Si no existiera Juan Luis Cebrián habría que inventarlo y pagarle bien. Es lo que suelo decirles a aquellos que se lamentan de que el presidente ejecutivo de GRUPO PRISA siga acumulando pingües retribuciones económicas mientras que los trabajadores de EL PAÍS y de la SER son despedidos y ven recortados sus salarios.
Que PRISA haya llegado a una situación insostenible por su endedudamiento tiene mucho que ver con las decisiones de expansión desmedida que se adoptaron en su momento y en las que Cebrían tuvo su responsabilidad: la OPA a Telefónica por el 100% de Sogecable, la adquisición de Media Capital en Portugal o la puesta en marcha de Cuatro TV, son algunos ejemplos de inversiones que no podían asumirse aunque no se hubiera producido la tremenda crisis publicitaria y de ventas que ha asolado a las empresas periodísticas desde 2008.
Durante los últimos años, y tras la muerte de Jesús de Polanco en 2007, Cebrián ha tenido que compaginar su tarea como editor con la de financiero para encontrar aliados que apalanquen la débil situación financiera de su grupo de comunicación.
Hoy el presidente de PRISA tiene que manejar a accionistas que son banqueros, como La Caixa, el Banco de Santander o el HSBC; a fondos buitre americanos, a inversores mexicanos e incluso a un sultán catarí que acaba de adquirir en torno al 7% de la compañía. Los inversores de referencia, la familia Polanco, apenas controla el 19% del capital.
Gobernar intereses tan dispares y "complejos" como los de los actuales propietarios de PRISA requiere de una capacidad de maniobra increíble y muy especial, sobre todo en una compañía que se dedica a crear contenidos periodísticos sensibles y el mayor dividendo que pueden esperar los accionistas es el que proviene del poder de la información.
Resultaría muy difícil sustituir al presidente de PRISA por alguno de los miembros de su consejo o por un representante de los bancos o del sultán, sin que el equilibrio inestable que proporciona Cebrián acabara por subvertir al grupo.
Hemos aprendido de la crisis que el sector financiero y las grandes fortunas han acabado por mejorar su posición, ya sea por rescates encubiertos, fusiones a coste cero o especulaciones financieras. Que PRISA se ponga bajo ese paraguas tranquiliza incluso a aquellos que ven su balance fatalmente desequilibrado. Que Juan Luis Cebrián esté al frente de la compleja maniobra financiera da ciertas garantías de continuidad. ¿Hasta cuándo?