El Bar Restaurante Olé se reinventa para convertirse en un nuevo espacio cultural de San Isidro. Sus icónicas instalaciones están a disposición de artistas para exhibir sus obras y estar en contacto con el público hablando de arte. "Cuaderno de Bitácora" es el título de la muestra actual a cargo del artista plástico Juan Pastorelli.
Camino a paso ligero por la avenida Pardo rumbo al taller de Juan Pastorelli. Estoy emocionada de volver a conversar con un artista en su espacio de creación después de la obligada encerrona. Papel con la dirección en mano, para no arriesgarme a que me arrebaten el celular, llego a una quinta hermosa con casas republicanas rodeando un cul-de-sac (callejón sin salida). El artista me hace señas desde la puerta de su taller y voy a su encuentro. Me recibe sonriente libre de mascarilla así que me saco la mía al toque. Buen comienzo. Música a todo volumen resuena en el amplio taller de paredes blancas cubiertas por cuadros de series diversas hechas en el tiempo.
Acuarelas, óleos, serigrafías y xilografías de barcos de madera, bicicletas y carpas a rayas de La Herradura cuando era la mejor playa de arena de Lima. También veo cardúmenes de peces, psicodélicos desnudos femeninos, perspectivas y detalles de la ciudad como cebras, postes e incluso cables. “Estoy escuchando al dúo de croatas 2Cellos, unos virtuosos”, me comenta a modo de saludo mostrándome un video en su laptop de los magníficos cellistas en un concierto en el coliseo en Verona. Juan Pastorelli está contento, yo también.
Pintor, grabador, acuarelista, ceramista y gran conversador Pastorelli ha cumplido 78 años en muy buena forma. Sigue pintando y experimentando entusiasta. Lo hace desde niño en que estudiaba en el Champagnat, colegio al que iba caminado y pasaba por la quinta en que ahora está su taller. “En mi camino veía esta quinta hermosa así que he vuelto al sitio por donde caminaba con pantalón corto. Los vecinos son una maravilla, se ejerce la cultura de la vecindad, estoy feliz acá”.
Mientras caminaba rumbo a la entrevista me venían a la mente las coloridas obras marinas de Pastorelli, quizás los trabajos que más prestigio le han dado. Botes de madera con sus remos, peces, pelícanos e islas. Nuestras costas y el mar tienen gran influencia en él pues practicó la caza submarina durante años. El instinto de cazador le viene desde niño, pero la primera vez que arponeó un pez sintió pasión. “He sido a mis 12 o 13 años un cazador urbano con honda que iba con amigos detrás de las cuculíes y tortolitas en la avenida Pardo para comerlas. Mis amigos sentían lo mismo que yo, el impulso atávico del cazador. Después pasé a escopeta de perdigón pero realmente sentí la pasión cuando terminé siendo buzo arponeando al pez. Buzo a pulmón, por supuesto, no depredación”, aclara enfático.
En homenaje a sus tiempos de buzo (tuvo que dejarlo hace 20 años por problemas médicos) destaca en una repisa sobre su escritorio la estilizada cerámica de un recio pez color metálico y la pintura de un escurridizo cardumen atravesado por rayos de luz. Al verla siento que estoy bajo el agua. “Ese cuadro es de mi colección personal. Lo hice después de una pesca memorable en la isla San Gallán. Fue un día muy esperado pues la parte de la isla que recibe el mar es muy brava así que tiene que estar absolutamente muerto para poder pegarnos a la peña. Como homenaje pinté lo que vi. En cerámica esculpí al pez más codiciado por los buzos: el Chino. No está en los mercados porque se encuentra en la rompiente y solo come musgo. No cae con red ni pica el anzuelo. Los he guardado pues fue un día importante hace unos 40 años. Recreo mi registro, mi idealización de lo que quisiera ver y lo que he visto es eso”, dice quien llegaba a sumergirse 25 metros bajo el agua y se quedaba tres minutos aguantando el aire, anclado entre rocas, esperando la presa perfecta.
Al ver las pinturas de Juan Pastorelli puede pensarse que son como una fotografía, que uno podría pasar por la playa, hacer click a las chalanas o zapatos de madera y ya está. Falso. Arquitecto graduado de la UNI, desde sus épocas de estudiante destacó en el dominio de la perspectiva. Tanto así que mientras estudiaba arquitectura (para cumplir con sus padres pues siempre quiso ser pintor) lo contrataron como profesor de perspectiva, sombras y escorzo en la recién fundada escuela de Artes Plásticas de la Universidad Católica en el Fundo Pando. “Me quedé ocho años enseñando. Me hice amigo de todos los pintores y dije este es mi rumbo”, recuerda.
