pero siempre con un punto en común: que la sangre, la violencia y la morbosidad no los tire para atrás. Si se dan esas circunstancias, de seguro seréis bienvenidos a las Casas de la Carne.