Revista Cultura y Ocio
© Fotografía de Bernardo PérezMe he alegrado mucho al escuchar por la radio antes de comer la noticia de la concesión del Premio Cervantes 2014 a Juan Goytisolo (Barcelona, 1931). Siempre he intentado no resultar petulante cuando he dicho que si a Goytisolo le diesen un premio de los grandes un periodista gráfico que quisiese tomar imágenes de su obra —desde las primeras ediciones de sus novelas hasta un recorte de prensa— se ahorraría mucho trabajo viniendo a casa. Así lo hizo Alex Pachón cuando preparó un documento visual para acompañar la entrega del Premio Extremadura a la Creación a Juan Goytisolo en septiembre de 2005. Me gusta ahora recordar aquello. Una conversación con Goytisolo, a quien llamé a Marrakech, para preguntarle si aceptaría aquel premio extremeño que reconocía toda la trayectoria literaria de un autor iberoamericano. Cuando le dije quiénes lo habían recibido anteriormente (Eugénio de Andrade, Ernesto Sábato, Rafael Sánchez Ferlosio y Juan Marsé), me dijo que «Si Rafael lo ha aceptado, yo también»; y me parece que añadió que sería el primer premio que le diesen en España. Luego vendrían el Nacional de las Letras de 2008, el Don Quijote de la Mancha en 2010, y el Premio Internacional de Literatura de Formentor en 2012, entre otros. Fue cuando a Ángel Campos Pámpano le premiaron por La semilla en la nieve y cuando en Extremadura existían estos galardones públicos. ¡Cuánto habría celebrado Ángel —mañana es 25 de noviembre— este Cervantes para Goytisolo! Amarilleadas por el tiempo conservo unas páginas de una revista Ozono de 1976 que no sé cómo apareció por casa cuando yo era estudiante de bachillerato y que dedicó a Juan Goytisolo un dossier firmado por Alfonso González Calero, Mauro González Ruano y Rafael Chirbes. Para mí representan la primera marca de mi apego por su obra, que empecé a leer en la biblioteca municipal de Zafra hasta que me compré mi primera novela de las suyas: Juan sin Tierra. De la mano de Goytisolo he leído gran parte de la mejor literatura en español, desde La lozana andaluza hasta José María Blanco White, de Terra Nostra de Carlos Fuentes hasta la obra de Juan Francisco Ferré. Ahora que se le reconoce con el Premio Cervantes me alegro mucho. Me alegro de que el autor que escribió aquel artículo «Vamos a menos» contra este premio, cuando se lo dieron a Francisco Umbral, lo acepte; a pesar de aquel titular de que nunca lo aceptaría y que estaba dispuesto a firmarlo ante notario. Me alegro de que ahora lo acepte, porque no atenta ni contra su dignidad literaria ni contra sus convicciones éticas e intelectuales de ciudadano. Ya sabía yo que no rechazaría el Cervantes alguien que se ha considerado siempre de nacionalidad cervantina. Nuestro último encuentro fue por un motivo muy grato, la publicación de una edición genética de Paisajes después de la batalla, brillantemente elaborada por Bénédicte Vauthier, hace ahora casi dos años, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Como todas las veces que he visto a Juan Goytisolo, aquella noche sentí que aquel acto era importante. En fin, seré un fetichista; pero el reconocimiento simbólico y mediático —el verdadero de sus lectores ya lo tiene y lo tendrá siempre— a Juan Goytisolo es confirmación del valor de una escritura inteligente, renovadora y crítica. Muy viva. Enhorabuena, maestro.