“Cuando pinto el paisaje marino y urbano me pego a la realidad pero le doy mi toque personal. No es una foto, es mi versión de los que todos los demás ven pero realmente no ven. La perspectiva es mi arma. Lo modifico y presento como creo será interesante. Puede ser una plaza, un semáforo, señalética urbana, postes, enmarañados cables, incluso un buzón. El pretexto es la cosa figurativa pero lo delicioso está en hacer un juego de diagonales y de planos. Es una especia de arquitectura de la imagen. La gente pasa se toma un selfie con los botes atrás y no va a ver nada. Esto está pensado. Todo arma composición, le doy un sentido. Tengo mi dron personal y lo muevo como quiero”, me explica poniendo las manos sobre su cabeza como si fuera un dron.
Mientras observo más descubro a mi alrededor. Me llama la atención un retrato y una serie de desnudos con colores psicodélicos en gran formato, parecen obra de otro artista. Se lo pregunto. El colorido retrato es de Mónica Rosingana su pareja, paisajista de La Agraria de la que habla con admiración de la elegancia de sus proyectos y especial sentido de la estética. Los desnudos son parte de la exposición “Cuerpo de mujer” que presentó en La Galería. “Esa muestra la hice escapándome del color carne. Es un homenaje al pop art con colores psicodélicos”.
Travesía artística
"Cuaderno de Bitácora", es el título que ha elegido para su muestra en el Bar Restaurante Olé. En el nuevo espacio cultural de San Isidro está exponiendo una selección de trabajos de diversas épocas como si fuera el registro de un capitán de navío. “Se llama bitácora pues son recuerdos de mis vivencias. Los puertos donde he aterrizado, los rumbos que he tomado. Como un marinero que va escribiendo su travesía”.
Empezó pintando en Pucusana y sigue haciéndolo. Hace bocetos en la calle de algo que le llama la atención para luego trabajarlo en su taller donde tiene dos caballetes, uno grande para pintar en vertical y otro más pequeño. Ocupa también un espacio importante una mesa cubierta de acuarelas, chisquetes de pintura al óleo y acrílico, pinceles y papeles. Incluso tiene un pedazo de desmonte que ha recogido de la playa y usará como referencia para pintar una orilla con este signo del crecimiento urbano devuelto por el mar. “Siempre pinto, de todas maneras. Últimamente he tenido un encargo de retrato con información remota de tres personas. Enhorabuena pues así comenzó la pintura, por encargo. Fue bien bravo, hasta que me dieron el sí. Como no conocía a las personas tenía que valerme de los videos y de la información fotográfica para ver cómo eran. Mueves una cosita y ya no eres tú. En caricatura soy un bacán”.
¿También haces caricaturas?, le pregunto asombrada. Toda la vida. "He colaborado con la revista 'El Idiota' que siguió a 'Monos y Monadas'. He sido caricaturista con Carlín y Juan Acevedo. En secundaría la economía del hogar se vino abajo. Se acabó el colegio particular y pasé al Alfonso Ugarte, tremendo colegio, en ese tiempo las Unidades Escolares tenían a los mejores profesores del Perú. Con mis dibujos me ganaba mis centavos y me compré una moto, me cuenta mientras me enseña las caricaturas que está haciendo de sus patas del billar Village People". Todavía tienes pinta de motero. ¿Siempre te vistes de negro? "Me gusta el negro, trato que sea negro y se acabó. Para mi persona prefiero el no color, los colores para mis cuadros".
Llevamos más de una hora conversando y podríamos seguir un buen rato más fascinados. “¡Qué gusto Caterina! Me encanta que estés aquí. Como pintor estoy acostumbrado a trabajar solo y me gusta, pero otra cosa es que te encierren”, me dice resumiendo el sentir de millones de angustiadas personas en nuestro pandémico planeta. Es reconfortante e importante que el mundo del arte se esté reactivando y surjan espacios alternativos. En esa línea Juan Pastorelli los espera en el Bar Olé para seguir la conversa. ¿Qué te parece la idea de estar allí y conversar con la gente? "Bestial, soy un animal social". También yo, le digo. “Creo que todos”, termina riéndose con estruendo el fantástico Pastorelli.
"Cuaderno de Bitácora" se puede visitar hasta el 29 de septiembre del 2021, en Bar Restaurante Olé, Pancho Fierro 109 San Isidro. De lunes a sábado de 12 am a 10 pm. Ingreso libre. El pintor, grabador, acuarelista, ceramista y gran conversador Juan Pastorelli los espera.